El susurro del umbral

CAPITULO 12

NARRA DALTON

Increíblemente logramos disipar los espectros. Gael cierra la puerta con tres cerrojos. Apaga las luces. Sella los espejos con sal. El aire en la casa se vuelve denso, como si algo invisible estuviera respirando con nosotros.

—Si vamos a hablar de esto —dice—, que sea en la oscuridad. La luz atrae cosas que no queremos ver.

Nos sentamos en el suelo del sótano. El único lugar donde los espectros no se manifiestan… todavía.

—Tu madre era especial —comienza—. Lo sabes. Lo has sentido. Pero lo que no sabes es que ella no fue la primera. En nuestra familia, cada generación tiene una médium. Alguien que ve más allá. Que escucha lo que no debe. Que siente lo que no existe.

Trago saliva. El sótano está helado. Pero mi espalda suda.

—Ella conoció a tu padre en una ceremonia. Él era carismático. Inteligente. Oscuro. Nadie sabía que practicaba magia negra. Que creía en pactos antiguos. Que hablaba con cosas que no tenían nombre.

Gael saca una caja. Dentro hay fotos. Documentos. Fragmentos de símbolos que parecen moverse si los miro demasiado tiempo.

—Como ya te dije. La última noche de Halloween, tu madre descubrió que estaba embarazada. Todo iba bien… hasta que encontró el altar.

—¿Qué altar?

—Uno oculto. En el sótano de su casa. Con el nombre de tu madre escrito en sangre. Con velas negras. Con huesos humanos. Él había ofrecido al fruto de su vientre al demonio. A Satanás.

Mi corazón se detiene.

—¿Y qué pasó?

—Nadie sabe. Solo que hubo gritos. Fuego. Que tu padre murió. Que tu madre quedó en estado vegetal. Y que nueve meses después… tú naciste. Ella murió en el parto. Y el mundo… cambió.

Gael me mira. Sus ojos brillan con algo que no es miedo. Es resignación.

—Dicen que esa noche, el diablo casi escapa del infierno. Que se abrió una grieta. Que algo entró. Y que algo… se quedó.

Las luces estallan. Los símbolos se rompen. El circulo desaparece. Una sombra se levanta. Tiene forma humana. Pero no tiene rostro. Solo una boca. Cosida. Que se abre sin romperse.

—Dalton… —dice.

Gael me empuja. Me cubre con su cuerpo. Y pone sobre nosotros una red de plata.

—Estamos bien. Todo estará bien.

Pero una parte de mi mano sale de la maya y se quema. Grito de dolor. Gael me ayuda y todo se pone negro.




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