La noche fue tranquila y aunque estaba molesto me sentía aliviado por el descanso. El mar había traído una tormenta a las costas del pueblo y los idiotas que desembarcaron tuvieron que volver para proteger los barcos o solo dormir en ellos en busca de protección. La taberna fue un lugar tranquilo.
Hace días que no tenía ni un respiro, apenas dormía lo suficiente para no caer muerto y la comida ya no tenía el mismo sabor. Los libros de mamá quedaron olvidados junto a la cama y eso me fastidiaba. Eric me había prestado algunos libros de navegación pero no los comprendía, quería hacerlo, me obsesionaba lo que había oído del viejo mundo, pero el tiempo y mi ánimo no estaban en su mejor momento.
Ese amanecer los tres tontos aprovecharon para refugiarse en la taberna a beber y Layla, quien pasaba allí casi todo su tiempo, me ayudó a limpiar los desastres del viento y la lluvia.
Raven me miró con una ceja alzada desde el otro lado de la barra, dejó la botella y frunció la nariz.
—Deberías sacarte eso —dijo y señaló mi rostro.
—¿Qué?
—La barba.
Vesper alzó la cabeza de su mentón y nos miró semi ebrio, semi burlón.
—¿Eso es una barba? —preguntó.
Lo ignoré.
—No quiero, me queda bien.
—¿Quién dice?—preguntó Vesper y Raven río respondiéndo.
—Nadie.
—Los piratas me tienen más confianza desde que la tengo —bufé tocándola con la palma. Me picaba, eso era indiscutible, pero no pensaba mencionarselos.
—Eso no es confianza, es miedo a los que hay en tu rostro —dijo Raven y Jet le lanzó una mirada molesta desde mi la cortina de cuentas.
—Que ellos tengan ratas muertas en la cabeza no significa que tú también —dijo acercándose para tomar agua de la botella a frente a mí. Él se encargó de la bodega ya que algunos idiotas quisieron entrar por una puerta que antes se usaba para los comerciantes. Se veía cansado con las mangas de su camisa por los codos y las botas sucias, pero no dijo nada, bebió y me miró—. Debes tener higiene, Tajo.
Raven bebió ron y bufó.
—Eso es, Tajo. Pregúntale al marino cómo hacer que te odien.
Se miraron molestos, iban a comenzar otra pelea y yo aprovecharía para huir a mi habitación y dormir durante horas.
—Yo creo que le queda bien—dijo Layla de repente, apareciendo por la cortina con una sonrisa cansada.
Asentí agradecido.
—Te queda horrible—agregó Raven.
—Parece una rata muerta —dijo Vesper y ambos chocaron botellas y bebieron.
Los ignoré porque Layla se colocó a mí lado, cerca, demasiado cerca como para que sus pechos casi descubiertos rocen la tela de mi camisa.
—¿Cómo estuve hoy? —preguntó tomando una botella de vino a medio acabar.
—Como siempre. —Tomé una respiración profunda mientras terminaba de limpiar y la oí moverse alrededor, estaba tan agotado que la cabeza me dolía y me daba vueltas. Necesitaba un descanso…
—Eres un idiota —gruñó ella.
Asentí.
—Si…
Soltó un grito molesto, irritado quizás, parecía que quería darme un puñetazo.
—¡Eres frustrante! —gritó y yo miré a Jet para que me explique qué demonios sucedía con ella, pero él solo sonrió y se volteó hacia Raven, quien hizo lo mismo girando la cabeza a la pared. Vesper dió un trago largo de ron, suspiró y volvió a dormir mientras Layla soltaba otro grito—. ¡Imbécil!
—¿Qué te sucede?— pregunté y ella gruñó.
—Me das dolores de cabeza, te odio, ¡maldita sea!
Volví a mirar a los tontos en busca de ayuda. Los tres me ignoraron.
Saqué una botella que tenía guardada bajo la barra y se la tendí a Layla.
—¿Entonces no quieres tu ginebra?
—¿Ginebra? ¿¡Ginebra!? —bufó y le dio un golpe, haciendo que la botella caiga y ruede hacia los pies de Jet—. No quiero esa maldita ginebra.
—¿Entonces qué quieres? Tengo ron, vodka, aguardiente…
La miré, era una broma, sabía que estaba enojada o al menos creí que era como esas otras veces que jugaba a estarlo para provocarme. Pero esta vez se veía diferente, irritada, con enormes ojeras bajo los ojos y los labios hinchados por beber. Aunque yo no lo había visto beber tanto como para embriagarse de mala manera.
Apretó los puños, parecía a punto de darme un puñetazo, miré de nuevo a los tontos ignorarnos como si fuera normal, tomé una bocanada de aire y de repente lo sentí. Ella tomó mi rostro entre sus manos, se acercó y me besó.
Pum pum.
Sentí el corazón acelerado por el asombro. Layla me estaba besando.
Recordé lo que oí. Pum pum. ¿Cómo pude olvidarlo?
Layla me besaba apretando los labios, no se movía, tampoco yo me movía, sostenía mi rostro con fuerza. Tenía las manos suaves, frías. Los labios de Layla estaban fríos, húmedos. Y cuando me empujo hacia la barra para alejarme no supe cómo reaccionar.
Me miró con lágrimas en los ojos, enojada, todo su rostro estaba rojo y tenía los puños apretados. Iba a golpearme, creí que lo haría, vi cómo lo hizo cientos de veces, tenía un buen derechazo, pero no lo hizo. Solo apartó la mirada, pasó por encima de la barra y salió de la taberna.
La puerta se cerró y todo el lugar se llenó de silencio.
¿Qué acababa de pasar?
Parpadeé una, dos, tres veces y oí el gritó de Raven:
—¡Eso es!
—Ya era hora —dijo Jet sonriendo y alzando una botella hacia mí.
—Felicitaciones, niño —magulló Vesper levantando la cabeza con los ojos brillantes y volví a mirar la puerta con un nudo en la garganta.
. . .
Oí los golpes del otro lado de la puerta y me levanté frustrado. Habíamos tenido una noche extraña en que no muchos idiotas se habían acercado a la taberna. Eso molestaría a papá, la bodega estaba llena. A él no le gustaba que estuviera llena.
No podía dormir por la impaciencia.