La persona feliz es aquella que se dedica a copiar felicidad ajena, clonándose con el resto. Yo no sé quien soy. Soy la persona menos indicada para definirme a mí mismo. Somos más de lo que hacemos, pero cada cosa que hacemos nos delata como persona, definirse es limitarse, es decir que hasta aquí soy yo, pero en realidad no llega hasta ahí. Hacer cosas transforma al mundo y te transforma a ti porque cada vez revelarás más cosas de ti que apuesto antes no sabías.
Mac desesperada. ¿De dónde vino? ¿Por qué decía eso? ¿Por qué, precisamente, a ella?
—¿Mac? —John la observa, desconcertado. No esperaba verla haciendo fuerza contra una cerradura—. La última persona que pensé que Jane seguiría.
—Vaya, ¿había una fiesta y no me invitaron? —Mac arquea una ceja con burla, sin dedicarle la mirada.
—Esto es algo confuso... —le susurra Alya a Jane.
—Me voy. Y si quieren vivir, les sugiero que hagan lo mismo. Salgan de aquí. —Con un movimiento rápido, quita el cerrojo.
Alta contradicción, ¿no? La muerte está tan segura de ganar que nos otorga toda una vida de ventaja. ¿Por qué no crear una mentira que sea nuestra propia realidad? ¿Qué se gana al adaptarse?
Corrieron. No pensaron. Solo corrieron. Mac iba adelante, sin mirar atrás, sin detenerse. Pero el sonido de pasos... no eran solo los suyos. Miró de reojo. Un grupo. Ocho personas. Jadeantes, aterrados, siguiéndola sin que ella se lo pidiera.
"¿Desde cuándo están aquí?"
Se obligó a ignorarlos. No le importaban. No la afectarían. Pero cuando giró en una esquina y se detuvo en seco, sintió su peso. Estaban ahí. Todos esperaban... ¿qué? ¿Una orden?
"Mierda."
El olor a hierro se hacía cada vez más fuerte. John tragó en seco, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. Se acercó a Mac, aun intentando recuperar el aliento.
─ ¿Así que... estamos huyendo de muertos que, por alguna razón absurda, han vuelto a la vida? ─Su tono era una mezcla entre incredulidad y miedo.
─Algo por el estilo ─respondió Mac, sin apartar la vista de la calle.
─Tengo muchas preguntas ─intervino Alya, con los brazos cruzados─, pero creo que prefiero dejarlas para cuando estemos... a salvo.
─ ¿A qué te refieres? ─preguntó un chico de ojos claros.
Alya no respondió. Se asomó con cautela por encima de unas cajas y tragó en seco. En la lejanía, las sombras se movían con pasos torpes... pero cada vez más rápidos.
─Sí... comprendo ─murmuró Mac, enderezándose. Su mente trabajaba a toda velocidad─. Tenemos que movernos.
─ ¿A dónde? ─preguntó John.
Mac señaló un depósito cercano.
─Ahí.
El grupo giró hacia el depósito, pero al hacerlo, Mac se percató de que los leprosos de aspecto asqueroso habían aumentado el paso. La amenaza se acercaba con cada segundo. John se acercó a ella.
─ ¿De verdad vas a guiarnos a la muerte, Mac? ─preguntó, con una sonrisa torcida.
Mac no respondió inmediatamente. Miró hacia los leprosos, su mente calculando, buscando la mejor forma de escapar.
─ ¿Sacrificarás a alguien? ─la voz de John, más baja y calculadora, resonó en sus oídos.
Mac, sin apartar la vista de los muertos vivientes, rió con frialdad.
─O quizás cuando me dé la vuelta, te largues, más tranquila...
John se acercó un paso más, ahora frente a ella.
─ ¿Qué estás insinuando? ─preguntó, cruzando los brazos.
─Lo evidente ─dijo John, manteniendo la mirada fija en ella.
─Ja, ahora entiendo.
─ ¿Qué entiendes? ─preguntó, sin apartar la vista.
─Desconfías ─murmuró Mac, sin mostrar ningún signo de intimidación.
El silencio entre ellos era denso, pesado, como una tormenta que se avecinaba.
─ ¿Debería? ─John respondió, un desafío claro en su voz.
El momento se rompió cuando Alya, con su voz más alta, intervino.
─ ¿Qué tanto murmuran? ¿Cómo vamos a salir de aquí?
─ Alya, no te preocupes. Mac siempre tiene algo en mente. ¿Verdad, Mac?
La chica le dirigió una mirada que parecía desafiarlo, como si le dijera que no estaba tan segura como él creía.
─Claro ─respondió finalmente girándose hacia el grupo.
─Entonces... Te seguimos, je-fa... ─murmuró John, pero algo en su tono sugería que su burla era más por interés que por desdén. Como si el peligro no estuviese presente en él.
El ruido de los leprosos en aumento los empujó a tomar acción. Mac echó un vistazo a todos, sabiendo que no podía dejar que su inseguridad los paralizara más.
─Síganme.