El tercer muerto

Capitulo 2

Capítulo 2

 

               En la oficina Erik encontró al jefe sentado en su escritorio, tapando la cara con las manos. No quería ver este mundo.

              El jefe abrió la cara y miró a Erik con ojos de un perro enfermo.

—Siéntate, muchacho. ¿Y? ¿Qué encontraste?

Erik le estiró el informe. El jefe ni lo miró, solo lo dejo al borde del escritorio.

—¿Qué piensas de todo esto?

Erik frotó la frente.

—No encuentro la causa.

—Ya veo. ¡No puede ser que un fantasma mata a nuestros pacientes!

—Desde ya que no.

El jefe levantó su cuerpo obeso. Se fue a la ventana. Se quedó mirando afuera.

—Yo hice este hospital con mis propias manos. Con un enorme sacrificio. Y no voy a permitir que alguna causa paranormal me lo arruina todo. Por eso… — el hombre se dio vuelta, — vamos hacernos cuenta que no pasó nada.

La cara de Erik se estiró. No podía creer lo que estaba escuchando.

—¿Y la policía?

—¡Nada de policía! ¿Crees que van a encontrar algo?

—¿Y qué hacemos entonces?

El jefe se acercó a Erik y lo miró a los ojos.

—En dos días, entra un nuevo paciente.  – jefe limpió las gotas de sudor de la frente. – lo vamos a ubicar en este mismo lugar.  – la voz del jefe se fue hasta susurro.  – vamos a demostrar que fue casualidad… o vamos a dar otra oportunidad al fantasma.

De la oficina del jefe Erik salió pálido. Lo aterrorizaba la idea de exponer a una persona a la prueba de muerte. Pero en la balanza estaba su futuro como doctor de esta clínica.

 

*** 

 

Dos días después, un adolecente de pelo blanco, muy flaco, con gestos y voz tímida, ocupó la cama en la habitación Nº 14.

Pocas personas en la clínica se enteraron de la fama de la maldita habitación. Entre ellos – Rita.

Ella encontró a Erik en la recepción.

—¡Erik, esto no puede ser! — le temblaban los labios. — ¡este chico va a morir!

Erik hundió las manos en los bolcillos y la cabeza en los hombros.

—Escúchame Rita. No está comprobado nada. Podría ser una casualidad.

—¿Y si no lo es? ¡Dos muertos, uno tras otro! Hay que sellar esta habitación con tablones de madera. ¡Y no dejar entrar a nadie!

—Rita… El jefe ordenó…

—¿Entonces tú le hiciste caso al jefe? ¿No se te ocurrió nada mejor? ¿Y por qué tú mismo no te quedas en esta habitación? ¡A ver si descubrís el misterio!

—Rita… yo…

—¡No me digas nada! Ahora voy a sacar a este chico de allí y lo traslado a otro lugar. ¡Y me importa un pepino si me echan de esta clínica mugrienta!

La chica se dio vuelta y empezó a caminar por el pasillo. Sus tacos sonaban como disparos en el silencio de la noche.

               Erik estaba mirando cómo se alejaba Rita y tomó una decisión alocada.

—¡Rita! ¡Espera!

Con pasos firmes Erik se acercó a la enfermera. Ella se detuvo y se quedó mirándolo largando chispas de las pupilas.

—Rita. Yo… lo voy a trasladar al muchacho. Te pido que no digas a nadie. Y…en esta habitación… me voy a quedar yo…

Rita levantó la mano y tapó la boca.

—Pero… ¿para qué quieres hacer esto? No hace falta. Yo solo te decía que…

—Lo tengo que hacer. Y te pido que me ayudes.

 




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