El Tercer Idiota

Capitulo 11.

Luis no quiere incomodar.
 

3 de Diciembre de 2018.

 

Había decidido salir de casa con un rumbo en la mente. Pero no quería presentarme nada más en la casa de cierta persona porque sí, debía de saber si ella estaba de acuerdo.

Así que cuando iba a medio camino tomé mi celular y me armé se valor para llamarle a Mía.

No he sabido nada de ella, no ha pisado la casa para ver a alguno de mis hermanos y tal vez esté armando un drama mental pero prefiero confirmar o negar todo por mi propia cuenta.

El teléfono marcó varios tonos y estaba a punto de colgar cuando Mía contestó.

—¿Hola?

—Hola, ¿cómo estás?

Me sentí idiota. Ella me ha dicho que se le hace ridículo que las personas pregunten eso, pero no sabía como iniciar la conversación.

Meh. ¿Tú?

—Diría que también meh.

—¿Para qué me llamas?

Estoy acostumbrado a su tono de voz que a veces es brusco, pero creo que no lo dice con esa intención. Creo.

—Quería hablar contigo sobre lo qué pasó.

—¿Es necesario?

—Yo digo que sí.

—¿Por qué crees que necesitemos hablar de ello?

—No sé, no has ido a la casa estos días... no quiero que te sientas incómoda a mi al rededor.

—He estado ocupada...

—Lo sé, lo escuché en tu llamada con Jorge e Iván. Pero una parte de mí no creyó eso.

Ella se quedó callada y en vez de darme la razón cambió al tema inicial.

—Vale, si quieres hablar iré a tu casa.

—¿No quieres que yo vaya a la tuya? Estoy cerca.

Me parece injusto que ella vaya a buscarme cuando yo le pedí que habláramos. Además ella siempre va a mi casa y yo nunca a la suya, solo sé donde vive por Lia.

—No está mi papá entonces estará bien.

—Bien, te veré ahí.

Fui a pie lo que me restaba del camino y veinte minutos después estaba afuera de la casa de Mía. Llamé a la puerta y esperé. Ella apareció con su pijama y el cabello amarrado en una cola alta y sin ningún rastro de maquillaje.

—¿Pijama a las tres de la tarde?—pregunté y noté como ella quería sonreír.

—Me di a mi misma un día de descanso.

Se hizo a un lado dejándome pasar y con curiosidad le di un vistazo rápido a la casa, nunca había estado aquí así que me interesaba ver.

Ella cerró la puerta y fue a su sofá así que la seguí y me senté en el que estaba al frente.

Mía estaba moviendo las piernas nerviosa y eso me estaba poniendo nervioso también.

—¿Qué pasa?—pregunté.

—Es la primera vez que alguien además de Lia entra a mi casa, estoy nerviosa.

Estoy acostumbrado a que ella esté a todas horas en mi casa así que yo no me siento raro.

Iba a comenzar a hablar pero luego recordé que traía algo en mi mochila para ella.

—Toma—saqué la bolsa de papas—. Tú siempre me llevas cosas a mi habitación así que te compré esto.

—Gracias.

Ella sonrió ampliamente así que creo que sirvió todo esto para romper la tensión.

—Entonces... ¿específicamente de qué quieres hablar?—ella preguntó.

—Tengo una duda, pero no sé si suene muy tonta.

—Dila.

—¿Por qué te fuiste cuando yo estaba dormido?

Es una duda que me plantee desde que asimilé las cosas. Las personas que se van a la mañana siguiente de que tuviste algo que ver con ellas son las que solo buscan eso en específico.

Pero creo que Mía no es así.

—¿Quieres la verdad o te miento?

—Sería bueno saber la verdad.

—La verdad me daba un poco de miedo enfrentar la situación y que nos sintiéramos incómodos, o que termináramos haciéndolo de nuevo.

—¿Y eso sería tan malo? Me refiero a la última parte.

Ella se quedó callada, creo que le daba miedo la respuesta. Porque si a mi me preguntaban sabía bien lo que contestaría.

—No. Pero no deberíamos.

—¿Por qué?

—No quisiera que nos mal entendiéramos y complicáramos las cosas. Sería mejor olvidarlo.

Creo que así solo nos estamos mal entendiendo más. Yo no sé lo que ella quiere decir y yo no he dicho lo que quiero.

—Mía, no hicimos nada malo. Los dos no tenemos ningún compromiso, lo que hicimos no estuvo mal porque los dos estuvimos de acuerdo—aunque, ¿qué tal que solo yo era el que se sentía así—, ¿o no lo estabas?

Ella se quedó en silencio y comencé a entrar un poco en pánico.

—Mía, si te obligue o te sentiste forzada a algo... yo no...

—No, no, no, nada de eso.

Suspiré aliviado. Recuerdo todo a la perfección, pero que tal que mi mente afectada por el alcohol había alterado esos recuerdos.

—¿Entonces sientes que no debió pasar?

—Tampoco.

—¿Te arrepientes?

—No.

—No te entiendo, ¿Entonces?

—Tengo miedo, ¿si? Nunca había pasado por algo así, no quiero que alguien que se ha vuelto cercano a mí de nuevo sea casi un desconocido.

Lo podía entender, agradecí que se sincerara conmigo porque si seguía con respuestas vagas nunca hubiera podido acertar.

Yo creí por un momento que quería cortar cualquier conexión conmigo porque la había hecho sentir incómoda y estoy muy feliz de que no sea así.

—Lo entiendo, Mía. Pero no pasará, ¿de acuerdo? Si quieres que marque mi distancia lo haré.

—No, eso es precisamente por lo que no quería tocar el tema. No quiero que alguno de los dos se aleje.

Me aliviaba escuchar eso; a lo largo de este tiempo que llevamos hablando yo pensé que era el único que le tomaba importancia a la complicidad que habíamos formado. Ahora veo que a ella también le importa.

—Está bien. Pero entonces tú tampoco te alejes.

—Lo siento por eso. Creí que si desaparecía unos días y luego volvía, todo se podía olvidar.

No creo que pueda olvidarlo, la verdad.



#11140 en Novela romántica
#2032 en Joven Adulto

En el texto hay: amor juvenil, relacion

Editado: 06.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.