El Talisman Divino

XIX. EL COMBATE ENTRE EL BIEN Y EL MAL

Cuando la camioneta pasó por el arroyo dónde había organizado la cena Jofiel Chantal lo miró con una sonrisa y él le respondió de la misma manera. El olor a azufre les calaban en la nariz, al llegar algunos árboles estaban incendiados.

-Sí que ustedes se cotizan más de la cuenta, nos hicieron esperar mucho tiempo- El Pesos recibía a sus enemigos.

-Chantal quédate dentro de la camioneta, no dejaremos que lleguen a ti-. Uriel le dio esa instrucción para que fuera más fácil protegerla. Miró hacia Jofiel y éste le asintió con la cabeza, obedeció.

-¡Mi reina ven a jugar con nosotros, te vas a divertir!- Está vez Chantal dejó de sentir miedo por el Pesos, éste al darse cuenta de que no sintió temor agregó.- Tal vez si me ves como en realidad soy me obedezcas-. La trasformación comenzó. –Mi nombre real es Astaroth.

Todos los demás demonios comenzaron a mostrar su verdadera identidad, al igual que los arcángeles, sus cuerpos se alargaban con una luz blanca. Cuando Chantal vió al arcángel Jofiel sintió confusión, derramó unas lágrimas, no era su amigo, Guillermo nunca había existido.

Como depredadores salvajes los demonios atacaron a los arcángeles, las espadas resplandecían en la noche, las alas se veían como niebla por el humo que ocasionaba el fuego que comenzaron los demonios.

Mierda, haz algo tonta”.

Miró a su alrededor para buscar algo que le diera la oportunidad de darle ventaja a sus amigos. En la orilla del cerro divisó un altar, de ahí provenía una luz verde fosforescente, eso ocasionaba el fuego, y por instinto creyó que le daba fuerzas a los demonios. Encendió la camioneta y condujo hacia ella para hacerla caer.

Cuando estaba a punto de llegar Miguel cayó encima de la camioneta haciéndola perder el control estrellándola con un árbol. El golpe le ocasionó un sangrado en la frente y en la nariz, Miguel se paró de inmediato para contraatacar a Azazel que iba hacia ellos a toda velocidad. Cuidadosamente Chantal salió de la camioneta dirigiéndose al altar, se tapaba los oídos por que el estruendo de los golpes, los gemidos y el golpe de las alas contra el viento la ensordecían.

Se hincó frente al altar demoniaco para pensar en cómo pararlo, pero al ver que Jofiel era arrastrado con fuerza entre la tierra haciéndolo caer del precipicio se paró para correr y asegurarse que no le hubiera pasado nada malo.

Al asomarse el humo no la dejaba ver el panorama, de pronto dio un grito porque sintió que una bola de demolición la golpeaba, se estrelló contra el altar, comenzó a sangrar y sentía que tenía el hombro fracturado, se quejó del dolor y no pudo contener el llanto.

-Aún no es tarde mi reina, ríndete y entrégame el Omnes.

Astaroth retomaba su forma del Pesos, pero conservó sus alas. Chantal no podía responder, el dolor que sentía era intenso. Afortunadamente Jofiel no alcanzó a caer y enfilo su espada hacia Astaroth, éste logró esquivar el golpe, logrando que la espada cayera cerca de Chantal abriendo una gran abertura en la tierra, al ver tan cerca la espada se dio cuenta que medía más que su propia altura.

Astaroth respondió dándole una patada en la quijada a Jofiel, logro rozarle, se alejaron de Chantal y ella se agarró la frente para concentrarse y pensar. Miró lo que pasaba, Samuel parecía danzar una melodía que la torturaba mientras que Amy disfrutaba de la tortura que padecía su contrincante.

La espada de Miguel botaba al chocar contra el tridente de Azazel, éste último se veía cómodo con la pelea. Baal parecía jugar con los ataques de Zadquiel, éste se esforzaba por mantenerlo atento a él para que no se acercara a Chantal.

Uriel era el que batallaba al doble, por un lado tenía que esquivar las mordidas del Leviathán y por otro los golpes con su cola, tenía doble problema. Gabriel tenía furia en su mirada, atacaba con su fuerza a Mephistopheles, pero éste lo seguía provocando con sus sermones y así lograr contaminar la pureza del arcángel.

Chantal estaba desesperada, las lágrimas de impotencia le cortaban el aliento, intentó esforzarse en pensar.

Y si hago la danza de la lluvia, así se apaga el fuego y les daría ventaja a los arcángeles, pero por otro lado, si se les mojan las alas estarían en desventaja, piensa tonta, piensa”.

Chantal estaba tratando de pensar que hacer para ayudar a los arcángeles, no asimilaba aún la realidad pero no podía quedarse con los brazos cruzados.

De pronto vió pedazos de troncos que se generaron en la batalla, sin dudarlo tomó uno y corrió con velocidad, saltó a un árbol que estaba caído, era adrenalina lo que sentía dentro de sí, le temblaban las piernas y le sudaba las manos, pero en su interior había una fuerza que deseaba salir y con un grito tomó impulso y se lanzó encajando la parte más delgada del tronco en la cola del Leviathán.




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