CAPITULO 3

NARRA DALTON

El sol apenas se asoma cuando Gael me deja frente al colegio. Su mirada es más seria que de costumbre. Me entrega una pequeña caja de madera.

—No la abras a menos que escuches tu nombre tres veces desde un lugar vacío.

—¿Qué hay dentro?

—Protección. O condena. Depende de cómo la uses.

No pregunto más. En este mundo, las respuestas suelen doler más que las dudas.

Antes de irse, me toma del brazo.

—No confíes en nadie que no parpadee.

Y se marcha.

Las clases pasan como sombras. En Fenomenología Espectral II, nos muestran grabaciones de posesiones. Una chica de quince años se arranca las uñas mientras canta en arameo. Un chico de diecisiete se ríe mientras su cuerpo se quiebra en ángulos imposibles.

Mi mejor amiga Lía, que ya manifestó audición espectral, me acompaña de regreso a casa. Camina con los audífonos apagados.

—No sirven de nada —dice—. Los ruidos se meten igual. A veces escucho a mi abuela llamándome desde el sótano. Murió hace seis años. Nunca vivió con nosotros.

—¿Y cómo lo manejas?

—No lo hago. Solo sobrevivo.

—Me gustaría poder ayudarte —. Digo abrazándola.

—Lo sé —. Me abraza y suspira en mi cuello —. Te quiero mucho Dalton.

—Yo te quiero más. Me entregaría a los demonios para salvarte.

—Lo sé. Pero eso no ocurrirá. Me entregaría primero por ti.

En la esquina de mi calle, tres adolescentes nos esperan. Visten como detectives: gabardinas negras, guantes, insignias con símbolos que no reconozco. Uno de ellos, el del centro, tiene ojos grises como ceniza y una cicatriz en forma de espiral en la muñeca.

—Dalton y Lía —dice—. Somos del equipo Declive. Mucho gusto —. Extiende la mano —. Declive Moris —. Saluda —. Necesitamos hablar con ustedes.

—¿Sobre qué? —pregunto.

—Sobre lo que ocurrió en el colegio. La posesión del aula 2C. Hay indicios de que el ente se manifestó cerca de ustedes.

Nos miramos. Asentimos. Los llevamos a casa.

En la sala, los tres se acomodan como si fuera una oficina. El líder, Declive Moris, se sienta frente a mí. Su mirada me atraviesa. No como amenaza. Como reconocimiento.

—¿Has sentido algo extraño últimamente? Voces, reflejos, sueños que no parecen tuyos.

—No —miento.

—Tu amiga dice que estuviste cerca del espejo cuando ocurrió la manifestación. Es posible que tengas manifestaciones frente a espejos.

Lía me mira. No dice nada. Pero su silencio pesa.

—Queremos reclutarla —dice uno de los chicos, señalando a Lía—. Su audición es precisa. Puede identificar entidades por tono.

—No me uno sin Dalton —responde ella —. Así que es un no. Rotundo.

Declive me observa. Luego se levanta.

—Vamos a hacer el examen. Según se dice aun no manifiestas don.

—¿nos aceptaran a ambas? —. Lía se mira entusiasmada.

A veces siento que soy la piedra en su zapato.

—Solo si ella tiene un don. No queremos cargas.

Montan la escena en mi sala. Apagan todas las luces. Colocan tres espejos enfrentados, formando un triángulo. En el centro, una vela negra. En cada esquina, una piedra de ónix.

—Si tienes don, los espejos reaccionarán.

Me siento en el centro. El aire se vuelve denso. Declive murmura palabras en un idioma que no reconozco. La vela tiembla. Los espejos se oscurecen.

—Dalton… —dice una voz. Desde todos los espejos. Al mismo tiempo.

Veo algo. Una figura. Un rostro. No humano. No muerto. Algo entre ambos.

Y lo escucho.

No solo la voz. Escucho su intención. Su hambre. Su historia.

Grito.

Los espejos se rompen.

La vela se apaga.

Declive me sostiene antes de que caiga.

—No estoy seguro —. Jadea Declive —. Pero parece que tienes visión y audición espectral. Es raro. Peligroso. Y necesitas supervisión inmediata.

Todos parecen sorprendidos. Asustado. Aterrados.

—¿Por qué? —. Todavía no proceso todo.

—Porque los demonios buscan receptáculos dobles. Puedes verlos y escucharlos… y ellos pueden usarte para hablar.

“esta mejor sin don”

Después del toque de queda, los chicos se marchan. Lía se queda. Dormimos en el mismo cuarto. A las 03:17, escucho algo en la ventana.

—Dalton… —dice. Pero esta vez, no es una voz. Es un grito. Desde dentro del cristal.

Al día siguiente, el colegio está en silencio. En la entrada, un cartel nuevo.

“se estiman avistamientos, no caminen solos, eviten lugares oscuros.”