El tesoro al final del mundo

Capitulo 14

—¿Qué haces? —preguntó Baker entrando en la habitación de mi madre con un vaso de agua y algo de pan. No sabía de dónde lo había sacado, en la taberna no había nada para comer desde hace dos días, pero agradecí en silencio cuando lo colocó frente a mí—. ¿Qué es esto?

—Los diarios de mi madre.

Me incliné sobre el pan y le dí un mordisco con un dolor punzante en medio del estómago.

Baker se inclinó por encima de mi hombro para leer el pequeño cuaderno con la pluma roja en medio y la tinta a un lado. Volví a sentir la tensión, ese nudo que se alzaba en mi garganta y me hacía querer apartarme, pero no lo hice. No podía. Llevaba días evitándolo y tratando que se vaya de la taberna, solo que Baker era imposible y prácticamente vivía allí.

—¿Tienes madre? —murmuró estirando la mano hacia los trazos en la hoja junto al diario donde ponía mis propias palabras y transcripciones.

Lo miré para comprobar que hablaba en serio. Sus cortes ya casi habían terminado de sanar, le estaba creciendo la barba y el aroma a alcohol de la taberna se le pegaba a la ropa. Había crecido, era casi un adulto que hacía preguntas idiotas con el semblante demasiado serio.

—Si —bufé con voz apagada por el pan.

—¿Por qué no está aquí?

—Viaja —me incliné por agua y bebí.

Sonrió.

—¿Pirata?

Negué y le dí otro mordisco justo cuando la figura del hombre bajo y con rostro ruborizado por el sol apareció por el umbral donde debería estar la puerta. Nos miró con una ceja alzada, cruzó los brazos por encima del pecho y sonrió.

—¿Qué? —bufé con la boca llena. Negó encogiéndose de hombros. Baker lo miró fijamente con los labios apretados, intentando descifrar algo. Seguramente que tan peligroso podía ser un hombre vestido de lino gris con un sombrero que parecía un plato extraño gastado por tanto tiempo bajo el sol. Me aclaré la garganta para llamar su atención—. Baker, él es Eric.

—Oh, tú eres el famoso Baker —dijo el hombre, acercándose con la mano tendida—. ¿Qué tal?

Baker lo miró sin comprender y le tomó la mano.

—¿Me conoces?

—Tajo habla de ti en ocasiones.

Rodé los ojos y seguí comiendo pan a pesar de la mirada brillante de Baker.

Eric se acercó a la hoja junto al diario de mi madre.

—¿Cómo vas?

—Creo que algo no anda bien —dije y le entregué el cuaderno para que compare lo que hice.

—¿Qué es eso? —Baker se estiró para ver y Eric le tendió la hoja, pero al instante se la devolvió y me miró sin comprender.

Me reí.

—Símbolos.

—¿Símbolos?

—Si, mi madre es historiadora.

—¿Historiadora? ¿Qué es eso?

—Los que buscan tesoros —respondió Eric con una sonrisa y los ojos entrecerrados, divertido—, hacemos los mapas y escribimos sobre ellos, su historia.

—Eso es… aburrido —dijo Baker y no pude evitar reír por su desconcierto.

Él me miró sin comprender y la tensión en mi estómago disminuyó. Me sentía bien, mejor que antes, que otras veces, que hace un momento. Me sentía como quería sentirme al tenerlo cerca aunque no lo entendiera, aunque no pueda compartir esas sensación de emoción porque no era capaz.

Eric también rió. 

—Lo sé, pero no lo es. Los historiadores buscamos historia en esos objetos, la escribimos y luego alguien más lee sobre ello. —Sus ojos adquirieron un brillo desafiante—. Usualmente los piratas. Ellos buscan los tesoros que nosotros encontramos antes siguiendo nuestros escritos y nuestros mapas.

Baker parpadeó.

—¿Por qué no se llevan los tesoros?

—No los queremos —dijo Eric encogiéndose de hombros—, queremos que ustedes los encuentren. Nosotros solo queremos la historia detrás de esos objetos.

—¿Y de qué viven?

—El rey les paga por descubrir tesoros —murmuré con más pan en la boca. Papá lo mencionó un par de veces cuando recibía las cartas de mi madre, y al conocer a Eric, quien también conocía a mamá, él me lo confirmó. El rey de algún reino que no conocía le pagaba por sus investigaciones.

Baker me miró y miró al hombre en la habitación.

—¿El rey les paga?

Eric asintió.

—Si, mucho dinero.

Hubo una pausa y Baker arrugó la nariz.

—No eres mejor que nosotros.

Eric asintió encogiendo los hombros.

—Lo sé.

Me reí.

—¿Quieres aprender? —pregunté.

Negó.

—Les traeré algo de comer y de beber y me haré cargo de la taberna.

El frío me envolvió el estómago. Volví a verlo herido, sangrando.

—No es necesario, puedo ir…

—No —interrumpió de caminó a la puerta—, tú quédate.

—Puedo ir.

—No, no puedes —dijo Eric leyendo la hoja con mis traducciones con un par de lentes en el puente de la nariz—. Esto necesita que lo revises.

Me incliné hacia la hoja y el cuaderno, buscando el error.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Traeré algo para que coman —dijo Baker desde la puerta y Eric le lanzó una mirada brillante, curiosa, antes de inclinarse sobre la mesa para señalarme el error.

. . .

—¡Tajo!

Alcé la cabeza hacia la puerta, esa noche Layla planeó una fiesta y Baker insistió en pedir ayuda a su padre para mantener todo bajo orden, sobre todo porque una carta a mi padre había llegado a medía tarde y nadie, ni siquiera yo, tenía el valor de ver el contenido. Llevaba el sello de la familia real y Jet dijo que no parecía un informe como los que envían a La Marina sino algo más personal.

Lo mejor era ser precavidos.

Pero la taberna debía abrir y la bodega desabastecer, los proveedores sospechaban que sucedía algo porque casi no pedíamos ron y sabía que, si lo decidían, podrían dejar de vendernos.

El padre de Baker entró con Brighton y un hombre de cabello negro a cada lado, tenía la mirada brillante de siempre y en los pies no llevaba zapatos. Traía su espada y sus compañeros también cargaban con armas, pero al acercarse ninguno lucio amenazante.



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En el texto hay: boylove, piratas y tesoros, friends to lovers

Editado: 20.11.2024

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