El Tercer Idiota

Capítulo 8.

A Luis le gusta conversar.

26 de Noviembre de 2018.

Estos últimos días he hablado con Claudia por teléfono en las noches antes de dormir. Son conversaciones cortas porque la verdad nos hemos quedado sin tema de conversación y preferimos despedirnos antes de volver las cosas incómodas.

Algo respecto a eso se siente incorrecto, pero al mismo tiempo se siente bien.

Pero no es sano para mí, no cuando en el fondo todavía le tengo rencor, aún no supero lo sucedido y sí, quiero que esté presente en mi vida pero no de la manera de antes. Para eso sé que tengo que apartarme un poco, solo espero que lo entienda.

Por eso necesito hablar con ella y hoy accedí a que saliéramos a tomar algo.

Habíamos quedado en un pequeño café de ma ciudad y yo iba llegando cuando ella ya estaba ahí.

Estaba mirando el menú distraídamente y no pude evitar fijarme de más en ella, su cabello castaño lo tenía sueltoy su piel morena brillaba gracias a las lámparas del lugar. Ella es bastante guapa, no voy a negarlo, pero no provoca en mí lo mismo que cuando la conocí.

Ella volteó hacia donde yo estaba y me regaló una gran sonrisa.

Yo me acerqué y ella no dejaba de sonreírme.

—Hola—le dije tratando de no mostrarme nervioso.

—Hola, Luis.

—¿Cómo estás?

—Bien, ¿tú?

Iniciamos una conversación corta sobre como nos había ido y que habíamos hecho. Era un momento agradable y en verdad nos la estábamos pasando bien.

—Me alegra mucho que hayamos podido salir—dijo tomando mi mano.

—A mi también, pero hay algo que debo decirte.

—¿Qué pasa?

Tenía miedo de que le estuviera dando señales incorrectas, debía de ser claro con ella.

—Clau, yo no estoy listo para volver a intentarlo, tal vez nunca más lo esté.

—No digas eso...

—Lo siento, pero es la verdad.

Ella volteó a otro lado tratando de evitar mi mirada.

—¿No me dejarás intentarlo una vez más?

—No puedo.

—¿Hay otra persona?

—Claro que no.

Ella se quedó pensando unos minutos más y después me miró fijamente.

—¿Podemos no perder el contacto?

—No lo sé. No creo que sea conveniente.

—Me haces falta, Luis. Tan solo hablar contigo era reconfortante.

No puedo negar que también me hace falta. Estaba tan acostumbrado a su compañía que me afectó no poder hablar con ella.

Tal vez sea algo sano que no cortemos toda la comunicación, sobre todo porque vamos a la misma escuela y compartimos clases. Si seguimos en contacto puede ser que con el tiempo dejemos de depender el uno del otro, e incluso podríamos ser amigos.

—Está bien, podemos seguir hablando de vez en cuando.

—Gracias.

Ella pareció aliviada, aunque yo no sabía que sentía.

—Debo de irme.

—Sí, entiendo.

Ambos nos levantamos del lugar y yo fui hasta la barra a pagar la pequeña cuenta, luego salimos juntos.

—Nos veremos luego—me dio un beso en la mejilla y se fue.

(...)

Llegué a mi casa cuando ya era de noche.

Había regresado caminando ya que quería despejarme un poco pero ahora que volvía sabía que era mejor encerrarme en mi casa que salir.

Estaba cansado, había sido una salida corta pero me había agotado el tocar un tema difícil.

Subí a mi habitación y nadie estaba, fui directo a mi cama y me puse a tontear por un buen rato en el teléfono hasta que me aburrí.

No quería bajar ni quería salir, pero me estaba fastidiando de no hacer nada.

No sé cuanto tiempo pasó que solo me quedé mirando al techo, pero salí de mi trance cuando alguien tocó la puerta, así que me levanté y fui a abrir. Ahí estaba Mía con un gorro de lana y dos cervezas en la mano, ella solo me dio una y entró a mi habitación.

—¿Estabas aquí?—pregunté.

Por lo mismo de que no había salido de mi habitación no sabía quién estaba en la casa pero como no escuché tantas voces no creí que Mía estuviera.

Creí que al irse Lia la vería menos pero no fue así, de hecho al no estar ella parece que soy la opción para pasar el rato por las tardes. Ya no solo viene a fumar, a veces solo pierde el tiempo conmigo, a mi también me sirve para no aburrirme.

—Estaba con Jorge y una de sus amigas pero me aburrí y dije que iría a dormir al cuarto de Lia.

Como de costumbre ella fue directo a mi ventana y encendió un cigarrillo.

—Suena creíble.

Fui de nuevo a mi cama y destapé la cerveza.

—¿Tu qué hacías?

—Perdía el tiempo.

Mi teléfono sonó y era un mensaje de Claudia preguntándome si me apetecía hablar también hoy. Rápidamente le dije que no podía, que me perdonara y no contestó.

Sería grosero dejar a Mía sola, sobre todo porque me trajo una cerveza.

Sé que ella lo entendería, pero hoy prefiero estar aquí.

—Qué aburrido.

—Hoy vi a Claudia.

Mía ha sido una parte importante en mi problema con Claudia, en estos días le he contado todo sobre lo que pasamos en nuestra relación y lo actual. Me ha aconsejado un poco, pero me ayuda a guiar mis pensamientos al lugar indicado.

—¿Y qué pasó?

—Pues le dije que no quería que volviéramos, pero no perderemos el contacto.

—¿Y eso es lo que quieres?

—Sí.

Por ahora sí, aunque me duele un poco soltarlo.

—Eso de las relaciones suena complicado—bebió a su cerveza.

Ahora que lo pienso nunca he visto a Mía en una relación, tampoco me ha hablado sobre algo parecido.

—¿Qué pasa?—ella dijo a darse cuenta de que solo me le quedé viendo.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Ajá.

Si no la conociera ya me hubiera ofendido pero sé que ese es su tono normal.

—¿Nunca has tenido novio?

—No muchos, pero sí.

—¿Y por qué nunca lo he conocido o ha venido a la casa?

No es un secreto que Mía pasa bastante tiempo aquí desde niña, pienso que si ella llegara a tener novio también tendría que estar aquí, eso o ella dejaría de venir pero no lo veo probable.



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En el texto hay: amor juvenil, relacion

Editado: 15.10.2024

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