El talento del príncipe.

3. Frutos de la felicidad

 

A lo largo de la noche el ruido del bosque que rodeaba las plazas no hacía más que alterar a los reclutas. Se escuchaban pasos, murmullos, quejidos, lloriqueos e incluso disparos. El joven de cabellos negros decidió no regresar al área concurrida y dormir bajo el árbol, no desea estar oliendo los charcos de sangre, ni chicos hablando mal del Reino que terminaban muertos al final del día. Había decidido aprovechar esta oportunidad al máximo y mantenerse con vida hasta el final.

 

 — La cena fue una vil mierda — escucha a lo lejos —. Mis perros comen mejor.

 

Una segunda voz se ríe.

 

— Mi hermano me contó que la comida que nos dan son las sobras de la Gran casa, por qué crees que estaba fría y parecía vómito.

 

Los labios de Rigel forman una mueca de asco, se acomoda en posición fetal enfrente a ellos, para poder ver si venían hacia él. Entre los árboles y con la tenue luz de los faroles alcanza a ver mechones blancos y azules, una figura delgada y otra regordeta.

 

—  ¿Tu hermano fue reclutado también? 

 

El de cabellos azules asintió — Hace dos años fue reclutado para la Guardia Dorada él era portador del talento de curación y su esposa era la transmisora, por lo cual fueron de los primeros en ser aceptados y en la Gran casa se puso a husmear. 

 

— ¿Su esposa? — por el tono de voz, Rigel sabe que tenía cara de repulsión.

 

—  Si, fue una mierda para la familia saber que él solo era el portador.

 

— ¿Y dónde están ahora? 

 

— No sabemos nada de él desde que se fueron a la isla de entrenamiento — da una ligera patada a una piedra frente a él.

 

— Maldición, si así les fue a ellos que tenían talento y su pareja ideal…

 

— Lo sé, deberíamos escapar. 

 

— ¿Estás loco? No solo nos matarían a nosotros, irían por nuestra familia.

 

Rigel puso sus ojos en blanco, deseaba con todas sus fuerzas que aquellos dos se fueran y lo dejaran dormir.

 

—  ¿Qué hacen aquí? ¡Vayan a dormir! — Un guardia vocifera, poniéndose detrás del chico de cabellos azules.

 

— Me parece que no tienen sueño, los veo muy despiertos ¿no crees? — el segundo se coloca detrás del de cabellos blancos, en su tono de voz se detectaba que lo siguiente que pasara no sería nada bueno. Rigel contiene la respiración, no quiere ser encontrado por ellos. El primer oficial ríe mientras asiente, sus cascos no permiten que se viera alguna expresión y la oscuridad de la noche es su cómplice.

 

— ¿Y qué piensas hacer? El príncipe nos necesita — ironiza el de cabellos blancos, su compañero se remueve incómodo.

 

No sabe con exactitud cómo sucedió, lo único que sus ojos alcanzaron a ver fue el cuerpo de aquel que los había desafiado cayendo al suelo frío sin vida, el otro soltó un jadeo. Rigel se estremece y siente un escalofrío recorrer su espalda.

 

— No son indispensables, se pueden conseguir hombres para su majestad de todos los lugares. Atrévanse a desafiarnos y conocerán el verdadero infierno, esta noche seré benevolente contigo, gordito. Lárgate y dile a todos lo que sucede al querer retarnos y enséñales quién manda —  el oficial le proporciona un manotazo en la cabeza, el muchacho asiente pasmado. 

 

— Si te quedas un segundo más cambiaremos de opinión — menciona el otro enseñando una pequeña daga en la cual se refleja la luna. 

 

Los oficiales observan al joven mientras se aleja corriendo, hacen una señal y de algún punto una rafaga de fuego viaja en su dirección. Un grito se escucha y los soldados estallan a carcajadas.

 

Rigel nota su cuerpo temblar y su boca se encuentra seca, a los soldados les divierte matarlos y torturarlos es su placer. Se preguntaba cómo iba a sobrevivir si los enemigos del Reino no lo mataban, seguramente algún soldado sí lo haría. 

 

— Las luces serán apagadas, cuando salga el sol deben estar preparados para continuar — Al pronunciar las últimas palabras las luces fueron apagadas.

 

🍃

 

El vaivén de los árboles desprenden un aroma delicioso, una mezcla entre rocío y los primeros rayos de sol, su labio tiembla ligeramente, por las mañanas el bosque puede ser un lugar realmente frío. Rigel abre sus ojos, se incorpora y deja salir un poco de aire caliente entre sus manos mientras las frota. Sus ojos recorren su alrededor asegurándose que no hubiera nada sospechoso, su estómago emite un ruido indicando que su decisión de no comer ni un poco no fue lo mejor. Comienza su andar hacia la explanada, trata de dar pasos ligeros para no ser visto por los soldados que vigilan la zona. Por su camino encuentra un par de frutos de la felicidad, se acerca al arbusto lleno de pequeñas frutas rosas, tira un poco y al momento de desprenderse se escucha el característico sonido de relajación que emiten, “ah”,  y así comprueba que se trata del fruto de la felicidad y no su imitación el cual era venenoso. Limpia los frutos en su ropa y muerde el primero, un sabor dulce invade su lengua, lo observa y las semillas negras forman una cara feliz, Rigel sonríe, es la primera vez que prueba un fruto de la felicidad; la nostalgia se hizo presente, en otros tiempos hubiera corrido a casa para comer con su gemela aquel fruto del que tanto habían oído hablar. 



#3568 en Joven Adulto
#9323 en Fantasía

En el texto hay: reyes, violencia, talentos y poderes

Editado: 24.05.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.