—¡Vamos allí! —chilló Layla colgada a mi brazo y saltando en vez de caminar—. ¡Mira allí, Tajo! ¡Son hermosas! ¡Están mirando hacia aquí, saluda! ¡Tajo, saluda!
Alzó uno de mis brazos y lo movió como si fuera de ella, riendo y haciendo reír a la mujeres que nos miraban con ojos extraños, sacudiendo sus manos de vuelta y moviendo la mano en una invitación.
—Al fin sirves de algo, niño —dijo Raven a mi otro lado, golpeándome el hombro con una sonrisa ebria y socarrona—. Ven, iremos a ver cortesanas…
Jet lo tomó del cuello de la camisa.
—No llevaremos a los niños a un burdel —dijo molesto y Raven lo miró de igual manera.
—No son tontos, Marino, conocieron mujeres así en la taberna. —Sonrió—. Además, no haremos nada si ellos no quieren, ¿no es así, niños?
Layla saltó emocionada, sujeta a mi brazo y sin darse cuenta que me sacudía con fuerza. Sienna tenía una mueca de asco, evitando que las personas la toquen o pasen por su lado con más repugnancia mientras se abrazaba a sí misma. Y Baker miraba a otro lado con las manos en los bolsillos, tranquilo, algo aburrido, hasta que giró la cabeza y sus ojos se clavaron en mí.
Me invadió un sentimiento extraño, calor, emoción, parecía que el poco licor que había bebido fue suficiente para darme vueltas la cabeza y el estómago. Abrí la boca, quería…
—¡Vamos! —dijo Layla tirando de mí hacia la entrada de ese edificio.
Entramos a pesar de que Jet protestaba con Sienna a su lado, Raven saludó a algunas mujeres extrañas riendo distraídas y sacando del bolsillo una bolsa con monedas y al instante un grupo de jóvenes lo rodeó.
—¡Esto me gusta! —gritó sacando monedas y entregando un puñado a cada uno con un guiño de ojo—. Diviértanse…
Layla se apartó feliz, saltando con sus monedas en las manos mientras jóvenes de rostros extraños se le acercaban sonriendo. La vi ruborizarse, sus ojos brillaban por lo que tenía enfrente, y aún así se volteó a verme.
Jet le quitó la bolsa con una mueca de fastidio y enojo.
—No estamos aquí para esto —dijo.
—Tú no estás aquí para esto —le gruñó Raven peleando por las monedas hasta que lo apartó y le entregó un puñado—. Ve, comprate algo para relajarte, Marino. Oí que hay algunas casas de opio…
Y se alejó con varias mujeres bajo los brazos, riendo y cantando.
Jet bufó una grosería, y salió del lugar.
Miré a Baker hablarle a Sienna por lo bajo y busqué a Layla entre los jóvenes.
—¿Se te ofrece algo? —preguntó alguien a mis espaldas y me volteé a ver a una mujer con ojos rasgados y rostro blanco, tenía los labios pintados de rojo y un peinado extraño. Todo en ella era extraño. No sonreía, parecía una estatua, y aún así sus ojos lucieron amables cuando se acercó un poco más.
—¿Qué es este lugar? —pregunté observando alrededor a las mujeres, las jóvenes, niñas y algunos jóvenes también, moviéndose en todo momento, seduciendo a las personas que entraban con timidez.
La mujer se acercó un poco más, pero mantuvo su distancia inclinando el cuerpo de manera que sus senos quedaban cerca de mi vista.
Raven tenía razón, eran como las mujerzuelas de la taberna.
—Se llama “El dragón escarlata”, es la casa de las cortesanas.
—¿Qué es cortesana?
Se acercó un poco más y sostuvo mis hombros con delicadeza.
—Prostitutas —dijo una voz a mi lado y al girar la cabeza vi a Baker parado con los ojos brillantes y una mueca divertida.
—¿Cómo las de la isla? —pregunté sin prestar atención a la mujer, solo a él.
Baker negó con las manos en los bolsillos, encogiendo los hombros.
—No, aquí son más caras. —La mujer lo miró ofendida, parecía a punto de darle un puñetazo, hasta que él le sonrió encogiendo los hombros—. Además, las mujeres aquí son más que sexo, ellas eligen si quieren estar con alguien de manera intima. Entretienen bailando, cantando y algunas recitan poesía o planean partidas de juegos como las mejores jugadoras. Son letradas, trabajan con encanto, disciplina y…
—Oh, cierra la boca —dijo la mujer riendo mientras se acercaba a él y plantaba un beso rojo en su mejillas. Era extraño, lo sujetaba cerca, apoyaba sus pecho sobre el de él, y cuando se apartó le sonrió con todo el rostro—. Eres tan adulador como tu padre. —Estiró el cuello—. ¿Él está aquí? —Baker tomó una respiración y negó—. ¿Es amigo tuyo?
—Si. ¿Yue está aquí?
Ella asintió y se apartó sacudiendo la mano hacia atrás, hacia las enormes escaleras rojas con guirnaldas que parecían perlas y diamantes. Allí iban los hombres con las mujeres extrañas sujetas a sus brazos, riendo, serias o conversando con una mirada cautivada. Los ojos de aquellas mujeres tenían cierta sombra de perturbación, era como si su maquillaje fuera en realidad máscaras, un disfraz de todo lo que sucedía realmente en sus cabezas.
—Tajo —llamó Baker—, ¿vamos?
—¿Dónde?
Sonrió inclinando la cabeza hacia las escaleras.
—Quiero presentarte a alguien.
Asentí. Quizás era algo en el aire, un perfume o aquel peculiar humo dulce, quizás el rojo que decoraba todo el lugar, las perlas, la seda o la tranquilidad que tenía el lugar, no lo sé, pero seguí a Baker sin dudar pensando en el beso, en su boca, en la mirada que puso al salir de la habitación.
Subimos las escaleras pasando junto a parejas que conversaban. Muchas mujeres reían detrás de sus manos, como si fuera privado y el sonido quedaba ahogado por una música ligera que provenía del primer piso. Las alfombras eran…
No lo note, solo veía a Baker, las manos en sus bolsillos, la mirada brillante y divertida, parecía que ocultaba algo.
Las manos me sudaban, hacía demasiado calor.
Él me besó, recuerdo el beso aunque hayan pasado días. Creo que fue hace años. Sus labios. Sus manos. La manera en que me sujetaba y el calor con el que me miró un momento después con el cabello revuelto y el pecho agitado. El beso…