El susurro del bosque

Un nuevo comienzo

     Blake ahora partía camino a Oren, había vendido su destartalada casa y hablado con sus hijos sobre lo sucedido, las niñas estaban felices, pero a la vez nostálgicas porque ese era el lugar donde su madre murió, pero él les prometió que las cosas mejorarían.

     Eran increíbles los azares del destino, no sabía quiénes eran esos jóvenes y suponía que quizás eran pareja porque viajaban juntos, pero sin duda lo habían beneficiado mucho, él se hubiera sentido agradecido si solo lo hubieran dejado con vida en esa ocasión. Recordando la escena su destino fue marcado por sus malas decisiones, y sin importar eso, la misericordia de aquella muchacha a la que el hoy día consideraba un ángel le salvó de la ira de su compañero.

     Se había asesorado muy bien al momento de vender la daga de plata, no permitiría que lo timaran, un joyero le explicó que parecía una joya de la realeza, el material estaba tan bien trabajo que valía lo suficiente como para comprar  tierras en Oren y que le quedara dinero para un buen periodo de tiempo, pero no había olvidado su juramento, sabia por voces de los viajeros que Oren no era un buen lugar para vivir por las desapariciones y el incesante invierno que se atenuaba más en esa región, pero no podía faltar a su palabra.

—¿Papi dónde vamos a vivir? — preguntó Lauren llena de curiosidad.

—He comprado una casa muy bonita y cada una tendrá su propia habitación. — le respondió Blake a sus hijas y el rostro de ambas niñas se iluminó de felicidad.

     Aunque habían pagado un carruaje las niñas habían decidido ir adelante con su padre, por más que él insistió terminaron ganando, sabía que sus niñas estaban muy delgadas, pero sin duda no habían dejado de ser hermosas como su madre Nora, el día de su llegada se permitió darles una buena comida y ambas lo conmovieron porque comían una simple avena como si fuera lo más exquisito del mundo y no querían que se terminara.

     Blake reflexionó esos últimos días hasta darse cuenta de lo erróneas que fueron sus decisiones, nunca debió unirse a esa banda de ladrones, sin importar las circunstancias y eso era lo que las personas hacían a menudo, poner las circunstancias por delante de todo para que al momento de tomar una mala decisión poder asegurar que no tenían opción, pero siempre hay  una elección, siempre había una forma correcta y honesta de hacer las cosas y esa es una verdad que todo ser humano conoce pero prefiere ignorar.

     Lamentaba también el hecho de dejar tanto tiempo abandonadas a sus hijas mientras ayudaba a cometer fechorías, las niñas no habían tenido la oportunidad de compartir mucho con Nora y a la pobre Lauren que tenía solo ocho años de edad, se había visto forzada a cuidar de Edilean más de lo necesario para una niña de su edad y les debía mucho, mucho tiempo, caricias y amor.

     Cuando llegaron las niñas bajaron corriendo a explorar el lugar, la casa que había comprado estaba bastante céntrica y tenía un patio bastante grande donde quería comprar algunos animales, como gallinas, cabras y quizás vacas, sabía que a las niñas les encantaría esa idea.

    Edilean y Lauren entraron corriendo a la morada, no era nada lujosa ni por el estilo, pero era lo bastante espaciosa para ellos tres.

—Tengan cuidado, no quiero que se caigan. — les ordenó su padre, la pequeña Edilean dejó lo que estaba haciendo y se acercó a su padre. —Gracias papi, esto es muy bonito. — dijo dándole un beso a su padre en la mejilla.

     Después de cenar ese día las niñas estaban en sus camas esperando a que su padre les diera las buenas noches, como en los días en que estaba en casa. Blake primero se dirigió a la recamara de Lauren su hija mayor, la arropó con cariño y luego miró su rostro, Lauren se parecía más a él, de ojos color oliva y rostro redondo, aunque sin duda tenía los labios de su madre, delicados y preciosos.

—No nos dijiste la razón de porqué estamos aquí. — preguntó Lauren que era muy curiosa y que tenía la necesidad de conocer todo acerca de su alrededor.

—El destino me ha dado otra oportunidad Laurie.— dijo él con el apodo que con cariño le había puesto.— En el bosque me encontré con una pareja y la joven me libró de un destino terrible que yo me había ganado hijita.— explicó él contemplándola y recordando a la vez el momento en que el joven le había dicho que moriría, en ese momento Blake solo había pensado en sus hijas.— Ella sabía de ustedes, incluso el nombre de tu madre, también sabía que había fallecido y yo no la conozco.

—¿Y si era una bruja? — preguntó ella alarmada y su padre no pudo evitar reír.

— Entonces es la bruja más buena que conozco. — le respondió él.

—Papá, en los cuentos de hadas las brujas existen y les dan riquezas a los campesinos para luego pedirles un favor muy grande y si nos quita todo ¿Qué le has ofrecido a cambio? Si viene a devorarnos. — dijo la niña dejando volar demasiado su imaginación.

—No pasara nada de eso Laurie, porque ella no era una bruja, solo sintió compasión y gracias a ella hoy estamos aquí, pero en el caso de que fuera una bruja no dejaría que tocara ni uno solo de tus cabellos. — le respondió acariciándole los rizos castaños que poseía y depositando un beso en su pequeña cabeza. -—Buenas noches Lauren.

—Buenas noches papá.

     Luego se dirigió a la habitación de Edilean, pero la niña estaba tan agotada por el viaje que ya estaba totalmente dormida, su padre le acomodó la frazada y besó su frente, apenas las niñas se durmieron tomó su caballo y pidió direcciones a los aldeanos para llegar a la granja de los Hood, la granja no era excesivamente grande, pero si tenía el tamaño ideal para los animales y cultivos que por el invierno estaban paralizados.




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