El festival consistió en un enorme banquete de comida diversa y exótica con las mujeres que se enorgullecían de pertenecer al Dragón escarlata. Fue un poco extraño al principio por estar vestidos con atuendos largos y de suaves a la piel que brillaban de cierta manera, nos hacían resaltar como invitados. Baker se sentó a mi lado, la espalda junto a él, como si la pudiera necesitar en cualquier momento, y un gracioso sombrero que Yue nos hizo ponernos.
Al comienzo nos reímos, los nervios por el beso, la música suave y extraña, melodiosa, junto con el aroma a flores hacían que quiera volver a encerrarme en una habitación, con él… o sin él. No, con él. No sabía de dónde nacía esa necesidad, quería tocar su rostro solo por ver cómo sonreía y hacía muchas. Pero el ambiente se tornó serio y su rostro se volvió el de un adulto, un capitán.
Tragué saliva sin dejar de mirarlo, buscaba en sus ojos el brillo de la diversión que tenía unos minutos antes y no estaba, era otra persona.
Inclinó la cabeza en cuanto una mujer anciana de cabello blanzo y cuerpo pequeño se alzó entre los demás que permaneciamos sentados y volvió a hacerlo cuando ella lo señaló.
El calor en mi interior se volvió descontrolable y la tensión aumentaba.
Me miró, la oscuridad que había en sus ojos era amenazante, peligrosa, y al sonreír pensé en el beso.
El beso.
Pum pum.
Pum pum.
Pum pum.
Miré la comida para ya no pensar y sentí su olor suave a mar y a frutas. Era mejor que las flores, que el humo, pero igual lo sentía a él mirándome, estirando el brazo por debajo de la mesa para tocar mi pierna. Apretando los dedos.
Pum pum.
Pum pum.
—Niño, come algo —dijo Raven del otro lado y di un respingo al verlo inclinarse para verme a la cara. Entre sus brazos estaba la mujer de cuerpo pequeño y cabello blanco. Sonreían, ambos. Parecían viejos amigos—. Ella es Tae Ling, es la madama del Dragón Escarlata.
Ella se inclinó sobre él apoyando los pechos sobre su rostro y me tendió la mano.
—Es un placer conocerte, niño Bowman. —Tragué saliva nervioso, la mención del apellido de mi padre no traía nada bueno, pero si ella lo notó no lo hizo ver y solo sonrió amable al apartarse—. Come, la casa invita los más exquisitos mariscos y…
Hubo un grito que la detuvo y todos giramos la cabeza hacia el hombre del otro lado de la mesa. Parecía un oficial como los que vimos en la entrada desde el muelle, llevaba en la mano una espada y en la cabeza un peinado extraño. Sujetó a una de las mujeres por la muñeca y apuntó con el filo hacia otro hombre vestido como nosotros.
Era una pelea.
Tomé el vaso y bebí un poco de licor. Era como estar en la taberna, jugando con los tontos a ver cuántos saldrían heridos y quien acertaba, casi siempre era Jet, se libraba de sacarlos cuando comenzaban a romper cosas.
Raven también rió bebiendo, solo que fue más que un poco y luego otro poco más porque cargó el vaso una y otra vez. Tae Ling dijo algo, parecía molesta y miraba la pelea con los labios apretados. Raven sacó el arma de los pliegues de su ropa y apuntó hacia la pelea.
—¿Niño, cuánto apuestas?
Rodé los ojos.
—Dos noches en guardia —dijo Baker inclinado sobre mí para verlo.
—Seis noches.
—Oh, ya terminen con esta tontería —bufó Tae Ling levantándose de su asiento y Raven al instante disparó.
El hombre de la espada dio un paso atrás asombrado, la sangre le salía de un agujero en el hombro. Nos miró, abanicó la espada y la cabeza del hombre con quien peleaba cayó sobre la mesa con los ojos y la boca abierta.
Silencio.
Una oleada de gritos femeninos llenaron el salón y la música se interrumpió cuando el hombre de la espada apuntó a Raven con el filo.
—Que asco —solté al ver la cabeza y Baker tocó mi pierna de nuevo.
—¿Nos escapamos? —preguntó con los ojos brillantes, entusiasmados.
Una carcajada divertida cruzó el salón cuando Raven se levantó quitándose la parte superior del atuendo y saltando sobre la mesa con el arma alzada. No le importaba estar pisando mi comida o las mujeres que corrían, ni siquiera Tae Ling bufando a su lado. Era un pirata salvaje.
Nos miró con aquel brillo tan perturbador en los ojos.
—Niños, no olviden que debemos partir mañana temprano, no se duerman tarde.
Miré al hombre de la espada del otro lado de la mesa, sobre los platos, junto a la cabeza.
—¿Necesitas ayuda? —pregunté y él sonrió como un animal.
—Claro que no, desaparece de mi vista.
Encogí los hombros, me levanté junto a Baker y salí oyendo más disparos, más gritos y la voz de Tae Ling diciendo a Raven que le cortaría la hombria si hería a sus muchachas.
Seguí a Baker hacía la calle atestada de personas. La tormenta parecía cada vez más cerca de romper encima nuestro, el viento aumentó y el frío me hizo estremecer por un momento, pero no me detuve. Corrimos por la calle en dirección contraria al muelle y el calor comenzó a aumentar mientras más personas se arremolinaban.
Las casas de mujeres se multiplicaban, los balcones por dónde saludaban con las manos o besos al aire, eran tantos que parecía que nunca terminarían. Los hombres entraban y salían riendo, había mujeres también divirtiéndose, niños jugando con fuego o con juguetes. Esa isla era la de la felicidad.
Seguimos hasta el frío volvió a erizarme la piel y giramos en un pequeño callejón entre casa y casa. Baker parecía entusiasmado, brillaban, y el rostro me dolía por sonreír también.
Me espero junto un conjunto de árboles y luego me guió desde cerca, deteniéndose cada tanto para comprobar que esté aún allí, detrás.
Hizo una pausa, sonrió de manera extraña, como si ocultara algo, como si jugará conmigo, y dijo:
—Mira, ven a ver esto.