El temple del vacío

Capítulo 3 –Rozando el cielo

No lograba entender nada y a tal palabra no le vi sentido, así que ignoré el tema,

aunque me tenía intrigado la idea de que ese “sueño” no parara, y el hecho que siguiera

transcurriendo cada noche se me hacía bastante extraño y también ilógico, pero la

intriga me mataba y las palabras de aquel animal quedaron rebotando en mi mente, ¿a

quién quería referirse? Pero no quise darle tal importancia, porque al fin y al cabo solo

era un invento de mi mente.

Seguí la rutina de siempre, aunque me pareció curioso, que el naranja se volvía a

apoderar de mi habitación, abrazando a mis ojos y cada parte de mi cuerpo, volví a

quedar hipnotizado, mientras deseaba que ese calor fuera eterno, pasaron unos

minutos y tuve que salir, despegándome de aquello tan hermoso y peculiar, de aquella

aurora que parecía recorrer incluso mis adentros, colándose por mis ojos y llegando

quizá hasta mí corazón.

Al llegar al aula pude volver a admirarla, mientras imaginaba como fuese todo si

estuviera a mi lado, o que por lo menos si supiese que existo, me senté donde siempre

he hice lo habitual, dejar que pasaran las horas viéndola, mientras intentaba replicar su

perfecto perfil, la campana sonó y todos salieron, excepto ella que sacaba de su bolso

el mismo libro del otro día y yo que estaba con mi libreta entre las manos.

Y fue quizás, un pequeño impulso, el que me hizo levantarme mientras temblaba y

sudaba, enserio estaba a punto de hacerlo

-1...- dije susurrando, preparándome para avanzar.

-2...- di el primer paso hacia delante.

-3...- el segundo paso, mi pecho quería explotar y me quería desmayar.

-4...- Estaba demasiado cerca, mi garganta se secó por completo y estaba tan pálido

que pude volverme blanco por un momento

-5...- último paso y quede en frente, no solía estar tan cerca de ella, mis piernas

estaban algo débiles, no podía mover mis manos y el corazón estaba a punto de salir

volando

-Hola- dije, intentando controlar lo temblorosa que estaba mi voz

–¿Hola?–

–¿Hola? –

Yo, sin saber qué hacer, me quedé completamente en silencio y ella me dijo:

–¿Hola, necesitas algo?–

–No– Le respondí con mis nervios inconmensurables

Hizo una cara de confusión y fue tan incomodo que solo soltó una pequeña risa y yo

tampoco pude evitar reírme del ridículo que hacia

-¿Me quieres acompañar?- preguntó

-Si- respondí rápidamente y luego cogí mi silla y la arrastre hacia su lugar y ella se

seguía soltando pequeñas risas

-Te llamas Dante ¿cierto?-

-Si ¿cómo lo sabes?-

-Estamos en la misma clase, debería de saberlo ¿o no?-

-Tienes razón ¿y el tuyo cual es?-

Hablamos un rato, no recuerdo muy bien lo que decía, solo fue una conversación

normal, de gustos y cosas similares, estaba tan perdido en su mirada y tan

cautivado con su voz que no sabía ni siquiera de que estaba hablando

Creo que me dijo que le gustaba la literatura, el cine y los videojuegos. Contó

anécdotas de su vida y yo le conté un poco de la mía, dónde vivía y a qué quería aspirar.

No podía evitar mirar sus ojos y quedar maravillado con su belleza. Mis manos no

paraban de temblar y sudar, ya que estaba viviendo algo que parecía imposible. El

tiempo pasó volando, haciendo que el momento fuera efímero, pero no podía evitar

sentirme emocionado, y al final el timbre sonó.

-Supongo que ha sido suficiente por hoy- dijo ella mientras me miraba directamente.

-sí, supongo-

-Puedo darte mi número si quieres- Dijo ella

-Claro que si- Le respondí

Luego de que me lo diera, tome mi silla pretendiendo volver al rincón

-¿Porque no te haces detrás de mí?- preguntó, así que llevé la silla la puse detrás de la

suya

La clase pasó y se acercaba el final del día, mientras yo en mi interior, lleno de un poco

más de calma, tomé el cuaderno y escribí:

“Ella

Me estrellé...

Me estrellé con tu mirada la primera vez que pude admirarla y visitarla en cada uno de mis

sueños, ese color oscuro, pero a la vez claro, que enciende la luz de mi alma y corazón, que

hace que me den ganas de entregarte la luna y cada constelación. Haces que el universo

pierda su belleza al tener que compararse contigo y que a todas en este mundo les provoques

envidia, como la que Atenea le tuvo a Medusa. La distancia entre tú y yo parece simplemente

infinita, porque a pesar de que te encuentres tan cerca, parece simplemente imposible el

poder rozarte, el poder sentirte, el poder amarte.

Tus pupilas son fantásticas, haciendo que pueda ver hasta incluso a Andrómeda a través de

ellas. Su profundidad me atrae como lo hace un agujero negro hacia cualquier rayo de luz.

Sé que no sabes de mi existencia y sé que es imposible que esos diamantes que tienes en tu

mirada se dirijan hacia mí.”

El ultimo timbre se escuchó, ella se levantó y me miró

-¿Que escribes?- me preguntó

-Nada interesante- le respondí

-en fin, me tengo que ir, fue un gusto Dante-Dijo y luego simplemente se fue.

Tanto en el bus y en la ventana de mi casa, no pude evitar mirar y disfrutar el

crepúsculo naranja, sintiendo el mismo calor que me brindaba la aurora de la mañana,

hacia que mis pupilas se iluminaran, así mismo como cuando ella me logro mirar tan

solo un segundo.

Hice algo rápido para cenar mientras observaba como la luz se escondía para dar paso

a la noche, pasaron las horas y yo seguía aferrado a mi ventana pensando en lo cerca

que tuve al café de sus ojos, ya era un poco más de la madrugada e inevitablemente el

sueño me invadió, así que fui a mi cama a lanzarme sobre mi almohada.

Desperté justo donde me quedé la noche anterior, pero al mirar hacia arriba no estaba




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