El templo de los dioses olvidados.

La primera noche.

LA ROSA DE TU MIRADA. 

 

  -Mira mi linda princesita, ahora puedes tocar mi pecho y sentirás como mi corazón se ha acomodado porque estando contigo todo es más tranquilo. –le dice Yurik a Raíza que lo miraba divertida. 

 

-Tenéis razón mi lindo caballero, ya no parece que se os quiera salir y hasta a mí ha dejado de tensionarme.

 

Le contesta mientras éste sentado observaba encantado su belleza trigueña, sus sensuales formas de mujer y la belleza de su rostro, cuando una sensación conocida en su abdomen le recordó algo. 

 

  -Raíza, ha estado muy lindo todo, la ceremonia, tu gente, los aplausos, tú y todo lo demás, pero; ¿Cómo que se les olvidó algo no crees? 

 

  -No; ¿Cómo qué? Mi lindo caballero.

 

Le contesta Raíza de pie frente a él jugueteando con sus rubios cabellos entre sus dedos. 

 

  -Pregunta con pregunta no se contesta mi linda princesita, se les olvidó; ¡El banquete! Ya prácticamente se acabó el festejo y ni agua he tomado; ¿Qué ustedes no comen? 

 

  -¡No, claro que no! A nuestro cuerpo tan sólo le basta con respirar para subsistir y no comemos ni bebemos agua, recuerde que nuestro elemento es el aire y del obtenemos la humedad y los nutrientes necesarios para su funcionamiento.  –le contesta la chica mientras se sentaba a su lado.
 

 

  -¡Diablos, pues yo sí! Ahora recuerda tú que mis elementos son la carne y la sangre, mi carne necesita comida orgánica para alimentarse, así como mi sangre agua para no secarse. 

 

Raíza acariciándose la barbilla, como imitando el gesto que hacía su padre, le dijo:

 

  -Tiene razón mi lindo caballero porque no habíamos pensado en eso pero dígame; ¿Qué necesitan los seres de carne y sangre para subsistir?

 

  -¡Pues carne! Eso es lo que comemos, aunque también podemos comer frutas y verduras, tengo tantos días comiendo frutas que ya se me antojan de pérdida unas chuletas.

 

Le dice tranquilizando la voz y poniéndole un toque de humor, como queriendo suavizar la plática. 

 

  -¿Los humanos comen carne? A ver; ¡Déjeme ver sus dientes!

 

Le dice Raíza poniéndose de pie frente a él, que sorprendido se dejó revisar la dentadura cual si fuera un caballo, acción a la que reaccionó algo retardado y le dijo reponiéndose de su asombro.

 

  -¡Hey, deja mis dientes que no soy un caballo! 

 

  -Mmm, dice que come carne pero su dentadura no es la de un depredador, aunque sí tiene unos pequeños colmillos y molares planos, lo que me indica que sos una criatura de carne y sangre de los que se clasifican como omnívoros, o sea; ¡Que comen de todo! ¿Cómo cuántas veces necesitáis comer al día mi lindo caballero?

 

Le pregunta la chica ya sin sonreír, con la intención de solucionar el problema del que estaban hablando.

 

  -Por lo menos tres veces al día mi pequeña princesita y como ya pasa del medio día, por lo menos hoy ya estoy atrasado con dos comidas, sin contar las de los días anteriores, ya que si hacemos cuentas desde el tiempo en que llegué, le he quedado a deber a mi cuerpo por lo menos diez comidas.

 

Le dice mientras la observaba caminar de un lado a otro en aquel balcón.

 

  -Pues si vos sos un depredador tendrá que salir a cazar como lo hacen los depredadores de su mundo, pero como también puede comer frutas, en eso sí lo puedo ayudar al menos para saciar sus necesidades por ahora, ya después hablaré con los sacerdotes de Júpiter para encontrarle una solución a su problema.

 

Dijo Raíza mientras tomándolo de la mano lo invitaba a abandonar aquél balcón, conduciéndolo escaleras abajo hasta que alcanzaron la parte trasera del palacio, donde existían una serie de árboles con frutas amarillas colgando, al verlas dijo en voz alta:

 

  -¡Diablos! Digo; ¡Mangos, eso me encanta!

 

Y dándole un tronado beso en la mejilla, ágilmente trepó en uno de aquellos altos árboles frutales, y se puso a devorar ávidamente aquellas frutas colgantes, que parecían mangos y sabían a mangos, mientras la chica observaba a aquel rudo guerrero moverse de rama en rama, pasando de un árbol a otro cual si fuera un primate sin pelo, pensaba en la enorme y desconocida felicidad que le había proporcionado la llegada de aquél visitante inesperado, o más bien, el guerrero más esperado por aquél pueblo, el guerrero de la profecía.
 

 

Pensaba en lo que tendría que aprender a hacer, para que él siguiera siendo tan feliz como lo veía ahora, ya que ahora era uno de ellos y se quedaría con ellos, siendo también parte de su propósito y de su vida, mientras pensaba, Yurik bajó de un ágil salto llevando con él varias de esas frutas amarillas, y se acercó a ella diciéndole:




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