El susurro del umbral

CAPITULO 8

Semanas después.

NARRA DALTON

Desde el día de la muerte de Lía, no duermo.

Investigo.

Leo rituales prohibidos. Interrogo espectros. Me infiltro en misiones secretas. Actuó sola. Declive sospecha, pero lo mantengo al margen. Deje la escuela. Es una pérdida de tiempo.

Descubro símbolos que no deberían existir. Lenguas que no tienen origen. Conexiones entre posesiones. Entre suicidios. Todos llevan a un nombre.

“Lucifer Estrella de la Mañana, el ángel caído. Satanás.”

Cada noche. En mi mente. Miro al hombre dorado acercándose. Camina sobre el lago negro. Es hermoso. Al principio me causaba miedo. Ahora me hela los huesos al punto que siento que voy a quebrarme.

Salgo después del toque de queda. Lo hago cada noche. Los espectros hablan más cuando creen que nadie escucha. Y yo… los escucho.

Esta noche, estoy en el cementerio de San Jerónimo. Hay una tumba marcada con símbolos que no aparecen en ningún libro. Me siento frente a ella. Cierro los ojos. Y espero.

—Dalton… —susurra una voz. No humana. No muerta. Algo entre ambos.

—¿Quién mató a Lía? —. La misma pregunta siempre.

—Ella fue elegida. Tú eres la grieta.

—Dame un nombre —. Exijo mientras mi cuerpo tiembla.

Podría morir en este momento. Podrían atacarme. ¿a quién le importa?

—Él no tiene un solo nombre.

—¡Habla o destruiré tu fuente! —. Gruño con los ojos cerrados.

Alguien me sujeta del brazo sacándome del trance.

—¡¿Qué demonios estás haciendo?! —grita Gael.

Abro los ojos. Mi tío está detrás de mí. Furioso.

—¿Estás hablando con espectros sin protección? ¿Después del toque? ¡te volviste loca!

—Estoy investigando.

—Estás cavando tu tumba —. Grita.

Me lleva a casa. Me encierra en el sótano. Me obliga a sentarme frente a tres espejos. Me hace repetir un ritual de identificación. Y verificación que no he sido poseída por ningún ente.

Y entonces ocurre. Uno de los espejos se oscurece. El segundo vibra. El tercero… canta.

—Tienes tres dones —. Gruñe como si eso fuera lo peor que esperaba —. ¡maldición! ¿Por qué ahora? —. Patea la pared.

—¿Qué significa?

—Que eres peligrosa. ¡buscada y deseada! Por humanos, entes y demonios —. Gruñe y mi pongo fría.

—De ahora en adelante, no vas a salir sola. Pediré tu baja de la agencia.

—Como quieras —. Digo indiferente y me alejo.

Los días pasan y no le hago caso. Sigo investigando.

Las misiones se acumulan. Yo me vuelvo letal. Precisa. Impenetrable. Declive empieza a quedarse atrás. Yo veo antes. Escucho antes. Actúo antes.

En una limpieza de espectros de nivel 2, destruyo cinco en menos de tres minutos. El equipo me mira como si no fuera humana.

—¿Cómo lo haces? —pregunta uno.

—No lo pienso.

Pero el dolor no se va. Y cada noche, el hombre dorado se acerca más. Esta noche, sueño que estoy en un lago.

Negro.

Silencioso.

Él camina sobre el agua. Su cuerpo brilla. Su rostro es perfecto. Sus ojos… dorados.

—Dalton… —dice. Cada silaba me eriza la piel. Me hace temblar de miedo. De frio.

—¿Quién eres? —. Mis dientes castañean.

—Soy lo que tu madre vio antes de morir.

—¿Por qué me llamas?

—Porque tú eres mía.

Se acerca. El agua se quema bajo sus pies. Yo no puedo moverme. Su mano se extiende.

—Dalton… —repite.

Y esta vez, lo dice tres veces. Dalton, Dalton, Dalton…

—¡aaah! —. Me despierto gritando.

La caja de Gael está abierta. En su interior el espejo roto. Hecho pedazos. Mi cuerpo temblando. Humo blanco saliendo de mi boca señal que la temperatura a descendido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.