Kayra la sintió incluso antes de que pasara el umbral, la había sentido hace unos días atrás, pero su esperanza era tan débil que prefirió guardarla para sí misma, pero ahora sabía que era cierto, luego de cien años de estar llena de incertidumbre, los rumores eran ciertos. Por otro lado, un siglo no era condena suficiente para Myrtha, el sentimiento de impotencia que se apoderaba de ella era colosal al recordar que logró escapar de su prisión.
Sacudió su cabeza, no quería esos pensamientos en ella porque debía estar eufórica, algo que le arrebataron hace mucho tiempo había regresado y el sentimiento era tan palpable, genuino, estaba tan a flor de piel que no dejó que los problemas lo eclipsaran.
Cuando Freya cruzó el umbral acompañada de un caballero humano ella no pudo reprimir más su júbilo, se levantó de su trono sin importar lo que Aren pensara, sin importarle dañar su elaborada capa o tropezar con ella, aunque la joven retrocedió porque no la recordaba, cosa que le dolió como si la hubieran azotado, pero no le impidió abrazarla.
La joven después correspondió al abrazo y finalmente las lágrimas hicieron su aparición, lloró por todo lo que la había echado de menos, por el tiempo que le habían robado cuando era una bebé y tuvo que entregarla en una misión sin sentido porque tenía un deber con su pueblo.
Pero ahora eso le importaba en lo más mínimo, su hija estaba de nuevo a su lado, esa gran parte de su vida que se había fracturado y que pensó que no volvería a ver, pero ella había vuelto como le prometió a Herón, cuando su tierra la necesitara ella regresaría, Kayra se sentía completa por primera vez en mucho tiempo, aunque el momento fue importunado por Aren y la reina elfina aprovechó para limpiar sus ojos llenos de lágrimas.
— Regresaste. — indicó el padre de la elfina, con su voz majestuosa e intimidante.
Tanto su hija como el príncipe hicieron una reverencia al escuchar aquella voz tan imponente, ambos jóvenes se les quedaron mirando con detenimiento, como si los estuvieran evaluando. Ella también la estaba evaluando y se dio cuenta que Freya seguía tan hermosa como siempre, con sus cabellos lacios de plata y los deslumbrantes ojos violeta iguales a los del rey.
— Gracias por acompañarla joven príncipe, pero ya puedes retirarte. Mis soldados te escoltaran. — le indicó el rey sin titubear.
— Yo no pienso irme aún. — respondió el muchacho con rapidez. — Mi misión ni siquiera ha empezado.
— No tienes nada que hacer aquí. — contraatacó el rey Aren cortante.
Kayra levantó la mano hacia su esposa, en señal de que se callara.
— Sabes bien que, si tiene algo que hacer, pero lo discutiremos más tarde. Príncipe de Venela mi cortejo te acompañará para que puedas descansar, debemos conversar a solas con nuestra hija. — intervino la reina con calma, Cilliam asintió y se alejó de la habitación.
Kayra no esperaba menos de su esposo, ya habían discutido cientos de veces ese tema y él mantenía su posición de deshacerse del humano, pero ella siempre se interpuso. Sabía que su hija tenía una conexión con Herón y la sangre de ese difunto rey corría por la del joven príncipe, se necesitarían mutuamente en el camino para cumplir su misión.
El joven no abandonaría el deber con su pueblo y Freya no debía cagar ese peso ella sola, desde que los monarcas de Venela habían aparecido en la vida de su hija, ella había sido consciente que permanecerían allí por un largo tiempo, pero eso era información que guardaba para sí misma.
—Ven Freya, debemos hablar de muchas cosas. — le ordenó su padre.
*****
Caminaron un rato en silencio, Astrid no podía evitar sentirse intimidada, pero sin lugar a dudas disfrutó tanto aquel momento con su madre, su verdadera madre, de pequeña cuando creía que era una mortal, obviamente. Se paraba a pensar en las noches como era su madre y ahora por fin la conocía y había cumplido todas sus ilusiones.
Cuando la reina salió corriendo a abrazarla se sintió querida por primera vez, querida por alguien que se suponía debía amarla y eso hizo experimentar por pocos segundos la auténtica felicidad. Su tía Madeleine y Adela nunca la amaron a pesar de que debían, a pesar de que eran familia. Solo Philip se atrevió a hacerlo.
— Tenemos muchas cosas que comentarte, pero será mejor si nos indicas que sabes ya. — le pidió la reina amablemente.
— Carrie. — empezó Astrid, pero se interrumpió porque seguro no la conocerían por ese nombre. — La Morrigan me ha explicado cosas de mi vida pasada, sé cómo termino.— dijo con la voz entrecortada.— Y lo lamento.
Su madre en ese momento le tomó la mano con cariño
— Sé que debía cuidar de esta tierra, que por alguna razón me enviaron a Oren para después traerme de vuelta, que me enfrenté a Myrtha y vencí, pero todo esto lo sé porque me lo han contado, no porque lo recuerde. — se sinceró y los reyes se alarmaron al escuchar aquella confesión.
— Entonces tenemos que hablar con los druidas, ellos te ayudaran a recordar. — dijo su padre.
— Haré lo que sea para recordar quién era. — afirmó ella con severidad.
— Quiero que sepas la verdad Freya, como tu padre y rey debo ser sincero contigo, pero prefiero poner las cartas sobre la mesa cuando ya sepas quién eras antes y las cosas que hiciste. -respondió él con un gesto sombrío, llenándola de inquietud