El temple del vacío

Capítulo 2 –A la sombra del coloso

El día simplemente terminó y llegué a mi pequeño hogar. Abrí la puerta y, antes de irme

a dormir, me fui hacia mi baño, ya que sentía que necesitaba bañarme y al ver otra vez

al espejo, me entro un extraño sentimiento haciéndome retomar mis pensamientos

sobre ella, que me sentía estúpido por resguardarlos, pero sabía que eso era mejor a

que ser pisoteado una vez más, eso me hizo mirar hacia atrás a través de mi reflejo,

haciéndome revivir ciertos recuerdos

Era simplemente un niño, en esos días de colegio recurrentes, que se acostumbró a

recibir un golpe todos los días porque era alguien “raro”. Me gustaba ser afectivo y

agradable con los demás, pero solo recibía insultos de su parte. Aún puedo ver cómo

en los recreos me unía a sus juegos solo para ser insultado cada vez más, que me

hacía falta habilidad, que era un estúpido y que nadie me soportaba y no sabía él

porque las cosas eran así, no sabía el por qué era tratado de esa manera.

Recuerdo que había una niña que me gustaba. Su nombre es algo borroso en mi mente,

así que no lo recuerdo con claridad. Intentaba acercarme, pero su mirada solo

reflejaba asco, y era quizá por cómo me veía: un niño pequeño, sin cabello porque sus

padres lo obligaban a cortárselo y excesivamente débil. Le escribí un par de cartas que

fueron rechazadas y pude ver como a cada una de ellas las tiraba a la basura

Pensé que, al crecer un poco, las cosas podrían cambiar, pero solamente

empeoraban. Intentaba entablar conversaciones con los demás, pero no tenía sentido

alguno, ya que sus burlas se volvieron simplemente recurrentes. Sus insultos me

dolían cada vez más, lo que me hacía llorar delante de sus caras, y eso me hacía ver

vulnerable, lo que aumentaba sus risas al verme en esa condición. ¿Por qué lo hacían? ¿No

tenían nada mejor que hacer?

Al llegar a mi casa esperaba consuelo, pero lo único que me repetían era que debía ser

fuerte y que dejara de ser tan blando, hasta que empecé a entender que simplemente

no les importaba y que callarme era sinónimo de su paz.

Poco a poco me fui acostumbrando y decidí construir una barrera para que el rechazo

no volviera a tocar a mi puerta. Ahora que me hacía en el fondo del salón, solo era

referenciado como "el extraño". Perdieron el interés en hacerme algún daño, ya que no

tenía sentido alguno hacerlo. Sus miradas sobre mí empezaron a desaparecer hasta el

punto en el que parecía invisible. Esa transición se fue tornando en algo simplemente

inexpresivo. Mi temor es simplemente constante porque soy consciente de que nadie

querrá acercarse a alguien como yo, y es algo a lo que debí acostumbrarme y aprender

a vivir con ello. No vale la pena intentar escapar, y por más que me duela, debo aceptar

mi realidad. A lo largo del tiempo simplemente me adapté a ello, ya que en cada nuevo

lugar en el que me veo obligado a estar siempre habrá un espacio en el fondo que

siempre está ahí a mi espera, y no lo hago porque quiera, sino porque estoy obligado a

ello: a convertirme en alguien frío, gris, que simplemente está atado a una condena

eterna.

Solo fueron recuerdos rápidos y sin profundidad, superficiales en realidad, que hizo

que quedara fijamente al espejo unos cuantos minutos, pero que fueron suficientes

para hacerme recordar cual es mi lugar.

Luego de ese pequeño tormento, fui a dormir una vez más y desperté en la tundra

nuevamente, justo donde me quedé, en frente de la pared, no entendía porque seguía

allí, miré hacia atrás y la sombra seguía allí a mis espaldas, pero esta vez se movió, no

daba pasos, parecía flotar junto con la penumbra como su aura, viniendo hacia a mi

viéndome fijamente hasta el punto en el que me traspaso junto con una ventisca que

hizo que la pared se moviera un poco, ella se encontraba del otro lado y al ver que el

muro se movió entendí lo que era realmente, lo empuje y con lo primero que me tope

fue con la sombra viéndome fijamente y detrás algo más que la nada misma, eran algo

gigante casi del tamaño de una montaña pero no lo era, estaba hecho de ese mismo

ladrillo gris, me acerque un poco mientras la sombra avanzaba, y en cada paso que

daba eso se hacía más grande y la sombra se detuvo en lo que parecía una enorme

entrada, pero no se lograba ver nada desde afuera, ella no se detuvo y se desvaneció

en la oscuridad y la curiosidad me invadió, haciendo que entrara a dicho lugar y el

negro se apodero de toda mi vista, pero en ese instante un pequeño rayo de luz se

empezó a colar por parte de esa especie de techo, era un naranja, color idéntico al que

pude ver esa mañana y al bajar cada vez más pude ver a unas enormes cadenas,

atadas a una gigantesca sombra, un coloso hecho de oscuridad con sus manos atadas

a cada muro, arrodillado con una mirada clavada a mí, unos ojos naranjas brillantes,

no tenía palabras, solo quede fijo ante su mirada.

-Eres un cobarde- dijo, con una voz tan grave que hacía sacudir todo el lugar,

acompañado de un frio que hacía temblar mis huesos, no tenía palabras, estaba

paralizado ante su imponente presencia y voz, su color negro que parecía ser la

encarnación de la oscuridad misma, como si hubiese tragado un agujero negro y

adoptado su infinita densidad, tan grande que se tragaba poco a poco la luz que

ingresaba.

No dijo nada más, solo quedo en silencio, pero paso de verme a mí a fijar su mirada al

suelo y la poca luz se entraba se perdió en su piel, haciendo que la oscuridad vuelva a

dominar y aquel “templo” que encadenaba al gigante empezó a caer sobre mí, pero su

estructura solo se iba desvaneciendo, cada ladrillo y escombro, solo dejaba la bruma

como rastro y al final todo se desvaneció por completo, y en medio de todo, se




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.