Apreté los dientes para no gritar y giré el brazo hacia la derecha intentando oír lo que había alrededor.
El ejercicio era simple, o al menos eso dijo Raven esa mañana cuando me despertó con agua, me vendrían los ojos y tendría que disparar a una botellas que colgaron con sogas para que se mueva. Era sencillo, creo. Pero luego Jet también apareció con una sonrisa extraña y tres espadas de madera. Ambos se sonrieron. No era nada bueno.
Me colocaron en medio de la taberna, vendaron mis ojos y me entregaron un arma.
Oí una risa, era Raven.
—Tienes que esquivar los golpes y disparar a las botellas.
—¿Qué…?
Sentí un golpe en la pierna, duro, fuerte. Me dolió y por un momento solté un quejido apoyando la mano encima, estaba caliente. El dolor no desaparecía.
—Presta atención, concentraré —dijo una voz a mi lado y al instante recibí otro golpe en el brazo. No pude moverme por el dolor. La madera no tenía filo, la había visto, pero dolía.
Oí algo moviéndose cerca por el rechinido de la madera y giré la cabeza.
Me golpearon en el pie.
—Maldición —gruñí tocando la zona lastimada y percatandome de que también estaba caliente. No solo me estaban golpeando, sino que usaban todas sus fuerzas para hacerlo.
Malditos ebrios.
—Concéntrate —dijo Jet y giré la cabeza en su dirección.
Sentí un olor extraño, parecía ron.
Ron.
Algo me golpeó el costado del estómago y me doble por el dolor.
—Sigue tus sentidos. —Era la voz de Jet, a pocos pasos. Se movía a mi alrededor.
—Dispararle a las botellas —dijo Raven y volví a oler el ron, está vez frente a mí.
Tuve una sensación extraña. Pánico. Los oía moverse alrededor por el ruido que hacían las maderas, pero no podía verlos. Olía el aroma en sus ropas, el ron, el sudor limpio de Jet. Tenía que concentrarme.
No podía.
Me dejé caer hacia atrás cuando la sensación del pecho se volvió punzante y el aire a mi alrededor cambió. La madera rechino de madera distinta, como si todo el peso de alguien cayera sobre ella, y luego sentí algo rozándome el hombro.
Silencio.
—Eso es —dijo Jet.
—Recuerda dispararle a las botellas —dijo Raven y me giré hacia su voz a mis espaldas.
Olí el sudor limpio de Jet, el ruido que hacían sus botas de La Marina. Tuve una punzada en el pecho y giré moviendo las piernas.
—Dispara —insistió Raven.
No podía, no sabía dónde demonios estaba parado.
Las botellas colgaban de una viga cerca de la pared más alejada de la barra, eran tres y si no tuviera los ojos vendados lo haría sin parpadear.
La madera a mi lado rechino.
El aroma cambió.
Me aparte y… recibí un golpe en medio de la espalda.
Tuve que apretar los dientes para no soltar groserías. El dolor me cortaba la respiración, no podía moverme. Giré para responder, pero el puñetazo pasó a través del aire y otro golpe me dio en el hombro.
—Concéntrate —dijo Raven a mi izquierda y me aparté por instinto, golpeando a Jet con el codo. Escuché un rechinido en la madera, alcé el brazo y… algo me golpeó en la muñeca.
Solté un gruñido por el dolor y sujeté el brazo sobre mi estómago. Todavía los oía moverse, respirar, suspirar, oía la manera en que pisaban la madera pero no lograba ver sus movimientos, el próximo golpe, cómo movían sus manos.
Me enderece con la muñeca contra el pecho, alcé el arma e intenté apretar el gatillo cuando un golpe me hizo retroceder y abrir los dedos.
—No apuntes por apuntar —gruñó Raven y me quité la venda para verlo furioso frente a mí, bloqueando la puerta—. Un arma no es un juego, niño.
—No veo —repetí lanzando la venda al suelo.
—No importa, si no sabes dónde disparar no lo haces, maldición.
Volvimos a intentarlo, los golpes eran fuertes, dolían, en algún momento sentí olor a sangre y tuve que apretar los dientes para no gritar, pero no se detuvieron. No logré disparar ninguna bala, apenas oía los rechinidos de la madera, no podía oír como una botella se tambaleaba en el aire.
Fue muy frustrante y no terminamos hasta que un grupo de piratas golpeó la puerta por algo de alcohol. La sangre me manchaba los brazos y las piernas, tenía moratones por los costados y la espalda me dolía horrores, apenas podía moverme sin soltar una mueca, pero lo soporte.
La noche fue buena, un grupo más grande de piratas entró riendo y pidió una ronda para celebrar, aunque no dijeron qué. Raven tomó una botella de ron y salió para ponerse junto a la puerta, si algo sucedía sería el primero en avisar, Jet tomó un lugar a mi lado y atendió al tercer grupo de piratas y Vesper se levantó arrastrando los pies, salió y volvió con Layla, quien se subió a la barra y comenzó a cantar y a bailar.
Los músicos llegaron poco después, contentos por la fiesta y el alcohol.
Fue una buena noche, como las de antes.
Riendo, cantando, brindando por cosas sin sentido. Y cuando terminó la bodega quedó vacía.
Sonreí con satisfacción. Olvidé todo, La Marina, la paliza que habían dado y las botellas que colgaron de la viga robadas por idiotas. Me sentí contento. Papá estaba volviendo y la taberna volvería a la normalidad, no me importaba nada más, y cuando Jet me pidió vino y algo de ron para Vesper se los entregué. Saqué la última botella de ginebra para Layla y, mientras terminamos de limpiar, se la entregué.
—¿Cómo lo hice? —preguntó sentada en la barra con las piernas cruzadas y el vestido por encima de las rodillas. Bebió con los ojos apretados y al apartar la botella sus mejillas se tornaron rojas.
Me tendió la botella y bebí, la cabeza me daba vueltas, parecía volar sobre las tablas de madera. Solo pensaba que fue una buena noche, el sol se asomaba por el horizonte, teñía la taberna de colores, y no estaba cansado, estaba contento…
Le devolví la botella.