El Susurro De Las Hojas De Sombra, Volumen 3: Fidelidad

Capitulo 3-55: Bajo Vigilancia

*AETHERIUS*
"¡Vamos!" anunció la profesora, y comenzamos a movernos.
Grité mi arma mientras acumulaba electricidad, lanzando ataques con la intención de abrumarla. Las armas de agua que ella conjuraba bloqueaban mis golpes, destrozándose en el proceso, pero cada vez que una se rompía, otra aparecía para reemplazarla. La batalla se convertía en un intercambio frenético de poder.
De repente, sus espadas se lanzaron hacia mí, algunas de frente y otras a los lados. Intenté saltar, pero sentí la presión de más espadas encima. Sonreí ante la astucia de su táctica, tratando de restringir mis movimientos. Comencé a girar mi arma alrededor de mi cuerpo, destruyendo las espadas que se acercaban. Cada choque generaba chispas y eco, reflejando la tensión en el aire.
Tenía un plan en mente, pero quería arriesgarme a ocultar la existencia de mi magia de sombras por el momento. Decidí que era hora de actuar.
Lancé mi guadaña hacia ella, asegurándome de que detrás no hubiera nadie a quien pudiera dañar. Al girar con velocidad, el silbido de la electricidad que rodeaba mi arma resonó en el aire. Intenté lo mismo que con mis guadañas de sombra: hacerla flotar con mi magia eléctrica. Fue sorprendentemente sencillo, ya que la lógica detrás de ambas magias se alineaba perfectamente.
Ella se acercó después de haber evitado mi ataque, mirándome con una mezcla de decepción y respeto. Creé látigos eléctricos en mis manos y comencé a girar, lanzando un golpe que su espada bloqueó.
Mientras la distraía con más latigazos, que fueron interceptados por sus espadas de agua, moví mi guadaña, que aún venía girando. Llamándola, la hice avanzar hacia ella mientras continuaba esquivando. La guadaña la golpeó en la espalda, pero no la cortó, solo la lanzó hacia mí mientras la jalaba al mismo tiempo.
La envolví con mis látigos, generando descargas eléctricas que la hicieron retorcerse.
"No suelo hacer esto, ya que rebajaría mi valor, pero ¿qué demonios? Oh, vamos, eres de núcleo verde estable contra uno de núcleo café. Dime, ¿qué más puedes hacer?" me burlé, esperando que eso provocara su ira. La presión de su magia comenzaba a incrementarse, y mis látigos luchaban por no desenredarse.
Ella se levantó lentamente, y con un grito de batalla, su mana explotó, bañando su cuerpo de un azul brillante. Una armadura de agua se formó alrededor de sus piernas, pecho y brazos, una armadura ligera pero imponente.
"Te has asimilado," murmuré, asombrado por la presión que su aura creaba. "No te burles de tus mayores, niño. Eso te lo debieron enseñar tus padres," dijo, su voz resonando con seriedad.
La miré con nerviosismo, pero también con una sonrisa desafiante. "No creas que eres la única que puede hacerlo," le anuncié, provocando una mirada confusa en su rostro.
Reí, dejando de lado mi magia eléctrica. Quería reservar esto para la graduación, para no atraer más atención de la que ya tenía por Trevor y Layra, que eran conocidos. "Déjame mostrarte el mío," dije mientras ella se detenía a observarme.
Volteé hacia las bancas. Un escudo se formó a mi alrededor, y vi a Layra y otros observando con ojos muy abiertos. "¿No deberían estar en clase?" me quejé en silencio. Volví a mirar a la profesora, concentrado. Cerré los ojos, sintiendo la energía en mi interior.
"Esta va a ser la segunda vez que hago esto en tan poco tiempo," murmuré para mí. Las sombras a mi alrededor comenzaron a moverse, succionándose hacia mí. Todos miraban con miedo las sombras que danzaban a mi alrededor.
