El temple del vacío

Capítulo 4 – El rostro de la carencia

Me senté sobre mi cama, pensando en lo que había experimentado, en la fantasía que

había inventado, luego me levanté, me bañé y salí ya que no pensaba en comer, llegué

al salón y me topé nuevamente con ella, pero esta vez a diferencia de un día cualquiera

se acercó

-Pensé que me escribirías anoche- Dijo mientras caminaba hacia mi

-Perdón, lo olvide- Dije algo apenado, estaba tan centrado en la gran sensación que me

genero que me hizo olvidar comunicarme con ella.

Luego de un par de palabras que no recuerdo por estar nuevamente perdido en el

trance de sus pupilas, ya la clase estaba por comenzar y me propuse ir a mi lugar, pero

ella nuevamente pido que me hiciera a sus espaldas y al final termine aceptando su

petición.

Las horas pasaban mientras yo me encontraba en mi cuaderno haciendo un par de

dibujos intentando trazar su silueta, la campana sonó indicando el descanso, ella se

levantó y volteo.

-¿Que tanto haces en ese cuaderno?- Preguntó

-No es nada importante- Le respondí

-Ok ¿y quieres salir o seguir con tus cosas de poca importancia?- me preguntó

soltando una pequeña risa en el proceso

-Si- Así que salimos y pasamos el receso, me volví a perder en el mar de su belleza y no

estuve casi atento a sus palabras, luego al volver al aula en conjunto con el sonido del

timbre, me hice nuevamente detrás de ella y como si pareciese rutina mi lapicero

empezaba a trazar líneas intentando replicar su perfección, el día paso rápido y mis

ojos no se despegaron del papel.

-¿No piensas levantarte?- Me preguntó

-Si, ya voy- Le respondí

-Ya me tengo que ir, espero que pases una linda noche Dante y no te olvides en

escribirme- Dijo y se marchó, pero antes de que lo hiciera, me acerque a ella

enredándola de una manera muy brusca entre mis brazos y terminé chocando mi cabeza con su nariz.

-Tranquilízate Dante- Dijo un poco enojada

-Perdóname, no lo volveré a hacer- fue un estúpido impulso que me hizo hacer tal cosa

Ella se quedó en silencio y puso su mano tapando su rostro por el dolor y se fue.

Llegué a casa y aquello que había pasado tenia a mi mente un poco nublada,

necesitaba descansar ya que mis parpados no paraban de caerse, así que solo me

lancé sobre el colchón y cerré los ojos.

Inmediatamente los abrí de nuevo y estaba en la tundra, pero esta vez no estaba donde

me encontraba la noche anterior, estaba justo detrás del salto que había dado y a lo

lejos se seguía viendo la luz de ese enorme sol, pero esta vez su naranja no era tan

atrapante, estaba algo más apagado.

Volví a tomar impulso y a contar hasta 5 pero esta vez al estar en el aire me sentí más

pesado, lo que me hizo caer, la oscuridad parecía tragarme y al pasar un par de

minutos choqué con el suelo, este estaba cubierto de una bruma negra, me levanté,

pero no sentí ningún tipo de dolor, miré hacia arriba pero no se podía ver la blanca luz

de la tundra ni el naranja que irradiaba la estrella, la sombra se me hizo en frente, pude

saberlo debido a que sus ojos brillaban al igual que la luz del paisaje blanco, empezó a

moverse hacia adelante y yo la seguí, al dar un par de pasos sus ojos se desvanecieron,

así que seguí caminando a ciegas ahora sin su guía, pero un color se pudo ver entre la

oscuridad, era un gris brillante que iluminaba mis ojos, al acercarme dio un gran

destello que hizo que la penumbra se dispersara y al fin pueda ver hacia arriba y al

hacerlo pude ver como estaba en el fondo de un abismo gigantesco adornado con un

enorme agujero negro, una esfera inmensa que se tragaba a un color naranja

proveniente de arriba, con un enorme anillo gris brillante que hacía que se pudiese ver,

es difícil de explicar lo que pude presenciar, hasta que en los al rededores pude ver a la

misma entidad que me acechaba en el bosque, lo supe porque pude distinguir su

cabello, ella se hizo detrás de ese fenómeno y yo con curiosidad decidí acercarme,

hasta que escuche un susurro

-No me toques- Su voz se me hacía parcialmente conocida, hasta que ella tomó la iniciativa y se hizo

frente a mí.

Tenía su rostro, era ella

-No me toques- Siguió repitiendo el espectro una y otra vez, ella flotaba, sus ojos cafés tenían el mismo brillo y su piel era blanca como la nieve.

-NO ME TOQUES- gritaba

-NO ME TOQUES- no paraba, lo repetía una y otra y otra vez.

Continúo repitiendo sus gritos hasta que el color de sus pupilas se

empezó a desprender, porque esa singularidad empezaba a reclamarlo, haciendo que

sus ojos quedaran completamente en blanco y que ella cayera al suelo como si le

hubiesen robado su alma, al parecer no la atraía de una manera física, era algo más,

que sacaba algo desde su interior, en ese instante quise acercarme, pero la sombra

apareció a sus espaldas a unos cuantos metros de distancia.

-NO ME TOQUES- Sus gritos seguían escuchándose

-NO ME TOQUES- La cabeza empezaba a dolerme y del estrés, no se como, pero solté un grito.

-QUE QUIERES- y luego los gritos pararon, pero quede inmovilizado, ella empezó a agonizar, sus ropas se desprendieron y en su piel como si fuese con un cuchillo de la nada garabatos se empezaban a formar, ella agonizaba, su sangre era blanca y al caer sobre el suelo formaba una letra, los gritos no cesaban, era una escena de horror, al final, sus cuencas terminaron por explotar, sus ojos vacíos cayeron sobre el suelo y el resto de su cuerpo fue desmembrado parte por parte, el agujero empezaba a absorberla y al final todo quedo en silencio.

Miré al suelo donde quedaron sus ojos y al rededor, con la sangre que ella soltó un escrito se formó, era uno de mis poemas.

“Musa

Mi amada, la que nunca me dejaría de lado, aquella que es fría, pero no me canso de




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