El susurro del umbral

CAPITULO 1

NARRA DALTON

Camino hacia el colegio con la mochila colgando de un solo hombro y los audífonos apagados. No quiero música. Quiero silencio. Quiero escuchar si algo me sigue.

Los carteles en las calles están más desgastados que ayer. Uno anuncia un retiro espiritual para adolescentes con poderes espectrales. Otro, una academia privada para “canalizadores certificados”. El más nuevo, muestra una advertencia del Ministerio del Velo.

Me detengo frente a ese último. Hay algo en la palabra “nombre” que me aprieta el pecho. Como si alguien lo estuviera pronunciando justo ahora, detrás de mí. No me giro. Sigo caminando.

Hace cincuenta años, los fantasmas aparecieron. No como sombras suaves ni como suspiros en la noche.

No.

Aparecieron como gritos. Como cuerpos que se movían sin carne. Como niños que hablaban lenguas muertas. Como adolescentes que se desangraban sin heridas.

La humanidad no tuvo opción. El velo se rompió. Y desde entonces, cada adolescente desarrolla un poder espectral entre los trece y los diecinueve. Ver, oír, sentir… o el más raro: hablar.

Yo tengo diecisiete. Y nada. En un mundo fantástico me toco ser otra más común y corriente.

Llego al colegio justo cuando el reloj marca las 07:59. El portón se cierra tras de mí con un chirrido que parece un lamento. En el aula 3B, nos espera la primera clase del ciclo: Fenomenología Espectral I.

El profesor entra. Se llama Gálvez. Tiene la piel pálida, como si nunca saliera de día.

—Bienvenidos a la clase más importante de sus vidas —dice sin sonreír—. Aquí aprenderán a identificar, clasificar y sobrevivir a los entes que nos rodean.

Todos se acomodan. Algunos ya tienen sus poderes. Lo sé porque murmuran entre ellos cosas como:

—Ayer vi un Errante en el baño.

—Mi hermana fue reclutada por la Academia de Canalizadores. Dice que los Hostiles huelen a metal quemado.

Yo bajo la mirada. No tengo nada que decir.

Gálvez dibuja tres círculos concéntricos en la pizarra.

—Nivel Bajo: Sombras. No interactúan. No son conscientes.

—Nivel Medio: Errantes. Tienen memoria. Pueden manipular objetos.

—Nivel Alto: Hostiles. Pueden poseer, herir, matar.

—Y luego están los Demonios. No son fantasmas. No fueron humanos. No tienen límites. Desde que los mundos colisionaron, los demonios pueden ingresar a nuestro plano -. Silencio -. Cumpliendo ciertas condiciones -. Nos tranquiliza.

Alguien traga saliva. Yo también.

—Recuerden: los entes solo se manifiestan entre las 18:00 pm y las 05:00 am. El toque de queda no es una sugerencia. Es una sentencia. Si están fuera después de esa hora… no esperen ayuda.

La clase termina. El sol empieza a caer. Todos se van en grupos, hablando de sus visiones, de sus sueños, de sus entrenamientos. Yo camino sola.

A las 17:58, estoy a tres cuadras de mi casa.

A las 18:00, el cielo se apaga.

No hay atardecer. No hay transición. Solo oscuridad.

Corro.

Las farolas parpadean. Una se apaga justo cuando paso debajo. Siento algo detrás. No lo veo. No lo escucho. Pero lo siento.

Corro más.

Una sombra cruza la calle. No tiene cuerpo. No tiene rostro. Pero tiene intención.

—Dalton… —susurra algo. No sé si lo escucho o lo pienso.

Llego a casa. Abro la puerta. La cierro de golpe. Me quedo apoyada contra ella, jadeando.

Silencio.

Y luego…

—Dalton… —dice una voz. Desde el pasillo. Desde el espejo. Desde dentro.

No hay nadie más en casa.

Pero alguien me llama.

Y esta vez, sé que no está afuera. La temperatura baja. Humo blanco sale de mi boca. La piel se me eriza. Y temo ver hacia el espejo… alguien entro.




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