Zadquiel esperaba a los dos juveniles arcángeles en la capilla, ojeaba y ojeaba la biblia para tratar de calmarse, una copa de vino lo acompañaba.
-¿Pudieron hablar con el Teleo para comenzar con el entrenamiento?
-En primer lugar su nombre es Chantal y en segundo lugar no logramos concretar nada, hasta el fin de semana-. Desafió Gabriel.
-¿¡Hasta el fin de semana?!-. Tomó un trago de su vino, el materializarse lo ponía de nervios, los cuerpos humanos eran en demasía inestables para él.
-Zadquiel, las chicas tienen ocupaciones, no creo que sea bueno que afectemos el estado del Omnes, es mejor que esté neutral para que el entrenamiento dé los resultados que esperamos-. Explicó Miguel.
-No, sucede que tú estás enamorado de esa amiguita del Teleo, ustedes no están ejecutando su función cómo debe ser, ¿acaso no se dan cuenta de los tiempos que está viviendo La Tierra?, son los tiempos más difíciles que se han presentado en los últimos siglos, si se desata la tercera guerra mundial será el final para los terrícolas, acabarán con otro planeta.
Se llevó la biblia al pecho, trató de respirar para oxigenar su cerebro, inhaló y exhaló un par de veces, puso el santo libro en el atril y se sirvió más vino y se sentó en la sede.
-¿Y qué quieres? ¿Qué lleguemos como si nada y le digamos a Chantal que ella es el amuleto que tiene el poder de Yahvé y tiene que entrenarse y sacrificar su cuerpo y su vida para que su planeta no sea destruido?-. Retó Gabriel.
Zadquiel miraba a su compañero con el ceño fruncido, no era la primera vez que las cosas se salieran de control en una misión, el perfecto control de las emociones y sensaciones humanas les costaba trabajo. Para evitar golpear a Gabriel, apretó fuerte la copa y la quebró haciéndole una herida en la palma de la mano. El cristal sonó en la capilla al caer.
-¡Ya basta! Todos estamos alterados, los nervios de una posible destrucción nos tiene preocupados, nuestro Padre no quiere que peleemos entre nosotros, debemos buscar la solución-. Intervino Uriel acercándose con una casulla en tonos dorados y plateados.
-¿Y qué propone el mensajero divino?-. Preguntó con sarcasmo Gabriel.
-Esta semana es el tiempo que necesitaremos para traer de regreso a nuestro arcángel convicto.
-¿Qué tontería dices?-. Exclamó Gabriel. Uriel continúo.
-Cómo saben estamos conectados, nos leemos la energía, nosotros no hemos podido leer la energía de Jofiel porque al traicionarnos perdió su valor como arcángel, pero uno de nosotros se ha preparado para fortalecerse y detectar en qué lugar se encuentra el traidor.
-¿Y quién es?-. Miguel estaba confundido. Zadquiel sonrió y tomó la palabra, tenía una servilleta apretándola con la mano.
-Hermano, puedes pasar.
Del corredor llegó una chica de estatura media, su negro cabello podía llegar hasta las rodillas. Complexión delgada pero buena figura, ojos rasgados y pestañas largas, sonrió con sus pequeños labios.
-La buena noticia es que Jofiel está en La Tierra, cerca de nosotros, más cerca de lo que creen-. Respondió la chica.
-¿Samuel?- Preguntaron Gabriel y Miguel al mismo tiempo.
-Hola hermanos, tanto tiempo sin vernos-. Una sonrisa de oreja a oreja manifestó su estado de ánimo.
-¿Por qué tienes el cuerpo de una mujer?-. Preguntó Miguel.
-Nosotros somos energía, no tenemos sexo, que los terrícolas nos pongan sólo nombres masculinos no significa que seamos hombres, sé lo que soy y un cuerpo no me define, además así llamaré la atención del Teleo y de nuestro hermano.
-Muy bien, basta de charlas, Samuel ya tiene un plan, traerá a Jofiel para ver en qué estado tiene su energía y recuperarlo. Muy bien muchachos, manos a la obra, yo iré a tratar éste incidente, no quiero fallas-. Zadquiel señaló la herida en su mano.