El susurro del umbral

CAPITULO 5

NARRA DALTON

El cielo está gris. No por nubes. Por respeto.

El funeral de los diez adolescentes se realiza en el patio central del colegio. Las urnas están alineadas como soldados caídos. Nadie habla. Nadie llora. El dolor aquí no se expresa. Se contiene. Porque llorar puede atraer cosas que escuchan el sufrimiento.

Lía me aprieta la mano. Su pulso tiembla. El mío también.

El director del colegio lee los nombres. Cada uno es seguido por un silencio que pesa como plomo. Cuando menciona a la chica que se lanzó del techo, todos bajamos la mirada. Su última frase aún me persigue.

Después del homenaje, las redes estallan. Teorías conspirativas. Videos filtrados. Gente que afirma que los demonios están organizándose. Que los gobiernos lo saben. Que el toque espectral no es una consecuencia… sino una señal.

En casa, Gael me espera con la caja abierta. Dentro hay una piedra negra, una pluma blanca y un trozo de espejo roto.

—¿Lo escuchaste? —pregunta.

Su mirada y su tono me dicen que ya no puedo mentir.

—Sí. Y lo vi.

Le cuento todo. El canto. El hombre dorado. Los ojos dorados. El fuego en mi piel.

Gael no se sorprende. Solo asiente.

—Tu poder se ha manifestado. Y no es uno. Son dos. Visión y audición espectral. Eso te convierte en un canal. Y los canales… son puertas.

Me da su primera clase. No en una sala. En el sótano. Rodeados de símbolos, velas y mapas de energía espectral.

—Los espectros de nivel 1 son débiles. Pero si se agrupan, pueden abrir grietas. Tu tarea será cerrarlas. Y nunca, nunca respondas si uno te llama por tu nombre.

Dos días después, ingreso a la Academia Umbra. La más prestigiosa. La más peligrosa.

Lía entra conmigo. Tal como prometimos.

El edificio parece una iglesia abandonada. Techos altos, vitrales rotos, pasillos que susurran. Nos reciben con una frase grabada en piedra:

“Aquí no entrenamos héroes. Aquí evitamos el fin.”

En el vestíbulo, lo veo. A Declive. Me mira. No sonríe.

—Bienvenida —dice—. Hoy salimos al campo.

—¿No hay entrenamiento?

—No hay tiempo.

Nos entregan armas espectrales: cuchillos de obsidiana, frascos de sal, espejos de bolsillo. Nos explican que los espectros de nivel 1:

• Evitan la luz directa.

• Se alimentan de culpa.

• Son vulnerables al sonido puro (campanas, cantos limpios).

• Pueden ser destruidos si se rompe su vínculo emocional con el lugar.

Salimos en grupo. Un edificio abandonado. Antiguo hospital. El aire huele a óxido y arrepentimiento.

Lía escucha primero.

—Hay tres. Uno en el quirófano. Dos en la sala de espera.

Entramos. Declive lidera. Yo voy detrás. Mi corazón late como un tambor de guerra.

El primero aparece. Una sombra con forma humana. Sin rostro. Sin pies. Flota. Gime.

Declive lanza sal. El espectro se retuerce. Yo uso el espejo. Lo obligo a verse. Grita. Lía canta una nota aguda. El espectro se desintegra.

El segundo intenta poseer a uno del equipo. Lo toca. El chico cae en estado vegetal. Ojos abiertos. Boca cerrada. Cuerpo rígido.

—¡Toque espectral! —grita Declive—. ¡Rompan el vínculo!

Lía canta. Yo grito su nombre. El chico vuelve. Llora.

El tercero se esconde. Lo veo. Lo escucho. Me llama.

—Dalton…

Pero no es su voz.

Es la del hombre dorado.

Me paralizo.

Declive me empuja.

—¡No lo escuches! ¡No lo mires!

Pero ya lo hice. Y en ese instante, lo sé. No es un espectro. Es un demonio. La piel se me eriza. El frio me recorre. Y tengo esa necesidad de correr y gritar de terror.




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