El susurro de las rosas y sombras

Capitulo 3: La verdad del cielo

Esos ojos eran ventanas que dejaban entrever una frialdad abismal; estaban casi vacíos de vida y esperanza.

En el reino celestial, un ser majestuoso, de alas tan blancas como la nieve, observaba desde lo alto, apartado del resto. Contemplaba con morbosa obsesión a la pequeña pelirroja. Aquella mortal se movía con gracia y elegancia impropias de su especie. Su aspecto era cautivador... ¿quién diría que los ángeles no podían ser viles ratas con plumas?

El príncipe de los arcángeles la miraba con insana diversión. Movió con suavidad su mano, y las sombras se arremolinaron, acosando aún más a la muchacha. Una risa psicópata escapó de su garganta. Pasó los dedos por su cabello castaño mientras en sus labios, pálidos como el mármol, se curvaba una sonrisa burlona. Sus ojos verde aceituna destilaban puro cinismo.

Él sabía lo que los mortales pensaban de los ángeles: seres benévolos, la creación más pura del Creador, representantes de su nobleza y de un amor eterno que los conduciría al paraíso. ¡Qué farsa! Soltó una carcajada cargada de cinismo e hipocresía.

—¿Puro? —susurró, con veneno en cada sílaba—. Ese Creador no es más que un idiota que manipula a los humanos como marionetas. Solo juguetes para saciar su avaricia.

Los mortales eran tan fáciles de corromper... Un poco de poder, una promesa de fe, y caían de rodillas con la ilusión de un paraíso inexistente. ¡Qué ideología tan vacía y miserable! Si tan solo supieran la cruda realidad que se oculta tras la mentira del "paraíso perfecto".

Ambos seres continuaban observando con un interés malsano a la humana.

La pelirroja escarlata corría por las calles sombrías, mientras la lluvia caía sobre su piel, erizándola con cada gota helada. Elise sabía que no siempre podría huir de aquello que la perseguía. Tenía que enfrentarlo... aunque la idea la desgarrara por dentro.

Su pecho se apretaba, su sangre ardía lentamente en sus venas. Cerró los ojos, dejando que las gotas resbalaran sobre su cuerpo. Su respiración se aceleraba y el tiempo parecía ralentizarse. El repiqueteo del agua en el suelo sonaba como un tambor suave y firme.

Inspiró profundamente. Su corazón marcaba un ritmo elegante y constante. Entre los recuerdos frescos que palpitaban en su memoria, comenzó a tararear, enlazando el sonido con los latidos de su pecho. Y, poco a poco, el tarareo se transformó en danza.

Se alzó sobre la punta de sus pies. Giró. Dio un salto. De sus botines surgieron pequeñas cuchillas que brillaban con un destello letal. Cada pirueta, cada movimiento, estaba cargado de gracia y ferocidad. La lluvia caía, y Elise danzaba en medio de la oscuridad: fascinante, peligrosa, imposible de ignorar.



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En el texto hay: gotico, romance, darkfantasy

Editado: 01.09.2025

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