El tesoro al final del mundo

Capitulo 12

Rechinó en la madera del suelo y solté una mueca sin poder recordar si la taberna estaba abierta o cerrada. La noche era un recuerdo borroso por tanto alcohol y la cabeza me daba vueltas cada vez que me movía para abrir los ojos.

No podía. Pero tenía que moverme, la taberna estaba abierta y alguien debía atenderla.

La madera volvió a rechinar. Había alguien esperando por alcohol, seguro era un navegante, los piratas nunca despertaban tan temprano. Aunque no sabía qué hora era. Ni si el sol salió.

Me moví para levantar las manos y limpiarme los ojos pero sentí algo extraño, ardor.

¿Ardor?

Fruncí el ceño y abrí los ojos para mirar la pierna donde sentía más profundo el ardor que poco a poco comenzaba a volverse doloroso. Parpadeé hacia la oscuridad de la habitación y vi a alguien más allí parado, junto a mi cama, observándome.

Un hombre.

—¿Papá?

Se inclinó bajando el brazo hacia mi cuello y volví a sentir el ardor.

El dolor se volvió peor, llegó a mi lengua, a mis brazos.

La cabeza me dio vueltas.

Aquel hombre no era papá. Su rostro era blanco como un papel y sus ojos azules como el hielo. Tenía el cabello cubierto por un pañuelo negro y la boca le olía dulce, extraño.

Intenté moverme para apartarlo pero no lo logré. Me cubrió la boca con la mano y apoyó el dedo sobre sus labios.

Silencio, pidió y luego señaló a mi lado con una sonrisa cruel.

Pum pum.

Me tomó del cuello de la camisa y me levantó como si no pesara más que una manta.

Una manta amarrada que no podía moverse, responder o reaccionar.

Pum pum.

El cuerpo no me respondía, la lengua me dolía, mis manos estaban quietas, apretadas entre una soga.

Pum pum pum.

Me cargó sobre su hombro en silencio y comenzó a caminar por la habitación. Vi a Baker en el suelo, durmiendo, a Layla sobre mi cama, las botellas y los carteles. Vi los libros de mi madre abiertos cerca de la puerta. Ese hombre estuvo hurgando mientras dormíamos.

Pum pum.

Sentí frío. Miedo.

Pum pum pum.

El corazón me dolió por la desesperación.

Pum pum.

Intenté moverme para liberarme.

Nada.

Miedo.

Pum pum pum.

Cruzamos la trampilla a la bodega y la cortina de cuentas. El suelo rechino, el ardor de mis brazos y mis piernas era incesante, me sentía pesado. Tenía sueño.

Frío.

Pum pum…

Llegamos a la barra y tuvo que tenderme encima para pasar. Volví a intentarlo, mover las manos para liberar y huir, tomar el arma bajo la madera o la espada en el hueco oculto bajo el suelo.

Pum pum pum.

Volví a mirarlo en la luz del día.

Era un rostro cruel, quemado y herido. Frío como un cadáver pero tan vivo que parecía albergar solo crueldad dentro. Horror.

Pum pum.

Pasó del otro lado de la barra y volvió a levantarme sobre su hombro. Pero no avanzó, escuchó el rechinido en la habitación y el ruido que hace el acero al ser desenvainado.

Baker cruzó la cortina de cuentas con rapidez y se lanzó hacia nosotros con la espada en alto. Sus ojos eran los mismos que esa primera vez contra los piratas, furiosos, rojos. Apretaba los labios y se movía con precisión para saltar encima de la barra, pero el hombre era más grande y rápido. Desenvainó una espada que cargaba en la cintura y detuvo el golpe.

Baker giró la muñeca e intentó tomarme de sus brazos.

El hombre me apartó y su cuerpo se sacudió. Reía.

Oí un grito más en la habitación. Layla cruzó la cortina de cuentas con cuchillos en ambas manos. Su mirada también era feroz, determinada. Saltó la barra e intentó cortar al hombre con movimientos ligeros, largos. Parecía que sabía lo que hacía, como si bailara con un filo en las manos.

Pero no era suficiente. El hombre la bloqueaba a la par que a Baker, como si sus manos fueran seis y dos. Como si no me sujetara sobre su hombro.

Si tan solo pudiera moverme tomaría el arma.

Si pudiera moverme…

Oí un gemido y vi a Layla caer al suelo. Baker la protegió con la espada, golpeando, cortando, girando hasta que ambos se alejaron y luego volvió a tomarme del pie. Sentí su mano, la calidez que llegaba a mi piel fría.

Y la apretó con fuerza.

El hombre se apartaba y él lo seguía, tiraba, quería que me soltara, pero el hombre me sujetaba con fuerza.

Layla apareció detrás y me sujetó por los hombros.



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En el texto hay: boylove, piratas y tesoros, friends to lovers

Editado: 20.11.2024

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