Ana se encuentra en su cama. El silencio de la habitación tiene una densidad terrorífica. Su cuerpo, decúbito dorsal, flota boca arriba como un cadáver en aguas desconocidas. Las sábanas desordenadas narran una lucha implacable contra un enemigo invisible: las manos. Las manos descansan, la derecha sobre su pecho, cerca al corazón. La izquierda desmayada, húmeda y carmesí. Sobre la palma, pegada con cinta trasparente, la carta del tarot número seis, los enamorados.
Se siente la presencia del ocaso. Ya han trascurrido las horas del día en que la luz muchas veces enceguece a quien osa mirarla intensamente.
Justo después, suena con insistencia el timbre. Del otro lado, Caballero y seis hombres más, tras no recibir respuesta, echan abajo la puerta del apartamento 713, asustando a los vecinos y despertando abruptamente a la forense.
—¡Qué diablos pasa?
Lanza una ojeada a su cuarto y se detiene en la entrada. Escucha ruidos afuera, pisadas desordenadas que no tardarán en aparecer.
Murmullos de cadencia monótona de voces conocidas.
—¿Damián? —se pregunta confundida— ¿Qué hace acá?
La puerta de la habitación se abre de un portazo. Irrumpe una silueta masculina vestida de negro de cabeza a pies. Amplia espalda. Del cuello, una cadena con el símbolo de la alianza está pendiendo.
—¿Estáis bien, Ana?
No espera respuesta. Se acerca a ella, le agarra bruscamente la mano.
—¿Y esto?
Ella mira. No transmite emoción alguna, no tiene la menor idea de lo que está pasando. Lo último que recuerda es la vaga descripción de la mujer del crimen, la mujer que no lo es. De aquel hombre: entre 35 y 45 años. Alto: 170 a 192 centímetros. Delgado.
Observa a Caballero agitando un sobre delante de su cara. Una carta. Ana entiende partes confusas de lo que él le dice. Fue escrita por el asesino. Se la arrebata de las manos, la abre, puede notar las puntas y los bordes acartonados de un tono rojo amarronado. Sangre vieja, seca. La acerca a su nariz:
—Olor ferroso. ¡Sangre! —afirma— ¿De quién?
—Al parecer de vuestra bruja… La Pitonisa de Delfos.
—¿Ella está bien?
—Sí, en cuidados intensivos. Vigilada.
—¿Qué pasó? —le pregunta.
Exasperado con la impaciencia reflejada en la piel y un imperativo desparpajo de voz grita:
—Leed. ¡Mujer!
Ana lleva la carta ante sus ojos. Sostiene los arcanos que vienen cosidos al papel. Uno es el número diecisiete, la estrella, mientras que el otro es el mismo que tiene el forense pegado a la palma de la mano, el arcano seis, los enamorados.
“Buen augurio” ella piensa para sí.
Por la combinación sabe que la suma de estos arcanos significa buen augurio o necesidad de tomar una elección. Pero, se le hace extraño que el asesino hubiera utilizado este tipo de naipes, por su significado.
—¿Buen augurio para qué o quién?, ¿sería una especie de ironía establecida por el homicida?
En su larga vida profesional, nunca pensó que esos conocimientos ancestrales que le heredó su abuela materna, en aquellos tiempos de adolescencia, le servirían.
La estrella suele ser un arcano positivo. Describe a una persona o un hecho excepcional y en compañía suele ser benéfica. Por otro lado, los enamorados suelen estar asociados con la necesidad de elección, de los impulsos sexuales y románticos. También, si los arcanos están juntos pueden plantear amores diferentes, simultáneos.
Pensativa y confusa, sus ojos buscan más información en el papel de la carta. Observa. Material común, áspero, a rayas azules horizontales. Comúnmente usado entre escolares y en libretas de consultas médicas de hospitales y EPS. Sin membrete. Papel barato y práctico. Lo acerca a su nariz. Además del aroma ferroso por la sangre seca, no aprecia ningún otro. En la superficie se pueden ver dibujos hechos a mano con pluma negra y trazos limpios: a la izquierda, el símbolo del género femenino, un círculo con el signo más, pegado en la parte de abajo. En la mitad, un corazón traspasado por tres espadas verticales.
Ana cree que el dibujo de la mitad hace referencia al arcano de tres espadas, el representante de la traición amorosa, el triángulo amoroso o, simplemente, la traición.
Mira a Caballero e inmediatamente retorna a la carta de roja y negra tinta. Del lado derecho, se encuentra el símbolo masculino: un círculo con una flecha en el extremo superior derecho.
—Triángulo amoroso —repite.
—Definitivamente, el dibujo hace referencia a una traición —reflexiona—, de una mujer a un hombre o entre la pareja. Pero, ¿qué tenía que ver esto con los crímenes?
De repente, en la habitación se cuelan varios pies de pisadas firmes y acharoladas. Tres policías jóvenes, de entre 25 y 28 años, llevan puestos guantes de látex. Han encontrado el arcano número nueve —correspondiente al ermitaño—, una botella sellada de vino tinto Muga crianza 2001 y, sobre la superficie, una nota escrita a mano. Delante de ellos, el inspector Caballero está en frente de una mujer semidesnuda, sentada en el borde de la cama, Ana.