Capítulo 6
Erik aterrizó sobre un piso de piedra húmeda y resbalosa. Se levantó de un salto y pasó el rayo de linterna del celular alrededor.
La luz le mostró un túnel de piedra antigua.
Las paredes verdes del mogo.
Charcos de agua podrida en el piso.
Y una figura vestida de capa negra, tapada con capucha, escapándose a lo lejos del túnel.
—¡Hey! — Erik pegó un grito.
La figura no reaccionó, solo aceleró el paso.
“¿Estará armado este loco, aparte de la manguera con aguja?” — pensó el doctor y empezó a caminar para alcanzarlo. — “Parece que me tiene miedo”.
Pasando linterna del piso a la figura, de la figura al piso, Erik estaba alcanzando al fugitivo. Los pasos de la criatura cada vez se hacían más lentos, más cansados, más cortos.
Cuando entre ellos quedaban solo unos metros y el doctor se estaba preparando para resistir al posible ataque, la figura pegó un grito salvaje, estiró las manos al techo en un gesto de maldición, agacho la cabeza, escupió un líquido al piso… y se cayó como un títere que le cortaron los hilos.
Erik se acercó unos pasos.
La criatura estaba boca abajo, respirando agitado.
Con la punta del pie el doctor empujo y dio vuelta al cuerpo. Vio una cara llena de arrugas, lengua marrón afuera y los ojos llenos de odio.
—¿Hank? — Erik, asombrado dio un paso atrás.
El viejo cuidador de la morgue vomitó un líquido marrón, tosió y limpio la boca con la manga.
—¿Entonces fuiste tú? — dijo Hank, respirando entrecortado. — Tú… me mataste… ¡hijo de perra!
—¿Qué te hice? ¿Y que fue todo esto?
El viejo no contestaba, solo lo miraba con odio de un animal acorralado y herido.
Erik quiso hacer más preguntas, pero los ojos del viejo ya se pusieron vidriosos. Un último gemido reventó la garganta. El alma ya se estaba despidiéndose del cuerpo.
***
Seis horas de las interminables preguntas, con solo una taza de café en el medio, dejaron a Erik mareado del cansancio. Parecía que las paredes de la sala de interrogatorio se van a caer como naipes y lo van a aplastar.
Erik tenia sensación que el policía quería escuchar la historia una y otra vez, ya que nunca escuchó nada igual.
—Bueno, ya basta — finalmente dijo inspector Brenkins y por décima vez se levantó de la mesa y frotó los ojos — pon acá una firma y aclaración — le tiró las hojas del protocolo.
—¿Qué va a pasar conmigo?
—Te considero inocente. Ahora te vas a tu casa.
Erik estiró ambas manos para tomar la birome.
—¿Entonces me puede sacar las “esposas”?
Inspector sacó la llave del bolsillo y la tiró en mesa enfrente de Erik. La llave pegó unos saltos y con un “dzin-dzin” cayó al piso. Pero más que esto al doctor le llamaba atención otra cosa.
—Dígame inspector, ¿Cómo pasó todo esto?
El policía lo miró a Erik con una sonrisa triste.
—Es largo de contar. Pero en pocas palabras… El cuidador de la morgue mató a dos pacientes, creemos, haciendo un ritual. Cuando descubrió el túnel, se acercaba a la habitación 14 por debajo, salía del túnel, se ponía de bajo de la cama y clavando la manguera con la aguja en la oreja… succionaba el cerebro de la víctima.
Erik se quedó helado al escuchar esto.
Inspector sin mirar el asombró del doctor siguió contando, tratando de encontrar palabras para describir los hechos tan macabros.
—Esta vez, cuando tú, muchacho, pusiste en la habitación el cuerpo envenenado…
—¿Pero qué cuerpo envenenado? ¡Yo puse el cadáver del señor Collins que falleció dos días antes!
—Te confundiste muchacho. Agarraste el cuerpo del señor que estaba en la morgue a causa de un veneno.
Erik se acordó del hombre muerto envenenado, con la cara hinchada y azul, que le mostró Hank en la morgue.
Parecía que por la espina del doctor pasó un ciempiés.
Inspector seguía contando.
—Entonces el encargado de la morgue empezó a succionar el cerebro del cadáver… y se dio cuenta que está bebiendo el cerebro lleno de veneno. Allí apareciste tú y el viejo no pudo salvarse. Aunque ya estaba destinado a morir. No existe el antídoto.
Erik se quedó pensando con la cabeza agachada. No lo podía creer. No encontraba las palabras. No encontraba el sentido. Entonces solo levantó la llave del pisó y abrió las “esposas”.
—Gracias inspector.
—Cuídate, muchacho. Tengo un presentimiento que ésta no es la última historia terrorífica que nos espera en esta ciudad. Por algo Thorn Creak se considera maldita.