Con suficiente energía reunida, un telón negro comenzó a elevarse. Mi cuerpo se sentía cansado, pero seguí. El telón giraba, cerrándose a mi alrededor como una burbuja oscura. Cerré los ojos con más fuerza mientras sentía la presión envolvente, contrayendo el telón hasta que se incrustó en mi piel.
Mi cabello, que ya estaba suelto, empezó a flotar, y un mechón pasó por mi cara. En ese momento, mi cabello se volvió blanco, y mi vista se tornó gris. Observé mis brazos, que seguían de color normal, mientras las sombras a mi alrededor se oscurecían, haciendo que los rostros de las personas se volvieran más visibles.
Me había asimilado con la sombra nuevamente, y al mirarla, vi la sorpresa en sus ojos. Su cuerpo temblaba mientras una sonrisa enorme iluminaba su rostro.
"Esta es mi propia asimilación, profesora. Ahora trata de mantenerte a mi nivel," dije con calma, sabiendo que esto no duraría mucho. Algo en mí se sentía relajado, dando un nuevo sentido de confianza.
Invocando dos guadañas de sombra, las lancé hacia ella. Creé espadas, transformándolas en lanzas, y además, generé escudos a mi alrededor. Las guadañas impactaron contra su armadura, mientras tentáculos de sombra emergían de mi lado, lanzando golpes implacables. Ella apenas podía contraatacar, tan concentrada en defenderse que no pudo avanzar hacia mí.
De mi sombra, saqué púas oscuras que cortaron ligeramente su muslo. Mi cabeza dolía y mi cuerpo gritaba por detenerme, pero ignoré el dolor y continué, atacando con furia, la atmósfera vibraba con poder y violencia.
La presión aumentaba a medida que la batalla continuaba, y la intensidad de mi asimilación comenzaba a agobiarme. Aunque había sido entrenado para manejar la magia de sombras, no había llegado al nivel de manipular ambas energías al mismo tiempo. La lucha se estaba convirtiendo en un tira y afloja constante entre mi impulso y el creciente cansancio que sentía en cada fibra de mi cuerpo.
Las guadañas de sombra golpeaban con fuerza, pero sus ataques comenzaron a perder precisión. Aun así, me negaba a rendirme. Con cada impacto, la profesora contraatacaba, y la batalla se tornaba más caótica. Sus movimientos eran fluidos y letales, su armadura de agua brillaba intensamente mientras bloqueaba mis ataques con destreza. A pesar de la ventaja que parecía tener, yo seguía empujando, haciendo que cada golpe contara.
Sentí que el sudor empezaba a correr por mi frente, una mezcla de esfuerzo y tensión. Las sombras alrededor parecían ansiosas, casi burlonas, como si supieran que mi control no era perfecto. La maestra estaba empezando a predecir mis movimientos, bloqueando mis ataques con un tiempo casi perfecto.
En un giro, lancé una guadaña hacia su pecho. Ella la desvió, pero no sin esfuerzo. Vi cómo su brazo se tensaba, la armadura de agua agrietándose bajo la presión. Pero no era suficiente; su resistencia era mayor de lo que había anticipado. Mientras ella respondía con una ráfaga de espadas de agua que se lanzaron hacia mí, tuve que actuar rápido.
Salté hacia atrás, esquivando la mayoría, pero un par de espadas cortaron mi brazo, dejándome una línea de dolor que ardía. Sentí cómo mi magia de sombras flaqueaba momentáneamente, y ese pequeño resquicio de debilidad fue suficiente para que la profesora avanzara. Ella se lanzó hacia mí con un movimiento rápido y preciso.
El tiempo parecía ralentizarse mientras su espada se acercaba. Con reflejos entrenados, logré invocar un escudo de sombras para protegerme. Pero la presión era abrumadora, y no pude mantener la concentración. El escudo se agrietó, y su espada se rompió a través de él, golpeando mi costado con una fuerza que me arrojó hacia un lado.
