El tesoro al final del mundo

Capitulo 28

Nos apoyamos en las paredes mientras pedazos de piedra caían del techo. Creo que solté una grosería. No sabía qué sucedía afuera, los marinos estaban alterados, corrían de un lado al otro sin mirarnos, gritando órdenes, maldiciones u oraciones de piedad a un ser supremo.

Me parecían idiotas. No lo mencione.

Giramos en la siguiente esquina y nos detuvimos. Jet nos dirigía con órdenes cortas y la respiración agitada, sujetándose a su espada sin desenvainar. Estaba herido. Habíamos pasado por pasillos con luz apenas suficiente para que vea los golpes y cortes en sus brazos y rostro. Era mi culpa. Él me protegió. 

Era mi culpa.

Los temblores se detuvieron y miré a Jet apartarse de la pared.

—Vamos —dijo y obedecí, cuando una voz diferente gritó detrás.

—¡Alto ahí! —dijo y vi a un marino apuntando a Baker en el costado.

Pum pum.

Sentí frío en la espalda, él miraba tenso al suelo, con la mano en la espada y los labios apretados.

Pum pum.

El marino estaba cerca, no podría desenfundar su espada sin resultar herido… o algo peor.

Pum pum.

—¡Bajen sus armas! —gritó el marino dando un paso más acerca de él y su ojo izquierdo estalló.

Había disparado.

Yo había disparado.

No sentí la respiración, tampoco oí el gatillo al ser presionado o el disparo. No recuerdo mover el brazo, alzarlo o apuntar, solo recuerdo como su cabeza se lanzó hacia atrás y en su ojo se abrió un hueco oscuro que derramaba sangre sobre el suelo, las paredes y, en pequeñas gotas, sobre Baker.

Dejé escapar el aire tenso y él me miró, sus ojos brillaban como en la habitación, como si quisiera darme un puñetazo. Como si quisiera besarme. Pum pum. Sonrió y retrocedí con el corazón acelerado, bajando el arma. Pum pum. Abrió la boca, creo que dijo algo. Pum pum. Pum pum.

—Vamos —repitió Jet y asentí, pero no pude moverme.

Baker corrió en mi dirección, tragué saliva nervioso, el corazón me latía con fuerza, dolía. Tocó mi hombro sin detenerse, fue un apretón, un agradecimiento, una sonrisa, y siguió a Jet.

Fue un error

Él estaba bebido, no era bueno bebiendo. 

El beso fue un error.

Un maldito error.

¿Por qué me molestaba en pensar en ello?

Me volteé y seguí a ambos hacia el final del pasillo. El suelo se sacudía con fuerza y tuvimos que detenernos tres veces más. Había huecos en el suelo, en el techo y las paredes se caían a pedazos. Debíamos apresurarnos.

Corrimos por unos pasillos más y Jet se detuvo frente a una puerta de metal.

—¿Qué sucede? —pregunté cuando vi su ceño fruncido.

—Fue sencillo llegar aquí —soltó con tono bajo.

—Quizás es porque estaban tirando abajo el edificio —dijo Baker encogiendo los hombros y asentí de acuerdo, tomando la palanca de la puerta para tirar y abrirla, pero no cedió. Baker también lo intentó, tirando con más fuerza y soltando una maldición sin éxito.

Me volteé hacia Jet.

—¿Qué hacemos?

Sacudió la cabeza.

—No lo sé…

La puerta chilló y me volteé a ver como se abría.

Miré a Baker con la palanca en la mano.

—¿Qué hiciste?

—Nada — dijo y entró en la oscuridad del otro lado.

Jet alzó ambas cejas, abrió la boca y luego las dejó caer con el rostro blanco.

—¿Qué hizo? —pregunté con algo extraño en el estómago. Negó pasando por mi lado hacia la oscuridad.

—No importa, vamos.

El amargor me llenó la boca. Entré detrás caminando con cautela, sentía una tensión extraña en el estómago, incómoda. 

Algo estaba sucediendo, algo había sucedido.

Caminé unos pasos dentro y entrecerré los ojos por la escasa luz. No había velas ni electricidad como en el resto de la base, solo una ventana que colaba un poco de la luz de luna. Había jaulas, barrotes largos a cada lado de la habitación y dentro algunas mujeres atadas con grilletes en muñecas y tobillos a la pared. Algunas tenían el cuerpo lastimado, otras mostraban demasiada piel y vislumbre algunas sentadas sueltas, con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados. 

Respiraban, sus pechos se movían, pero no reaccionaron cuando nos oyeron.

—Layla —Llamé, intentando controlar cómo me latía el corazón—. ¿Layla estás aquí? —Pregunté caminando un poco más cerca y mirando entre los barrotes a las pocas que alzar la cabeza al oírnos. Tragué la sensación extraña, el dolor detrás de los ojos, la respiración que se me atoraba en la garganta al ver más de cerca, y me acerqué a otra jaula—. Layla…

—¿Tajo? —Llamó una voz y me volteé. Estaba cerca, sentada en el suelo sin grilletes, con el brazo alrededor de una joven delgada y cabizbaja, atada con los brazos a cada lado del cuerpo.

Me acerqué a ella.

—Vamos —dije—, tenemos que irnos.

Me detuve al verla parpadear con los ojos brillantes. Se levantó temblando, arrastrando los pies hacia mí y observé su mirada llena de alivio. Tenía los ojos enrojecidos, estuvo llorando. Estiró las manos hacia mí y la tomé con suavidad, permitiendo acaricie mis brazos hacia mi rostro y acune mi mejilla con una sonrisa extraña, temblososa.

—¿Viniste por mí? —preguntó con voz quebrada y asentí sujetando su mano sobre mi mejilla.

—Somos Jones, tenemos que protegernos.

—Me van a ejecutar —dijo y se limpió el rostro con el dorso de la mano libre.

—Ya lo sé, debemos…

Oí una pequeña explosión, un chillido y la puerta de la celda se abrió.

Me giré, Baker la sostenía con ambas manos.

Él la abrió.

¿Cómo?

—Debemos irnos —gruñó cabizbajo y Layla parpadeó.

—¿Cómo lo hiciste?

Negó.

—No hice nada, estaba abierta —dijo él y caminó hacia la salida—. Los espero fuera, apresurense.

Layla me miró por una explicación, pero sacudí la cabeza y corrí hacia la puerta ignorando la incomodidad y la extrañeza que sentía en el pecho.



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En el texto hay: boylove, piratas y tesoros, friends to lovers

Editado: 20.11.2024

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