El Tercer Idiota

Capítulo 1.

Luis no quiere festejar.

3 de Noviembre de 2018.

Es horrible despertar con dolor de cabeza, y si a eso le sumamos el tener la garganta seca y nada de ganas de vivir pues listo: tenemos la resaca más insoportable de la vida.

No es que sea la primera, en mi vida universitaria he pasado por diferentes tipos de resaca pero ahora que terminé el penúltimo semestre de arquitectura, salir de fiesta cada vez se me hace más pesado. Uno llega a esa etapa de su vida donde solo quiere dormir y contemplar el vacío en la soledad de su cuarto.

Claro que mi novia, Claudia, insistió en que deberíamos de venir a la fiesta que organizaron nuestros amigos. No pude negarme aunque no esperaba beber tanto y ponerme tan mal como para decidir ir a dormir en medio del apogeo de la fiesta. Estoy perdiendo el toque de las fiestas y alcoholismo.

Por suerte la fiesta era en el mismo lugar de siempre, en la casa de uno de mis compañeros cercanos así que encontrar un lugar donde dormir fue algo fácil, conozco bien este lugar y aunque eso no me causó un problema, no debí de beber tanto anoche sabiendo que tengo que llegar a casa antes de que mis padres noten que no llegué a casa.

A veces es divertido salir sin que se den cuenta, lo he hecho bastante bien por tres años y ellos solo piensan que tengo una aburrida vida de estudiante cuando al menos antes salía cuatro noches por semana. Resulta que ser aplicado en la escuela es una gran coartada como para pensar que mi máximo acercamiento al alcohol ha sido en reuniones familiares.

Otro detalle es que mi familia no sabe de Claudia.

Bueno, sí y no. Piensan que terminamos hace dos años; cuando ella me terminó porque quería espacio, mi familia la odió. Volvimos medio año después y no me he atrevido a hablarle a nadie sobre eso, bueno, solo a una persona pero ha mantenido bien el secreto.

Traté de despejarme un poco tallándome los ojos y después revisé mi celular. Apenas iba a amanecer así que es buena hora para marcharme sin tanta prisa, aunque primero debía de buscar a mi novia, Claudia.

Me sorprende el no haberla encontrado a mi lado ya que tengo el vago recuerdo de que fuimos a dormir juntos, aunque sé que no hicimos nada puesto que aún tenía toda mi ropa puesta así que supongo que nos ganó el sueño. De seguro ella está por ahí esperando a que nos vayamos.

Me levanté y me aseguré de que todas mis cosas estuvieran conmigo. Luego pasé al baño para improvisadamente asearme un poco y bajé las escaleras en busca de mi novia.

Toda la casa estaba en silencio, de seguro todos seguirían dormidos o fueron a seguir la fiesta en otro lado. Iba a llamar al número de Claudia pero me di cuenta de que cargaba con su celular en mi chamarra así que tendría que buscarla mejor.

De la cocina se escuchó como algo se caía así que fui ahí. Tal vez alguien ya estaría despierto y sabría donde estaba mi novia. Conocemos a la mayoría de las personas, todos hemos sido compañeros y la única manera en la que podemos convivir sin matarnos es si hay alcohol de por medio.

Me acerqué al lugar y solo vi a Tomás, un compañero de clase, atrás de la barra. Parecía bastante distraído incluso podría seguir ebrio así que me acerqué hasta que mi campo de visión me permitió notar como una cabellera castaña se movía por su entrepierna.

Me hubiera gustado no identificar ese cabello.

Me hubiera gustado más que ninguno de los dos notara que estaba ahí, pero en cuánto Tomás me vio, se alejó de golpe de mi novia y ella al notarlo lo miró confundida, luego se dio la vuelta y me notó ahí parado.

Tal vez debería dejarla de llamar novia.

Claudia palideció y se incorporó rápidamente tratando de acercarse a mí pero yo retrocedí.

—Luis...

No sabía que decirle.

Solo retrocedí. No la quería cerca. Ni siquiera quería verla.

—Si quieres...—el tonto ese empezó a hablar con un tono temeroso, aunque le agradezco porque pude desviar mi vista de Claudia—. Si quieres puedes golpearme.

Ganas no me faltan.

Pero no soy alguien violento.

—Mejor vete.

No había terminado de hablar cuando él salió casi corriendo de la cocina.

—Luis...

—Me voy.

Definitivamente tampoco quería escucharla.

Ella me detuvo por el hombro y estaba comenzando a llorar. Trató de abrazarme pero me solté.

—Perdóname, por favor... yo...

—No, Claudia. No puedo.

Necesito salir de aquí. Necesito ir a casa y estar solo, necesito no ver a Claudia. No ahora, y tal vez nunca.

Ella se llevó las manos a la cara y al fin se alejó, solo así pude respirar un poco aunque todavía tenía una presión en el pecho que no se iba.

Iba a marcharme pero su voz me detuvo. Sobre todo porque ahora sonaba frustrada, o más bien enojada.

—Te engañé y parece que no te importa.

Conozco a Claudia a la perfección y sé que cuando se equivoca en algo no ve que está mal y prefiere enfocar todo en otro problema.

Por algo cada vez que hemos discutido yo soy el que termina pidiendo perdón.

Y le hubiera perdonado cualquier cosa, pero esto no.

—¿Qué quieres que te diga, Claudia? ¿Qué me duele? ¿Qué rompiste mi confianza? ¡Mandaste al carajo cuatro años! No es necesario que te diga lo obvio. Solo déjame ir.

—Solo quería que me prestaras atención. Pero nunca lo consigo, Luis. Necesito que me necesites y si esto fue el medio para lograrlo, pues no me arrepiento.

—¿Te das cuenta de lo enfermo que se escucha eso?

—Parece que no me amas lo suficiente como para entenderlo.

—No uses eso como excusa.

Sí la amo, hace unas horas de hecho se lo afirmaba. Pero no puedo hacer como si esto no hubiera pasado.

—Si me amaras lo suficiente entonces no hubiera tenido necesidad de buscar a otra persona, si me amaras lo suficiente entonces tu familia sabría sobre lo nuestro—se limpió las lagrimas con el puño de su suéter.



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En el texto hay: amor juvenil, relacion

Editado: 15.10.2024

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