El tercer muerto

Capitulo 3

 

A las once y media de la noche el chico tímido pasó a la habitación Nº 21 y Erik ocupó su lugar en la 14.

Para eso el doctor tenía que poner uniforme de un paciente. Para su seguridad, acomodó su celular en un rincón, poniéndolo en modo videoconferencia comunicado con celular de Rita. La chica se quedó en la recepción turno noche, sin despegar la vista de la pantalla.

Después que el paciente afortunado, el chico de pelo blanco se fue, Erik revisó cada rincón de la habitación. Así como la cama, las sabanas, el baño, cierres de las ventanas y las placas del techo. Sin encontrar nada sospechoso, apagó la luz y se acostó en la cama.

La luz de luna apenas se filtraba por la persiana pintando la habitación del color violeta funebre.

El doctor se tapó con la colcha. Cerró los ojos. No tenía ganas de pensar en nada. No tenía miedo. No tenía futuro.

Un "plim—plim" le avisó de un mensaje en el celular.

Erik abrió los ojos. Se levantó de la cama y tomó el teléfono.

"¿Cómo estás?" — lo preguntó la foto de Rita en la pantalla.

Los dedos de Erik empezaron a moverse por la superficie del teléfono.

"Bien. ¿Cómo puedo estar?"

"¿Tienes miedo?"

"Un poco".

"Creo que no tienes que hacer esto."

"Creo que sí".

"¿Por qué?"

"Porque si yo no descubro esta porquería, alquilen más puede morir".

Rita se quedó pensando.

Erik se quedó esperando.

"Erik. ¿Estás dispuesto entregar tu propia vida?"

Ahora Erik se quedó pensando.

"No se" – contestó.

"¡Entonces sal de allí y deja esta clínica!" "Si te importa tu propia vida".

Erik miró alrededor antes de contestar. Miró la pantalla. Eran las 12:20.

Y en este momento Erik escucho ruido.

Era como si alquilen pasaba los dientes por la piedra o acero. Apenas audible. Un chirrido.

Erik saltó con las piernas temblando y prendió la luz. La habitación estaba intacta. No había ningún movimiento. Se hizo un silencio absoluto.

Los dientes de Erik saltaban sin parar golpeando unos a otros. Con la mano sosteniendo celular el doctor secó el sudor de la frente.

El teléfono tembló dos veces avisando un nuevo mensaje.

"¿Estas allí?";" ¿Estás bien?" – preguntó Rita.

Erik tragó la saliva.

"stoy bie" – le contestó a la chica escribiendo con dedos de madera.

"No me asustes". "¿Pasó algo?"

"No" "Estoy bien".

Pero Erik ya no estaba bien. Ahora estaba dudando de querer estar acá. ¿Y además para que lo hace? ¿Qué quiere demostrar? Pero había algo en él, una pisca de curiosidad y algo más que no podía explicar.

Sin embargo Erik apagó la luz, avisó a Rita que va a colocar el celular en la posición de vigilancia y se acostó en la cama.

"¡Que tarado que soy!" — Pensó — "No sé con qué me voy a encontrar. No traje ni un cuchillo ni un crucifijo".

"Y además, si alguien que viene acá por mi..."

Y otra vez escuchó el ruido. Este chirrido macabro. Parecía una rata gigante mordiendo pilares de acero a lo lejos.

Las tripas de Erik se congelaron dentro de la pansa. Con las últimas gotas de coraje el muchacho se levantó de la cama y prendió la luz.

El ruido se disolvió. Llegó el silencio.

Erik estaba en el medio de la habitación, temblando, y lo único que quería es estar muy lejos de acá.

Agarró el teléfono y salió de la habitación.

Rita estaba en la recepción, muy preocupada.

— Erik, ¿Qué pasó? Apagaste el celular. No te podía ver.

Lo miró atenta.

— Estas muy pálido.

— Rita, — dijo con la garganta seca; — hay algo allí...

La chica puso la mano en el pecho, como tratando de retenerlo para que no salte afuera.

— Voy a llamar a la policía.

— Espera. No hay nada concreto.

— ¿Pero que viste?

— No vi nada. Solo escuché unos ruidos raros.

— ¿Y qué puede hacer?

— No sé. Estoy perdido. — Erik se desplomó en la silla. — Lo único que sé, no me voy a volver a esta habitación. Parezco una carnada allí. Había que mandar al jefe a dormir en esta habitación, ya que tanto le gusta ocultar las cosas. ¿Rita, porque mi miras así? ¿Te parece muy cruel, mandar al jefe a pasar la noche en la habitación "catorce"?

Rita sonrió.

— No. Me parece bastante justo, pero estoy pensando en lo que dijiste de la carnada.

— ¿Y que tiene?

— Tú no tienes que quedarse en la habitación. Pero podemos poner una carnada.

Erik la miró asombrado.

— Rita, ¿en qué estás pensando?

— No creas que estoy loca...

— Seguro que no más que yo lo estoy.

— Podríamos sacar al señor Collins da la morgue y devolverlo a su habitación 14. Y así podemos observar que es lo que pasa.

— ¡Tú eres totalmente loca!

Erik acordó la sensación de estar en la habitación y escuchar los ruidos.

— ¿Sabes Rita? Creo que tienes razón. Si nos descubran, nos vuelan de la clínica. Pero a esta altura, no es lo más grave.

Los dos se quedaron pensando, mirando uno al otro.

Erik miró el reloj.

— Es la "una y media". El viejo Hank está en el comedor. Si lo hacemos rápido, tenemos chance.

 




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