El tiempo había pasado volando desde que Kian llegó a sus vidas. Ahora, él era un niño curioso y lleno de energía, siempre explorando y haciendo preguntas sobre todo lo que veía. Lyra y Orion habían crecido como padres, aprendiendo a adaptarse a cada nuevo desafío con amor y paciencia.
Una mañana soleada, mientras desayunaban en la mesa, Kian entró corriendo con una hoja en la mano. “¡Miren! ¡Encontré una mariposa en el jardín!” exclamó entusiasmado.
Lyra y Orion intercambiaron miradas de complicidad. Habían enseñado a Kian a apreciar la belleza de la naturaleza y ahora lo veían florecer en su curiosidad. “¿Y qué harás con ella?” preguntó Lyra con una sonrisa.
“Voy a dejarla libre para que vuele”, respondió Kian con determinación.
“Eso es lo correcto”, afirmó Orion. “Las mariposas son felices cuando pueden explorar el mundo”.
Kian salió corriendo hacia el jardín, mientras Lyra y Orion se miraban con ternura. “Es increíble verlo crecer”, dijo Lyra. “A veces me pregunto si estamos haciendo un buen trabajo”.
“Lo estamos haciendo lo mejor que podemos”, respondió Orion. “Y eso es suficiente”.
A medida que pasaban los meses, las aventuras familiares continuaron. Desde paseos al parque hasta viajes cortos a la playa, cada experiencia estaba llena de risas y aprendizajes. Sin embargo, también enfrentaron momentos difíciles: Kian tuvo sus primeros días de escuela, donde experimentó los nervios de hacer nuevos amigos y aprender cosas nuevas.
Una tarde, después de su primer día, Kian llegó a casa un poco abatido. “No sé si me gusta la escuela”, murmuró mientras se sentaba en su silla.
Lyra se acercó y le acarició el cabello. “¿Qué pasó, cariño?”
“Los niños no querían jugar conmigo”, dijo Kian con tristeza.
Orion se arrodilló a su lado. “A veces puede ser difícil hacer amigos al principio, pero no te preocupes. Todos están aprendiendo también”.
“¿Y si no me quieren?” preguntó Kian con preocupación.
“Siempre habrá personas que te quieran por quien eres”, le aseguró Lyra. “Y recuerda que ser tú mismo es lo más importante”.
Con el tiempo, Kian comenzó a abrirse a nuevas amistades. Aprendió que cada uno tiene su propia historia y que la amistad se construye poco a poco. Lyra y Orion estaban orgullosos de verlo crecer en confianza y resiliencia.
Un día, mientras estaban en el parque disfrutando del aire fresco, Kian se acercó corriendo hacia ellos con una gran sonrisa en su rostro. “¡Hice un nuevo amigo!” anunció emocionado.
“¡Eso es genial!” exclamó Orion mientras abrazaba a su hijo. “¿Cómo se llama?”
“Se llama Leo”, dijo Kian entusiasmado. “Nos gusta construir castillos de arena juntos”.
Lyra sonrió al ver la felicidad en los ojos de su hijo. En ese momento, comprendieron que habían hecho un buen trabajo al enseñarle sobre la amistad y la empatía.
Con cada año que pasaba, los desafíos continuaron llegando: tareas escolares difíciles, momentos de tristeza por desilusiones infantiles y las inevitables peleas entre amigos. Pero siempre estuvieron ahí para guiarlo y apoyarlo.
El tiempo siguió avanzando rápidamente; Kian creció y se convirtió en un adolescente lleno de sueños e inquietudes propias. Lyra y Orion aprendieron a soltar un poco las riendas mientras le brindaban espacio para explorar su identidad.
Una noche, mientras cenaban juntos, Kian miró a sus padres con mirada seria. “Quiero participar en el concurso escolar de ciencias”, anunció.
“¡Eso suena emocionante!” dijo Lyra emocionada. “¿Qué proyecto tienes en mente?”
Kian explicó su idea sobre crear un modelo sostenible de energía solar. La pasión brillaba en sus ojos mientras hablaba sobre cómo quería ayudar al planeta.
Orion asintió con orgullo. “Estamos contigo en esto. Te ayudaremos en todo lo que necesites”.
Los días siguientes estuvieron llenos de investigación y trabajo arduo; Lyra y Orion se involucraron activamente para asegurarse de que Kian tuviera todo lo necesario para llevar a cabo su proyecto.
Finalmente llegó el día del concurso escolar, lleno de nerviosismo pero también emoción por mostrar su esfuerzo ante todos sus compañeros. Al verlo presentar su proyecto frente al jurado, Lyra sintió una mezcla de orgullo y nostalgia; era increíble ver cómo había crecido desde aquel pequeño niño curioso hasta convertirse en un joven decidido.
Cuando anunciaron al ganador, el corazón de Lyra latía rápidamente… Y cuando escucharon su nombre: "Kian ha ganado el primer lugar", estallaron en vítores junto con otros padres presentes.
Kian corrió hacia ellos con una gran sonrisa iluminando su rostro mientras lo abrazaban fuertemente.
“Lo lograste”, murmuró Lyra entre lágrimas de felicidad.
Esa noche celebraron juntos como familia; risas llenaron la casa mientras recordaban todas las aventuras vividas hasta ese momento.
Mientras observaban las estrellas desde el patio trasero después de la celebración, Kian miró hacia arriba y dijo: “Quiero seguir explorando el mundo”.
Lyra sonrió radiante; sabía que así debería ser: dejarlo volar alto como aquella mariposa que liberó años atrás.
Orion puso un brazo alrededor de sus dos amores y asintió: “Siempre estaré aquí para apoyarte”.
La vida continuaría trayendo nuevos retos e historias por contar; pero por ahora estaban juntos disfrutando del presente, listos para afrontar cualquier aventura que les esperaba en el horizonte.
FIN...!
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