El dolor se intensificó y, por un momento, todo pareció difuminarse. Mientras caía al suelo, luché contra la confusión, levantándome rápidamente. Pero ahora sentía que mis fuerzas estaban flaqueando, como si el propio peso de mi magia me estuviera arrastrando. La presión en mi cuerpo se volvió casi insoportable, y la magia eléctrica que había estado acumulando se disipaba gradualmente.
La profesora sonrió, satisfecha por el avance que había logrado. "¿Te rindes, niño? Sabía que no podrías soportar la presión," dijo, su tono lleno de desafío.
"No... no aún," respondí con dificultad, tratando de mantenerme firme. Con la determinación de no retroceder, invoqué más sombras, creando una nube oscura que cubrió el campo entre nosotros. Intenté usar la magia de sombras para aumentar la velocidad de mis ataques, pero la falta de energía y la mezcla de emociones hicieron que mis movimientos fueran erráticos.
Lancé más guadañas, cada vez menos precisas, y a medida que avanzaba, mi visión comenzó a nublarse. La profesora se movía con agilidad, esquivando la mayoría de mis ataques, y sus ojos brillaban con un reto que me empujaba a seguir. Quería demostrarle que, a pesar de mis limitaciones, podía ser un rival digno.
Con un grito de rabia, acumulé toda la fuerza que me quedaba y dirigí una serie de tentáculos de sombras hacia ella. Los lancé como serpientes oscuras, esperando atraparla. Pero ella los cortó con movimientos rápidos, su espada brillando en el aire.
Sin embargo, en medio del caos, sentí un cambio. Una energía desconocida comenzó a fluir por mi cuerpo, una oleada cálida que me envolvía como un manto. Mis músculos, que antes estaban tensos por el esfuerzo, se relajaron, y mi mente se despejó. En ese instante, todo parecía más nítido, más claro. Las sombras a mi alrededor comenzaron a cobrar vida, no solo como un recurso, sino como una extensión de mí mismo.
La profesora, confiada, se preparó para el siguiente ataque. Pero, al lanzar más tentáculos, noté que ahora eran diferentes: más sólidos, como si llevaran consigo el peso de la realidad. Cuando impactaron con su espada, el choque resonó en el aire, y las sombras dejaron marcas visibles en su armadura, algo que no había logrado antes.
Un destello de sorpresa cruzó su rostro. Sus movimientos se volvieron menos fluidos; la presión que sentía parecía intensificarse para ella, mientras mis sombras la abrumaban. Cada golpe que realizaba ahora tenía peso, y las heridas que le infligía comenzaban a acumularse. Las marcas en su armadura se hacían más profundas, y su respiración se tornaba más pesada.
La lucha había tomado un giro inesperado, y con cada ataque, mis tentáculos de sombra parecían ganar fuerza, como si tomaran su propia decisión de avanzar. Sentí el poder acumulándose en ellos, una mezcla de mis emociones y el entorno que los alimentaba. Me moví más rápido, aprovechando la inercia, lanzando más sombras que se aferraban a su cuerpo, aumentando la presión a su alrededor.
Intentó retroceder, pero mis sombras se adaptaron, formando un muro que la mantenía en su lugar. Cada intento de ella por liberarse solo intensificaba el agarre. Su espada ya no brillaba con la misma confianza, y su mirada, antes llena de desafío, comenzó a titubear.
"¿Qué está sucediendo?" murmuró, y su voz reflejaba una mezcla de confusión y incredulidad.
"Parece que subestimaste mi poder," respondí, sintiendo cómo el control sobre las sombras me daba una nueva perspectiva. "Tus técnicas no son suficientes para contener esto."
Mis tentáculos comenzaron a embestir con una fuerza renovada, y su armadura se resquebrajó aún más. Cada contacto se sentía como si un peso de metal cayera sobre ella, causando dolor a pesar de la diferencia de niveles. El hecho de que su núcleo fuera verde y el mío café no parecía importar en este instante; el flujo de sombras me daba un poder que ella no había anticipado.
