La búsqueda del sentido de la vida los llevó al fracaso. Hay que dejar atrás tradiciones antiguas y aceptar que el sentido de la vida lo toma el individuo mismo. En este mundo, fracasar es muy común, entonces... ¿somos libres de verdad? Depende, la libertad no es obtener lo que quiero si no tener autonomía en la elección. La libertad, a diferencia del sueño o el deseo supondrá un comienzo de realización, realización que va a aparecer cuando uno está a la espera de eso que uno quiere se haga. El dolor, el dolor educa, pero nadie sufre por sufrir, pero es inevitable. Ese dolor, por ello mismo, no se tiene que evitar, se tiene que profundizar, cuando ese dolor es rechazado, se repetirá constantemente.
Apenas cruzaron el umbral, el portón se cerró de golpe tras ellos con un chirrido oxidado. El impacto hizo temblar la estructura cuando los primeros zombis chocaron contra la barrera, gruñendo y golpeando con desesperación.
—Enzo, deja eso —se oyó una voz áspera y fría, proveniente de un chico bajo en comparación con los demás. Su tono sonaba autoritario, casi molesto.
El mencionado, Enzo, soltó la cerradura del portón con un resoplido. Sus nudillos estaban tensos por la presión de sus manos. Los infectados comenzaron a golpear con más violencia las varas de metal, arañando y empujando con la fuerza de su hambre insaciable.
—¿Se encuentran bien? —preguntó un chico que se acercó con expresión serena. Era alto, de cabellos blancos como la nieve y un aura tranquila que contrastaba con la tensión del momento.
Jane notó que tenía el brazo moreteado y, con preocupación evidente, preguntó:
—Sí, pero... tú no te ves bien. ¿Estás herido?
El chico miró su propio brazo con una media sonrisa despreocupada.
—No es nada, no te preocupes por mí. Estoy bien, por poco.
Antes de que Jane pudiera responder, John se interpuso entre ambos y la apartó con una mano firme sobre su hombro.
—No te acerques mucho —le advirtió con una mirada seria—.no sabemos nada de ellos.
—¿Cómo dices que te llamas? —preguntó Mac, ahora poniéndose frente a él.
—¿Acaso eso importa? —intervino otro del grupo, un joven alto de cabello rojizo. Su tono era áspero y lleno de frustración—. ¡Se ven patéticos! No pueden ni valerse por sí mismos, son una carga.
—¡Cielos! ¡Casi morimos! —interrumpió otro, esta vez el más pequeño de ellos, quien frunció el ceño con molestia—. Les dije que no debíamos involucrarnos. Entonces... ¿Por qué siquiera los ayudamos? —cruzándose de brazos con fastidio—. Casi hacen que nos maten.
—Sé bueno, Nolan —dijo el chico castaño de lentes—. Cualquiera hubiese hecho lo mismo en esta situación.
—Esto es una mierda —masculló Nolan, desviando la mirada.
—Al fin y al cabo, nada es de tu agrado —le replicó el pelirrojo con cansancio—. Deja de quejarte... Estoy agotado.
Un breve silencio se apoderó del lugar hasta que, de manera inesperada, el chico volvió a hablar con calma:
—Soy Hans.
Mac lo miró con curiosidad.
—¿Qué dices?
—Mi nombre —repitió él, mirándola con serenidad—. ¿No querías saberlo?
La pregunta quedó flotando en el aire, sin respuesta inmediata.
John miró a su alrededor, analizando el lugar y a las personas que los rodeaban. Sus ojos reflejaban desconfianza cuando finalmente preguntó:
—¿Qué se supone que es esto?
Se encontraban en una fábrica, algo malgastada por fuera, olía a óxido, pero no era peor que el olor de las calles, se veían los conductos desde afuera y no estaba tan sucia, era como si recién la hubiesen abandonado. Claramente no era la opción más segura con la que contaban. El chico castaño les ofreció entrar, éste mismo se presentó. Noah. Noah es su nombre.
— ¿Cómo llegaron a esta situación tan desagradable? — pregunta Noah.
Conocerse no los ayudará a sobrevivir—. Dice el chico rubio. El tal Nolan. Así lo llamó Noah quien al parecer resultaría ser el líder del grupo, era alto de pelo castaño y con lentes.
— No digas eso, es algo agradable el conocernos.
— ¿Agradable? Patético. — responde el pelirrojo.
— Si no es de tú agrado, Jack ¿por qué no vas a patrullar o ver si los infectados se han ido?
— Bien, lo haré. Pero no porque me lo pidas, Noah, es porque no soporto el ambiente de este lugar─ el pelirrojo tomó un tubo que estaba en el piso, dio un portazo y se fue haciendo un chasquido con su lengua.
— Perdonen por ello, están algo alterados, yo soy Noah. Y, por ahora, soy el que mantiene a este grupo en pie. ustedes no han dicho nada en todo este tiempo, ¿Cómo se llaman?
— Jane, Jane Jones.
— Que lindo nombre, Jane.
— Gracias— respondió sin poder dirigirle la mirada.
— Mackenzie Monroe.
— Yo soy Enzo— El chico alto de cabello oscuro se presentó, este tenía un bate en mano, y unos ojos pensativos.
— Gracias por lo de allá fuera─ le responde Mac.
— Esto es una pérdida de tiempo. —resopla Nolan.
— Bueno, ni que fuese necesario saber tú nombre.
— ¿Eh? ¿no quieres saberlo? — Nolan se cruzó de brazos
— No quieres decirlo.
El chico suspira.
— Está bien, mi nombre es Finn. Finn Nelson.
— ¿" Nolan..."?
— Es...— Finn da una media vuelta apartando la mirada— Sólo Finn Nelson. ¿bien? No me hagas de menos, soy más fuerte que tu.
─Vaya, así que aflojaste.
—¡¿Qué dijiste?!—se desenvolvió los brazos algo irritado
—¡Hey! ¿Qué sucedió aquí?
Entra una chica rubia, con ojos claros. Sinónimo de: Problemas... Ya verán porqué, claro, tenía que ser rubia. De vez en cuando, deberían hacerme caso.
—Hermano, duraron demasiado. — Una voz se oye desde una de las pequeñas salas del lugar. —¿Quiénes son?
Noah invita a los chicos a pasar, sin mostrar sorpresa por la entrada repentina.
—¡Sabes que apenas nos alcanza la comida! Esto no es un hospedaje donde puedes traer a tus invitados, Finn. — El chico alto, con chaqueta roja, no parece muy contento con la situación.