El susurro del umbral

CAPITULO 6

NARRA DALTON

Las pesadillas no se detienen.

Cada noche, el hombre dorado camina sobre el agua. Me llama. Me canta. Y cada vez, su voz se parece más a la mía.

Me despierto empapada en sudor, con la caja de Gael apretada entre los dedos. No la he abierto.

La agencia no va bien. La primera misión fue un desastre. Un chico del equipo —Marco, 16 años, visión espectral— fue tocado por un Errante que fingía ser su madre. Casi muere. Solo porque actuamos a tiempo y el toque no fue completo. Casi lo perdemos. Y yo… no hice nada. Me paralicé.

Declive no me habló durante el regreso. Solo me miró. Como si ya supiera que algo en mí no está bien.

Gael me entrena cada noche. Me enseña a leer símbolos, a identificar vibraciones, a distinguir entre espectros y demonios por el olor. Dice que los demonios huelen a desesperación vieja. Como si el aire recordara el llanto.

Hoy, después de una sesión, me lleva al sótano. Me muestra una caja de madera. Dentro hay fotos. Documentos. Fragmentos de rituales.

—Es hora de que sepas la verdad sobre tu madre.

Me siento. El aire se enfría.

—Tu madre fue una Interlocutora. La mejor. Podía hablar con fantasmas de nivel 3 sin perder la cordura. Pero hace dieciocho años, durante el Despertar, algo la llamó. Algo que no era humano y no era muerto.

—¿Un demonio?

—No lo sabemos. Nunca lo identificamos. Solo sabemos que era poderoso. Que la hizo hablar en lenguas que no existen. Que la hizo escribir símbolos que aún no podemos traducir.

—¿Y cómo murió?

—No murió. Se desintegró. Frente a mí. Como si el mundo la rechazara.

—Dalton, las cosas están mal. Están ocurriendo cosas que no habían pasado antes. Puedo sentirlo en el ambiente. En el aire. Lo que ocurrió hace cincuenta años, hace dieciocho años. Parece querer volver a intentarlo.

Los escalofríos vuelven. Me recorren el cuerpo. Respiro y continuo con mi vida. Porque aquí no podemos huir. No hay a donde huir.

DIAS DESPUES

La agencia nos asigna un nuevo caso.

Una mansión en las afueras. Antigua. Sellada desde hace años. Un espectro de nivel 3 ha sido detectado. Gritos. Sangre. Un asesinato reciente. La víctima: una mujer de 40 años, madre de dos. Su cuerpo fue encontrado colgado del techo, con símbolos grabados en la piel.

Declive lidera el equipo. Lía viene conmigo. Nos preparamos. Sal, espejos, obsidiana, cánticos de protección.

Al llegar, el aire es distinto. No frío. No caliente. Solo… ausente.

Entramos. La mansión huele a madera podrida y perfume antiguo. Las paredes están cubiertas de espejos rotos. El suelo, de ceniza.

—Toque de queda en cinco minutos —dice Declive—. Prepárense.

Nos posicionamos. Yo en el pasillo central. Lía en la escalera. Declive en el salón principal.

—Lía, te quiero —. Le digo agarrando duro su mano.

—Y yo a ti —. Responde.

Me alejo. Pero algo se siente mal. A las 18:00, el mundo se apaga. Mi corazón late con prisa. Miro a Lía. Siento miedo.

El espectro aparece.

Una mujer. Flotante. Ojos negros. Boca cosida. Manos ensangrentadas. Todos se preparan para atacar. Pero entonces… Yo la escucho. No grita. No gime. Habla.

—Dalton… ¿puedes oírme?

Y yo… entiendo. No solo las palabras. El significado. El dolor. La historia.

—¿Quién eres? —pregunto.

Todos se giran.

—¿Con quién hablas? —grita Declive.

—Con ella —susurro.

—¡Eso es imposible! ¡Nadie entiende lo que dicen!

—Él ya viene —. Dice con dolor y mi cuerpo se paraliza —. Viene pronto.

Y entonces ocurre lo impensable. Yo le respondo.

—¿Quién viene?

—Eres la grieta. La puerta —. Grita. Un estruendo aturde a todos.

Los espejos estallan. Las paredes sangran. Y aparecen más. Cinco. Diez. Veinte espectros.

Todos flotan. Todos gimen. Todos se acercan.

Todos corremos. Nos defendemos. Miro a Lía. Corro hacia ella. Lanzo sal. Cadenas. Pero no llego a tiempo. Antes de poder jalar la mano de Lía. Uno la toca. Me mira con una sonrisa siniestra como si ese hubiera sido su objetivo.

—¡Lía! —. Grito. Ella cae. Convulsiona.

Declive grita órdenes. Nadie escucha. Todos me miran.

—¡retirada! —. Alguien me jala.

Intento jalar a Lía pero no me lo permiten. Otro chico cae. Miro que es Declive quien me lleva arrastrando.

—¡reacciona! —. Grita —. ¡todos están muerto y si no salimos seremos los siguientes!

—¡Lía! —. Grito. Sintiendo como mi voz desgarra mis cuerdas bucales. Como el corazón se me parte en mil pedazos.




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