La presión en el aire se intensificó, y con un movimiento decisivo, hice que las sombras se unieran en una esfera densa, lanzándola directamente hacia ella. La esfera impactó, y un grito de sorpresa salió de sus labios mientras la envolvía en una explosión de oscuridad.
El campo quedó en silencio por un momento, el eco de la batalla resonando en el aire. Ella, atrapada y tambaleándose, trató de recuperarse, pero era evidente que la lucha se estaba inclinando a mi favor. Me moví hacia adelante, las sombras aun danzando a mi alrededor, listas para continuar la ofensiva.
"Esto es solo el comienzo," anuncié, y con una sonrisa que escondía tanto desafío como confianza, me preparé para el siguiente asalto.
Estuve así durante varios minutos golpeando, y ella bloqueaba o esquivaba hasta que comenzó a cansarse, y su armadura creada empezó a desvanecerse.
"¡THERIUS, DETENTE!" gritó Layra mientras corría hacia mí.
Mi mente aún estaba centrada en la profesora cuando un golpe contundente impactó en mi estómago con una fuerza devastadora, haciendo que mi asimilación se dispersara. Las guadañas formadas de sombras se desintegraron, y las otras creaciones que había conjurado también desaparecieron, dejando un vacío de poder a mi alrededor. Por último, las presencias que me acompañaban se esfumaron.
Ese golpe me robó el aire por completo, y caí de rodillas, luchando por recuperar el aliento. En ese instante, Layra apareció a mi lado y me sostuvo en sus brazos.
"Ther, Ther, respira con calma y tu aliento volverá. Solo tómalo con calma, con calma," me instó, y aunque mi mente seguía nublada por la lucha, hice lo que me dijo, concentrándome en recuperar la calma y, poco a poco, mi respiración volvió a la normalidad.
"Oh Dios, Trevor me advirtió sobre esto, pero no le creí," escuché a Layra murmurar, su voz un eco lejano mientras trataba de enfocarme. Finalmente, mi respiración se estabilizó.
"¿Qué te advirtió?" le pregunté, y ella me soltó un momento para responder.
"Sobre esa forma tuya. Te envuelves en esa tela negra, y tu cabello se vuelve blanco, tus ojos se ponen rojos," explicó.
"Antes de que Trevor se fuera, me dijo que cuando regresaras a la escuela, checara tu horario y, si el mío coincidía con las clases sin profesor, viniera a observarte. Y ahora entiendo por qué," terminó de explicar con una mezcla de preocupación y admiración.
Recordé algo en ese instante. "¿La profesora? ¿Cómo está?" pregunté, mirando a su dirección. Layra apuntó, y vi que mis compañeros estaban ayudando a la profesora a recomponerse. "La dejaste con varias heridas," explicó mientras la observaba sentarse en una banca, recibiendo toallas húmedas en la cara.
"Escucha, Ther, no la culpes y tampoco te sientas responsable. Ella es así; cada vez que ve a alguien con potencial, lo presiona hasta que revela su poder y aprende cómo tratar con ellos," me informó Layra, intentando aliviar mi culpa.
En ese momento, sentí algo en mi nariz y me limpié. Al mirarme, noté que era sangre. "¿Ther?" preguntó Layra, su voz llena de preocupación. Mi cuerpo comenzó a doler, los calambres se apoderaron de mí, y el dolor era muy diferente al que había sentido antes.
"Hugh, mis... músculos... me duelen," dije entre jadeos, intentando articular las palabras.
"Calma, Ther. Son solo calambres. Forzaste demasiado tu cuerpo, y está reaccionando," me explicó, aunque ya lo sabía.
