Mía empieza a explicar.
3 de Noviembre de 2018.
Nunca creí que me podía sentir extraño y fuera de lugar en mi propia habitación. Pero Mía, una casi desconocida, estaba aquí y esa chica podía intimidar a cualquiera.
Su largo cabello negro siempre iba suelto y perfectamente liso, su ropa siempre oscura y siempre iba con esa cara de querer odiar al mundo. Por algo mi prima siempre la llama hija de Satanás o con apodos parecidos, incluso mis hermanos lo hacen, son amigos o algo parecido ya que van en la misma escuela.
Ella me había saludado, con una pequeña sonrisa que parecía más una mueca, no sabía que decirle.
—¿Qué haces aquí?
—Vine a fumar—dijo mostrándome la colilla de su cigarro casi a terminar.
—¿Y por qué aquí?
—Pues...—pareció pensarlo un momento, luego frunció el ceño y se puso a la defensiva con mi pregunta—. Nada más.
—Te das cuenta de que es mi habitación, ¿verdad?—me crucé de brazos.
—Pues ya me voy.
Aventó la colilla por la ventana, se bajó de mala gana y fue dando pisotones hacia la puerta, sí, como un pequeño berrinche.
Creo que no ha entendido que no debería de ponerse así si ella es la que irrumpió en mi espacio sin pedir permiso. El enojado debería de ser yo, no ella.
Me interpuse en su camino a la puerta y ella me miró enojada.
—¿Qué no querías que me fuera de tu preciada habitación?
—Solo quiero que me expliques que es lo que te hace pensar que está bien entrar a mi habitación en medio de una fiesta sin que yo me entere.
—Vamos, nunca te habías dado cuenta.
—¿Qué?
—¿Eh?
Se dio cuenta de que se había delatado.
—No vas a salir de aquí hasta que me expliques todo.
Ella miró nerviosa a la ventana y luego a la puerta tratando de considerar que opción sería mejor para huir, claro que se dio cuenta de que ninguna funcionaría muy bien.
Soltó un suspiro que sonó más a queja y fue a la ventana a encender otro cigarro, como si fuera su propia habitación.
Yo me senté en mi cama, que está a lado de la ventana y esperé a que hablara.
—Me gusta tu habitación. Me gusta para fumar.
—¿No es más normal hacerlo afuera?
—No me gusta porque las personas se acercan a pedirme cigarros o a formar una conversación.
—¿Y no había otra habitación? Digo, Lia es tu amiga, sería normal que fueras a la de ella.
—Lo hice, de hecho ella me la ofreció, pero no me gusta, tiene mucho color y olor a flores que simplemente arruinan mi paz para fumar.
—No tiene mucho sentido...—comencé a decir pero ella me miró mal así que no terminé la oración.
—Después de mi fallo en encontrar un lugar para fumar fui a la habitación de Iván, pero el muy tonto casi siempre está ahí así que no quería su compañía. Después decidí ir a la de Jorge, pero es un desastre.
—¿Y así llegaste a la mía?
—Bueno, era eso o el baño, y créeme que tu habitación está más limpia que ese lugar.
Si lo creo, tengo un pequeño TOC con el orden, siempre trato de tener todo limpio y ordenado.
—¿Y nunca consideraste el pedirmelo?
—Nah. Me di cuenta de que en las fiestas siempre te vas, así que no vi la necesidad... por cierto, ¿por qué no estás fuera?
Casi siempre hay una fiesta en casa me escabullo para salir, generalmente iba a ver a Claudia y me quedaba con ella. No sabía que Mía iba a ser la única en notar mis salidas.
—No tenía a donde ir—no diría nada más, mejor cambié de tema—. ¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto?
—Yo que sé, un mes, creo—dijo pensando y luego cambió de tema—. ¿A dónde vas que no quieres que nadie se entere?
—¿Y cómo es que no me di cuenta antes? Debí de oler los residuos de cigarro o yo que sé.
No iba a revelar nada sobre ir a ver a mi ahora ex novia, podía contarle a Lia y ella inmediatamente me reclamaría.
—Solo fumo en tu ventana para que no quede rastro. Yo estoy contestando tus preguntas, ¿no sería justo que tu contestaras las mías?
—Tú eres la que invadió mi habitación, creo que tengo derecho a guardarme mis respuestas.
—Hmm... suena como si ocultaras algo—entrecerró los ojos.
¿Le diría?
—No lo hago.
—Claro, porque salir de tu habitación a escondidas es muy normal.
—Si lo ocultara, ¿por qué te lo diría?
—Me gusta enterarme de los chismes de los demás, pero me llevo los secretos a la tumba.
Ahora yo entrecerré los ojos.
No tengo con quien hablar por ahora, supongo que no me hará daño dar un poco de mi verdad. Es liberador no cargar con tantas cosas ocultas. Decidí ir a sentarme al lado contrario de la cama porque probablemente estemos un rato aquí.
—¿No le dirás a nadie? ¿Ni a Lia?
—¿Te hará sentir más seguro si te digo algún secreto yo también?
—Vaya, se nota que quieres saber, ¿por qué?
—De esta familia eres al que menos conozco, y te dije, me gusta ser chismosa.
Ya me había convencido eso de que sabía guardar secretos así que supongo que me arriesgaré.
—Salía a ver a mi novia, bueno, ahora ex novia.
—¿Tienes novia?
—Tenía.
—¿Qué pasó con ella?
—Me engañó—me encogí de hombros.
—¿Cuánto tiempo llevaban juntos?
No mentía cuando dijo que le gusta el chisme.
No iba a decirle que seis años, sabría perfectamente quien era.
—Año y medio.
Fue el tiempo que llevábamos juntos desde que terminamos la primera vez.
—¿Por qué no sabía esto?
—Nadie sabe, quise mantenerlo así porque me daba miedo lo que mi rara familia fuera a opinar.
En parte eso es verdad.
—Oh, sí es un secreto bastante valioso y entiendo lo de tu rara familia.
—¿No es también como tu familia?
Recuerdo que las primeras veces que vi a Mía fue en las fiestas de cumpleaños de Lia cuando éramos niños, ella tendría unos diez o doce años, lo cual es bastante. Yo nunca he tenido una amistad que dure tanto, salvo claro, con Claudia.