No cabe civilización alguna sin estabilidad social. Pero antes de poder tener una buena
estabilidad social primero debemos priorizar la estabilidad individual.
El laboratorio se sentía más pesado que de costumbre, las luces vibraban mientras se notaban las manchas de sangre en el piso. Algo pasaba. Él lo sabía. Se mostraba en su placa: «Minerva»
Ocultando su identidad desde el inicio, que raro... Pero, por supuesto... Es preciso tomar parte en este juego.
Cargaba consigo una jeringa, el líquido dentro... sí, lo había hecho. Fue hacia unas pequeñas capsulas, estas no eran tan pequeñas como podrías imaginar y en su interior cargaban cuerpos. Cuerpos deformados que caían sobre la peste misma. Minerva abrió una capsula, era una persona, si se pudiese considerar. La criatura lo observo.
Miedo. Eso sentía. Tenían un collar de episodio y ropas que apenas los cubrían. Vendas, vendas rotas. Minerva, que no tenía más de 20 años, alzó la aguja y...
En su forma de esclavo, la criatura #00627 logró por fin el cometido. Comenzó a retorcerse luego de haber digerido todo ese líquido. Gritaba. Gritaba desesperadamente buscando ayuda, los demás, los demás como ella lo veían, veían como se quiso acercar a Minerva para que parara, antes de llegar, Minerva alzó la mano con un aparato que al presionarlo emitió un ruido. Para el oído humano era indetectable, pero para la criatura recién inyectada...
Ella miró dentro de sí misma, su alma misma se retorcía, y aun en su condición de esclavitud perdió el control por una fracción de segundo. Esa fracción de segundo bastó para que la duda concebida por mera curiosidad tomara forma y la dividiera en dos entidades espirituales que poco a poco se desprendía radicalmente de su origen.
"Benditos los que caen en este pozo de peste llamado realidad, aquellos que decaen colaborando con la vida misma, quienes traen la plaga y caerán."
¿Qué era ahora? ¿cómo se veía? Sólo espera... Ya no puedes huir de ti mismo. Ya no más...