—Querido James, es el primer año que paso lejos y siento un deseo… ¿Qué dice aquí? —preguntó Baker señalando la página del libro. Me incliné, leí y respondí:
—Inmenso.
—Inmenso por volver —continuó leyendo—. Te extraño con el corazón y nada de lo que puedan decirme hace que aminore el sentimiento. ¿Qué es aminore?
—Que se haga pequeño.
Asintió y continuó.
—Mi bebé, mi niño querido, mi hijo, eres lo único que aún me mantiene en este barco, quiero una buena vida para ti. Te amo, James. Mamá. ¿Cómo lo hice, James? —preguntó apartando el diario con una sonrisa extraña, divertida y a la vez brillante, pero diferente a cualquiera que haya visto antes. Me ponía nervioso—. ¿Sabes? No tienes cara de James.
Me reí sacando el pedazo de tela de su costado para mirar la herida.
—Eso es porqué sabes que me llamó Escupitajo.
Sacudió la cabeza.
—Tajo, te llamas Tajo —dijo y bajó la mirada al libro sin dejar de sonreír. Estábamos uno junto al otro, hombro con hombro, leyendo el libro para pasar el tiempo. Me sentí tranquilo—. Aquí hay otro. Mi querido James, acabamos de arribar hacia el viejo mundo con mapas que le robamos al rey. Está mal, robar no es bueno, pero con el tiempo sabrás que lo he hecho demasiadas veces y no daré marcha atrás ahora. Espero que nunca lo sepas, espero que tu padre lo esté haciendo bien. La entrada se encuentra en un lugar recóndito, remoto, nadie sabe si no tiene todos los mapas juntos y nadie más que yo los tiene…
Silencio.
—¿Qué?¿Por qué te detienes? —pregunté y él frunció el ceño.
—Los mapas que me enseñaste —dijo—, ¿Puede ser que sean esos?
Encogí los hombros.
—No lo sé, quizás.
—¿Los tienes?
Asentí y me estiré hacia la bolsa con mis cosas. Vesper había logrado guardar casi todas las traducciones que había hecho de los diarios, algunas hojas más y… los mapas.
Se los tendí y continué revisando su herida. Estaba bien, sanaba rápido, la sangre había dejado de salir y la tela estaba limpia porque Jet se encargaba de cambiarlas. Solo él sabía por qué lo hacía, pero al parecer servía.
—¿Cómo crees que se lean? —preguntó al cabo de un momento, mirando los papeles de uno en uno.
Negué sin prestar mucha atención y oí las puertas del camarote volver a abrirse.
—¿Qué hacen? —preguntó Raven entrando con una botella en la mano. Se tambaleó hacia una pared y se dejó caer en el suelo cuidando de no derramar la bebida.
—Reviso la herida de Baker —bufé y lo miré—. ¿Tú que haces?
Encogió los hombros.
—El marino dijo que sería mejor que salga de su camino. —Alzó la botella y bebió hasta la mitad—. Es demasiado gruñón para estar al mando.
Asentí. Jet se había convertido en un idiota desde que Baker quedo herido e incapaz de tomar el mando.
—¿De dónde sacaste esa botella de ron? —pregunté volviendo a la herida de mi amigo.
—La encontré entre sus cosas —rió el pirata—, ¿quieren?
Negué.
Baker asintió.
—¿No crees que se enojará si le robas? —pregunté tomando asiento junto a la pared, debajo del mapa.
La sonrisa de Raven se ensanchó.
—Cuento con ello.
Rodé los ojos y tomé el cuaderno de cuero con los mapas. La convivencia se estaba volviendo un infierno cada vez que esos idiotas peleaban. En la taberna podían huir del otro, tomarse un tiempo, espacio, podían ir a cada lado de la isla y fingir que el otro no existía, allí las opciones eran más escasas.
Eso me fastidiaba.
Coloqué los mapas en el suelo y leí la nota de mi madre.
Una vez, dos y luego… nada.
James, te amo. Mamá.
Mamá.
Los diarios decían que el fin del mundo era la unión de ambos mundos pero no dónde estaba dicha unión, y el cuaderno lo único que mencionaba eran los mapas.
La puerta volvió a abrirse y Layla entró sosteniendo a Sienna por debajo de los hombros. Cada cierto tiempo salían, caminaban por cubierta para mantener la resistencia de la muchacha y volvían a descansar. Era una rutina diaria, la anciana dijo que su estado era demasiado débil, podría morir si no tenía cuidado, y Layla, luego de amenazar con arrancarle la lengua, se tomó el trabajo de cuidar y proteger de la muchacha.
Ambas se sentaron junto a la pared, Layla a mi lado, Sienna junto a ella, y Baker le tendió la botella.
—¿Cómo fue? —preguntó y mi amiga sacudió la cabeza con un gesto molesto tomando la bebida.
—Jet se está volviendo un grano en el culo.
—Yo digo que lo atemos y lo lancemos al mar —dijo Raven.
Negué.
—Eso no servirá de nada.
—Tajo tiene razón, él sabe nadar —bufó Layla tendiendo la botella a Sienna, pero la muchacha negó así que volvió a las manos de Raven—. Mejor lo encerramos en la bodega con la vieja decrepita.
—No creo que la tortura sea necesaria a estas alturas —dijo Raven—, la anciana esta colaborando y no se queja tanto. Mejor lo lanzamos al mar.
Suspiré y negué acercándome a Sienna.
—¿Tú sabes qué significa esto? —pregunté tendiendole el cuaderno negro y los mapas. Ella leyó con el entrecejo fruncido, parecía leer con atención lo que decía la nota y miraba los mapas intentando comprender, pero al cabo de un momento negó.
—¿Quién es James? —preguntó Layla con la botella en la mano y la cabeza inclinada hacia nosotros.
Intercambié miradas con Baker.
La puerta volvió a abrirse.
—¿¡Qué demonios hacen todos aquí descansando!? —gritó Jet furioso. Nos miró de uno en uno y se detuvo en Raven abrazado a la botella—. ¡Maldito pirata, hurgaste mis cosas!
Él me miró.
—¿Tajo, seguro que no quieres lanzarlo al mar?
Rodé los ojos y volví al libro.
—¡No tienes la autoridad para lanzarme a ningún lado! —gritó Jet arrebatando la botella.