Todos ardemos, no importa tu inútil esfuerzo por apagar ese edificio. Sólo lograrás propagar más las llamas. El calor era sofocante, el fuego la abrumaba. Todo era rojo. Se oían gritos, sombras, sonidos raros. Era como un infierno.
—¡Jane!
Se escuchó de pronto.
Jane intentó acercarse a la sombra de donde provenía el grito, pero el fuego no la dejaba pasar.
—¡Corre!
Se despertó de golpe. Estaba sudando, sus piernas temblaban, hacía mucho calor. Trató de recuperarse sentándose al borde de la cama, su corazón seguía latiendo con fuerza.
—Maldición...—susurró y miró hacia la puerta.
Se incorporó colocándose una chaqueta y sus zapatos, salió al pasillo en busca de aire fresco, o en busca de algún consuelo. Allí encontró a Hans, sentado cerca de la puerta principal mientras esperaba a Axel, con quien estaba patrullando.
—¿Pesadillas? —preguntó de repente sin mirarla.
Jane se acercó.
—Más con lo que viene. Pero supongo que es como lo que dejamos atrás. —su voz temblaba, sólo se sentó al lado de él.
—¿Todo bien? —insistió él, esta vez mirándola.
—Sólo fue un mal sueño...
Hans iba a responder, pero de pronto se oyó un ruido en seco, sonó como un golpe. Ambos se tensaron cuando giraron la cabeza de golpe.
—¿Escuchaste eso...? — su voz seguía temblando, susurró viéndolo.
Él asintió mientras se apretaba los labios y tomaba la linterna con más fuerza.
Al otro lado de la sala, Mackenzie también logró escuchar el ruido. Algo estaba arrastrándose y arrastrándose, esperando ser visto y oído.
—¿Lo oíste? —le murmuró a Finn mientras se incorporaba al borde la cama.
Finn abrió un poco los ojos y se levantó, viendo hacia la puerta.
—No parecía ser el viento.
Mac empezó a colocarse su camisa y a atarse los zapatos y Finn rápidamente se incorporó, tomó un tubo metálico y le tiró a Mac su linterna. Abrieron la puerta y se asomaron un poco. Encontraron a Jane y a Hans.
—¿Todo está bien? —preguntó Mac con un tono de alerta.
—¿Qué hacen aquí? —Finn bajó su tubo metálico.
—Escuchamos un ruido, como algo arrastrándose. —respondió Hans.
—¿No... fueron ustedes? —Mac se preocupó.
—¿No tenías que patrullar con Axel? —Finn enarcó una ceja—¿Dónde está?
Hans se encogió de hombros hasta que el mismo Axel apareció.
—¿Qué hacen todos despiertos?
Alumbró con su linterna y notó la tensión del grupo.
—¿Escuchaste? — preguntó Jane casi susurrando.
Axel asintió.
—Me preocupé cuando no vi a Hans en su puesto. Amigo, no hagas eso.
Esta vez crujió una puerta, el sonido parecía sacado de una película de terror. Se escuchaba como carne raspando metal. Todos lo reconocieron.
—Puede que sólo sea uno...
Murmuró Finn.
—Como puede que no.
Respondió Axel.
Un sonido pesado cayó sobre ellos.
—Hay que buscar a los demás...
Empezaron a retroceder.
—Jane, ve con Axel, busquen a Jackson. Yo iré a buscar a Noah. Finn, ve a buscar a Enzo junto con Mac.
Cada grupo desapareció. El crujido volvió a escucharse. Más. Más fuerte. Y esta vez, no venía solo.
Jane y Axel corrieron sin parar, Axel sólo se aseguraba de que ella lo siguiera.
Hans, por su lado, sentía como si el pasillo hacia la habitación de Noah se achicara, él comenzaba a asfixiarse. Al llegar, la puerta estaba entreabierta por lo que le dio un escalofrío y abrió rápidamente la puerta, alerta por cualquier cosa que podría encontrar.
Miró hacia su cama.
No estaba.
Su mirada se dirigió hacia el gran ventanal donde yacía una silueta. Bajo la tenue luz de la luna se encontraba Noah, contemplando el cielo como si nada más existiera.
Hans se acercó lentamente.
—Tenemos problemas—. Dijo al fin.
Noah giró su rostro sutilmente, lo suficiente para que Hans viese su rostro. Parecía ya estar esperando este momento. No era miedo. No era sorpresa. Hans tragó saliva.
Noah se acercó. Hablaron.
—¿Qué...?
Respondió al momento que su linterna cayó al suelo.
—No...
Retrocedió.
—Estas enfermo...
Lo observaba. Serio, casi triste.
Él se giró rápidamente y comenzó a correr. No dijo nada y no miró atrás.
Finn comenzó a tocar la puerta de la habitación de Enzo. No hubo respuesta. Abrió la puerta con fuerza y comenzó a observar. Estaba vacío.
—Genial.
Dijo Finn, frustrado.
—No hay señales de Hans ni de Noah— Entró Mackenzie— Ya están con Jack. Tu búscalos y yo voy a la azotea. Ahí puede estar Enzo.
Finn dudó.
—¿Sola?
—Podré sola.
Su voz iba tan rápido como sus piernas cuando comenzó a correr en dirección hacia la azotea. Abrió la puerta y alguien la esperaba detrás. El aire de la madrugada le pegó en la cara. Allí estaba Enzo.
Él volteó a verla, estaba agitada.
—¿Silver? —se acercó a ella—¿Qué sucede?
—Abajo...—dijo, casi apenas—ruidos. Noah no está, Hans lo buscó. Hay....
Enzo quedó helado, su expresión cambió. No era miedo, no...
Él la tomó del brazo para reincorporarla. En eso un crujido metálico rompió el silencio. Era... un micrófono... como un parlante encendiéndose. Enzo se puso alerta. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Ambos se miraron al mismo tiempo y salieron corriendo.
Buscaban a Hans. No estaba. En su lugar apareció Noah.
—¿Están todos bien? ¿falta alguien?
Reincorporó otra vez al grupo. Hans no estaba. El resto estaba sudando, jadeando o con algunas manchas en la ropa. Entonces se escuchó. Una chispa. Un zumbido eléctrico en el aire. Y luego, la explosión.
El suelo tembló bajo sus pies. Las luces titilaron una última vez antes de apagarse por completo. Una onda de calor los envolvió, y el rugido del fuego creció en segundos. La fábrica empezó a arder.
Jane se quedó congelada.
—¡Jane! —gritó Axel, pero ella no reaccionó.