Iesel se acercó y, junto a Max y las gemelas, me sostuvieron las extremidades. "Bien, sosténganlo y estiren sus brazos y piernas. Lo ayudaremos a calmar sus calambres," instruyó Layra mientras ellos me mantenían.
Estuvimos un buen rato en la misma postura hasta que mis calambres comenzaron a desvanecerse, dejando solo dolores musculares normales. "Hugh, esto es malo de ver," dijo la profesora, mientras me movían hacia una banca al lado de ella.
Coloqué un trapo húmedo en mi cara y me recosté. "No hables, solo concéntrate en recuperar tu mana. Incluso yo puedo ver que se te agotó," le dije, y ella solo levantó el trapo para observarme.
"Eso fue divertido, Aetherius. Hay que hacerlo de nuevo otro día," comenzó a reír mientras colocaba mi trapo en su lugar.
Mi cuerpo volvió a empaparse en sudor y sentí cómo mi manga era retirada de mi brazo. "No la saquen, no les gustará lo que verán," repliqué, tratando de mantener mi modestia mientras cubría mi rostro.
"Solo vamos a secarte, Therius. No tiene nada de malo," dijo Iesel con un tono conciliador.
Me quité el trapo y me levanté. "Está bien, háganlo, pero en su lugar." Cuando terminaron de hablar, me quitaron la manga sudada.
Escuché a la gente a mi alrededor tragar aire, pero no me importó. "No hay nada que ver, metiches. Váyanse," llamó la atención Layra mientras observaban la cicatriz en mi brazo.
Alguien más tomó mi brazo. "¿Cómo te hiciste eso?" me preguntaron, y me quité el trapo nuevamente, encontrando la mirada curiosa de la profesora sobre la cicatriz.
Estaba a punto de responder, pero alguien más habló. "Es el costo de un sacrificio y de estar vivo, profesora," dijo Max.
Ella lo miró mientras examinaba mi brazo. "Usted no sabe mucho sobre lo que nos pasó en el examen y cómo es que, por alguien, salimos vivos de ahí," agregó Gilia, con su hermana agarrada de su mano.
Ella las miró, y Iesel continuó secando mi brazo. "Y su brazo no es el único," comentó Chiara esta vez.
Me sentí irritado. "Terminemos esta conversación aquí. No hay nada más que contar." No quería que la gente supiera de mis cicatrices, aunque sabía que esto pasaría, no esperaba que lo hiciera tan rápido.
"Espera, Ther. Tus ojos aún siguen rojos," me susurró Layra, y me volví a cubrir con la toalla en la cara para que nadie me viera.
"Déjame lavar tu manga, Ther," dijo Layra, agarrando mi manga y metiéndola en una esfera de agua, haciéndola girar. El sudor y la tierra salieron, mezclándose con el agua.
Layra retiró la manga y la lanzó hacia el campo, mientras Max la sostenía en una corriente de aire, secándola. Las gemelas le prendieron fuego, utilizando el calor para terminar de secarla.
Finalmente, se la entregaron a Iesel, quien me la colocó nuevamente en el brazo, ocultando la cicatriz. "Gracias," murmuré.
Después de un momento, volví a quitarme la toalla y la dejé caer al lado.
"Bien, la clase acabó. Ahora salgan y no hagan ruido de lo que pasó aquí. ¿Entendieron?" la profesora les dijo a todos mientras nos dirigíamos a la salida.
"Sí, profesora," respondieron todos en el área, acatando su orden mientras salíamos del lugar. Mi cuerpo temblaba, pero no fue molestia para seguir caminando.
"Hey, Ther, me retiro ya que no tienes más clases de combate. Más tarde pasaré a visitarte," dijo Layra al despedirse, y se fue con sus amigos.
"Bueno, fue mucho por hoy. Aún quedan cinco clases y hay que seguir," anuncié mientras todos nos íbamos. Volter solo me miró, pero no dijo nada.
