El tesoro al final del mundo

Capitulo 5

Vesper se detuvo a mi lado junto a la cortina de cuentas. Tenía los ojos enrojecidos y la boca le apestaba, pero no más que de costumbre.

—¿Tajo, dónde va esto? —preguntó y yo lo miré con dos cajas de vino en cada hombro. Me sorprendía que no haya caído de culo porque estaba muy seguro de que comenzó a beber desde temprano y aún le quedaba medía botella de tercera que tomó de la barra.

—En la bodega —respondí volviéndome hacia el comerciante que se encargaba de llevarnos el alcohol y el agua día por medio. Papá aún no volvía, había pasado más de un mes y los encargos los hacía yo así como también los pagos y las noches que nos daban el dinero para sobrevivir.

Por suerte, los tres idiota se hacían cargo de los problemas y me daban lecciones sobre cómo sacar ebrios con diferentes metodos de agarre. No los necesitaba, había mejorado con el arma y solo sacarla hacia que el silencio llene la taberna, pero jamás les diría que sí lo hice, antes, y estaba agradecido.

—¿Dónde está la bodega? —volvió a preguntar Vesper dando vueltas en su sitio.

—En el piso bajo el pasillo.

Asintió, se tambaleó y cruzó la cortina con las cajas de vino.

Terminé de pagar al comerciante que me miraba con los ojos brillantes y suspiré al comprender mi error, le estaba dando dinero de más, o de menos, no lo sé pero en algo estaba fallando. Nadie es tan feliz por vender y comprar.

Comencé a sentirme de nuevo un idiota, papá siempre se encargaba de eso y por alguna razón sentía que lo estaba haciendo mal y que más que ganar estabamos perdiendo dinero. Jet siempre decía que era práctica y mucha intimidación, papá era intimidante y por eso los comerciantes no lo estafaban, pero yo tenía apenas trece años y no era intimidante.

Le di los últimos billetes y lo seguí hasta el muelle donde sus compañeros desembarcaron las cajas con la bebida. Algunos me preguntaron por papá y les dije que estaba de viaje, no era verdad, a ellos no les importaba cómo estaba sino cuánto podrían aprovecharse de mí y eso era irritante.

Jet se colocó a mi lado con Raven del otro y miraron a los comerciantes volver a su barco y zarpar.

Le pedí a Jet que me enseñara algo sobre sumar y restar dinero, ya estaba harto.

Tomé cajas con botellas y las entré para acomodarlas en la bodega como hacíamos con papá.

—¿Qué hay en esa habitación? —preguntó Vesper cuando me vio pasar la cortina de cuentas con Jet detrás, ayudándome.

—El estudio de mi madre —murmuré bajando las escaleras.

Me detuve junto al estante para sacar las botellas y tomé una respiración al comprender el silencio que ambos hacían.

—¿Qué le sucedió? —preguntó Vesper.

—Ella partió y no volvió—respondió Jet con un murmullo.

—¿A dónde?

—Al océano.

—Oh. ¿Quién es su madre?

—Una loca.

Silencio.

Fingí ignorarlos y continué. 

Mi madre era una navegante, historiadora del reino, del rey. Papá me dijo que cuando partió yo apenas tenía siete, que me amaba, y aunque no la recordaba, no mucho al menos, sabía que era verdad por lo mucho que él la amaba. Protegía sus cosas como si ella nunca se hubiera ido o estuviera a punto de volver, era asombrosa la sensibilidad que tenía. Así que un día decidí creerle, mamá volvería, ella era una navegante, historiadora, aventurera. Me amaba. Volvería.

Terminé de acomodar las botellas y volví por más mientras ellos me ayudaban. Raven había vuelto a su lugar junto a la puerta y tomó una de las botellas de ron de la caja que llevaba y la abrió para beber. 

Vesper se sumó. Había terminado la otra mitad de su botella y apenas podía mantenerse en pie, pero cuando me vio acercarme con cajas en los hombros alzó una ceja.

—¿Cuántas cajas cargas? —preguntó.

—Esta semana seis en cada brazo, aún no logro llegar a las ocho porque la mano me duele.

El ebrio soltó una mueca.

—Es poco.

—¿Tú cuántas cargas?

—Diez.

Rodé los ojos.

—Si, claro.

Dio un trago largo a la botella y yo sentí asco. Era imposible que cargara diez y, aunque fuera posible, dudaba que él lo hiciera en su estado tan deplorable. Raven apenas nos miró, estaba entretenido intentando abrir los ojos y levantar la cabeza, pero cuando el ebrio a su lado bajó la botella e hipo, sonrió.

—Apresúrate —me dijo Vesper con una señal de cabeza—, hoy te enséñale a combatir sin armas.

—¿Ebrio?

Él también me sonrió.

—Esa es tu ventaja. Anda. Vete.

. . .

Ahogué un grito de dolor cuando golpeé el suelo con la espalda y dí con el pie una de las patas de la mesa más cercana. 

Dolía, todo mi cuerpo podía, pero ver a Vesper sacudirse el polvo de encima como si no fuera gran cosa y cojear hacia la barra por más alcohol era más humillante que el dolor.

—Dijiste que era una ventaja —magullé y él terminó su trago largo para mirarme entretenido.

—Lo es, sino hubiera sido peor.

—¿Peor?

—Sabes que tiene la mano rota, ¿no? —aclaró Jet con los brazos cruzados sobre el pecho en una silla apartada del otro lado de la barra. Él y Raven decidieron sentarse del otro lado para no ser golpeados accidentalmente con alguna de mis extremidades.

Vesper alzó su asqueroso pantalón con la mano libre y enseñó una pata de palo podrida y agujereada.

—Yo no tengo una pierna y no me ves llorando. Tajo, arriba, debes mantenerte en pie cinco segundos.

Obedecí inclinándome hacia un costado y planté los pies. Repetí sus indicaciones, piernas separadas, rodillas flexionadas, hombros tensos, codos ligeros y… me lanzó al suelo de un puñetazo.

Bebió más.

Me levanté y alcé los puños para protegerme de sus golpes.

Uno.

Dos.

Tres…

Alzó la pata de palo, la esquivé y no ví el siguiente puño que me lanzó al suelo.



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En el texto hay: boylove, piratas y tesoros, friends to lovers

Editado: 20.11.2024

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