La parálisis de Chantal fue dominado por las acciones de su visitante. Éste la besó y sintió como poco a poco la recostaba en la cama, en ese instante entró en un sueño profundo que más de sueño era un recuerdo.
Chantal caminaba por las calles de su antigua colonia, sus padres estaban en crisis, peleaban constantemente y ella prefería salir de ese infierno que la ponía con los nervios de punta. Llegó al nido de los mariguaneros, se acercó y llamó la atención de más de uno, pero el líder fue quién marcó territorio al tomar la iniciativa de hablar con ella.
-¿Qué hace una blanca palomita volando tan fuera del nido?
-Yo, bueno yo, es que he escuchado que ustedes me pueden vender algo para que me sienta mejor.
El líder miró a sus amigos con una maliciosa sonrisa, tomó de la espalda a Chantal y la alejó del lugar.
-¿Y qué es lo que tiene tan mal a una chica tan guapa como tú?
-Mis padres, ellos pelean todo el tiempo, antes éramos una familia feliz, pero ahora no puedo estar cerca de ellos.
-Mire mi reina, eres guapa, que te parece si te doy una muestra gratis de lo que tenemos a cambio de una cita.
-Entonces no es gratis-. El acompañante de Chantal soltó la carcajada y ella sonrió tímidamente.
-Las muchachas tan bonitas como tú no tienen que pensar mucho, sólo obedecer, por eso sufres mi reina.
La abrazó y la noche siguiente Chantal estaba de nuevo en el nido de ratas. Su nuevo amigo la recibió con una paleta de dulce. Caminaron a un puesto de Hot Dogs, mientras cenaban los chicos se conocían, de hecho la que más hablaba era Chantal, su amigo se limitaba a verla y de vez en cuando darle una caricia.
Los días pasaron y las salidas lograron que Chantal tuviera un nuevo novio, el Pesos, el líder de la pandilla de la colonia llegaba a la casa de Chantal para estrenarla, con el consentimiento de ella.
Un churro de mota y dos latones de cerveza fueron los estimulantes para iniciar el acto sexual entre los dos jóvenes. Esta escena se repitió cada semana, luego tres veces por semana, hasta hacerlo todos los días, así durante cuatro meses.
Una noche Cristina se dio cuenta que su hija no estaba en casa, interrumpió a su esposo que se encontraba en casa de su amante para darle la noticia de que su hija estaba desaparecida, la buscaron toda la noche y dieron con ella y su novio en la madrugada.
Ahí les cayó el veinte a los padres de las actitudes autodestructivas y mala conducta en la escuela de su hija. Inmediatamente tomaron cartas en el asunto e internaron a Chantal en un centro de rehabilitación, durante su estancia sus padres firmaron el divorcio, la madre tomó la iniciativa de llevarse a su hija a otro lado y comenzar desde cero.
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A Chantal la despertó la voz de Julieta Venegas, su novio la llamaba.
-Hola-. Estaba nerviosa por lo que había pasado, no estaba segura si era una horrible pesadilla o había sido real. El día le cayó de sorpresa.
-Estoy fuera de tu casa.
Chantal bajó corriendo y abrazó por la cintura a Jofiel, éste incómodo la soltó y la miró serio.
-Tenemos que hablar.
Esas eran palabras bastante duras para cualquier persona, sólo una persona tonta no podría entender lo que significaba cada palabra, el final sin retorno de esa oración.
-Chantal yo te estimo y creo que nos desviamos un poco con nuestra amistad.
-Ahora dices que desviamos nuestra amistad, ve al grano.
Chantal se quedó parada cerca de la mesa de centro con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
-Chantal ya no eres una niña, tienes que entender las cosas, yo quiero seguir cerca de ti cuidándote, pero no siento que debamos llevar esta relación más lejos.