Los demás del salón nos dirigimos a la siguiente clase. Al entrar, la verdad es que nunca presté atención, ya que sabía todo lo que necesitaba saber incluso antes de ingresar a la academia. La única clase que realmente era importante para mí era la de batallas simuladas y manejo del control de mana.
El día terminó, y ya era más de medio día. Las clases comenzaban muy temprano, y quedaba toda la tarde para descansar, hacer los deberes y entrenar. Cuando las clases finalizaron, mis compañeros me siguieron a mi habitación. Al entrar, Max soltó un silbido. "Ser el hermano de un candidato a próximo Descendiente trae sus ventajas," comentó mientras miraba los libros y agarraba uno.
Había agua en mi habitación, así que preparé algo para beber. "¿Gustan un poco?" pregunté, y todos aceptaron con entusiasmo.
Seguimos hablando durante un rato, hasta que alguien llamó a la puerta. "Ya voy," dije mientras me levantaba para abrirla.
Layra y la profesora Irina estaban en la entrada. "Pasen y tomen asiento," les dije, haciéndolas entrar. Se sentaron, y después de ofrecerles algo de beber, hablé. "Esperaba a Layra, pero no a usted, profesora. ¿Qué la trae por aquí?"
"Solo quería pasar a verte y saber si estabas bien," respondió Irina, sonriendo nerviosamente. "Está bien, ya estoy aquí," respondí, aliviado por su visita. Pero justo cuando iba a tomar asiento, sentí que las presencias regresaban a mí, una maldita vez más.
"Hugh," me tomé de la cabeza, sintiendo la presión.
"¿Therius, qué pasa?" preguntó Iesel, preocupada.
"Cálmate, Therius. Recuerda lo que aprendiste con papá," intervino Layra, sosteniéndome de los hombros. Cerré los ojos con fuerza y, durante varios minutos, las presencias comenzaron a bajar lentamente, hasta desaparecer.
Sentí algo caer de mi nariz y me limpié. "Toma, límpiate la nariz," me dijo Layra, ofreciéndome una servilleta. Tenía una hemorragia nasal. "Gracias, Layra," le agradecí mientras los demás me miraban con preocupación.
Layra me observó más detenidamente. "En tus ojos hay puntos rojos, Ther. ¿Debo informar a nuestros padres de esto?" preguntó, pero me negué.
"Mamá ya estaba mal antes. Si le cuentas, me querrá sacar de aquí y llevarme a casa," le expliqué.
"Cierto," dijo, riendo un poco. Luego, recordó que la profesora estaba presente. "¿Qué fue eso, niño?"
"Solo mantengan esto en secreto, por favor," les pedí. Luego les conté lo mismo que a mis padres, pero añadí lo de la asimilación. "Y es por eso que cuando uso la magia de sombras o la asimilación, puedo sentir las presencias de todas las personas a mi alrededor, lo que me hace sentirlas y me duele la cabeza," terminé de explicar.
"No sé cómo ayudarte con eso, niño. Nunca he oído de algo así. Solo sé que algunos magos leen mentes cuando se meten en la cabeza de otros o algo así," comentó la profesora, encogiéndose de hombros. Me reí en respuesta.
"No hay de qué preocuparse. Sé cómo controlarlo, solo debo evitar la magia de sombras hasta lograr un dominio total sobre ella," los tranquilicé.
"Tengo bocadillos por aquí, ¿gustan?" les ofrecí, y aceptaron de nuevo. Layra y la profesora hablaron sobre su magia de agua, mientras que las gemelas agarraron unos libros de la estantería para hacer sus deberes, junto con Max, que tenía su tarea de otro tema.
Mientras tanto, Iesel y yo hablamos sobre mi recuperación en la sede, dejando de lado lo de la cápsula, que era un secreto que no podía compartir con nadie. Disfrutamos de un ambiente más relajado, sintiendo la calidez de la compañía mientras charlábamos de cosas cotidianas y olvidábamos por un momento la presión de los exámenes y las expectativas.




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