—Tajo, encontramos un barco —dijo Layla entrando al camarote.
—¿Son ellos? —pregunté alzando la mirada del mapa que comparaba con el que estaba pegado en la pared.
Sacudió la cabeza.
—No lo sé.
—¿Qué haremos? —preguntó Sienna mirándome y de nuevo volví a leer lo que tenía en el diario.
Con Sienna habíamos marcado nuestra posición en el mar con un cuchillo y comenzamos a buscar islas donde pudiera estar Raven usando los diarios de mi madre y los pocos conocimientos que ella tenía sobre navegación. Habíamos descubierto islas desaparecidas e islas que habían perdurado con los mapas de mi madre, marcamos corrientes marinas con un pedazo de carbonilla y luego comenzamos a investigar sobre las islas y la dirección que tomaron los que secuestraron a Raven.
Baker también se asomó por la puerta, hace días que apenas lo veía, dormía en la bodega o en la cubierta y solo se acercaba para entregarnos comida, agua o medicinas para Layla. Se detuvo un momento en mí, luego la pluma roja sobre el diario y por último en el mapa.
Tomó una respiración y miró a la chica a mi lado.
—Sienna, hay un escudo en el lateral del barco, ¿crees que puedes reconocerlo?
Ella lo siguió hacia la cubierta y entrecerró los ojos en dirección al mar. Baker señaló el barco a la distancia, un pequeño navío que apenas lograba distinguirse con facilidad y que parecía detenido.
Sienna arrugó la nariz.
—Quizás con un catalejo, desde aquí…
—Toma —dijo Baker y le entregó un pequeño catalejo que no sabía de dónde sacó.
—Parecen ser ellos —dijo Sienna y me miró—, el símbolo es similar, no estoy segura…
—¿Qué haremos? —preguntó Layla tomando el catalejo para ver lo que Sienna. Frunció el ceño, parecía molesta y hace días que actuaba frívola. Me miró y luego a Baker, pero él se había girado en otra dirección como si también hubiera decidido ignorarla.
Volví a mirar el barco a lo lejos para no lidiar con su mirada.
—Arribaremos —dije.
—¿Cómo?
—De eso se encargará Baker.
Él giró la cabeza como si quisiera mirarme, se detuvo en algún punto en el suelo, apretó los labios y asintió.
—Usaremos el bote que hay en la bodega, Layla, Ye Joon y yo iremos al barco, Tajo y Sienna nos cubrirán y harán una distracción para que podamos arribar.
Asentí volteando hacia el camarote para ir por el arma y dejé los diarios en el suelo junto al saco donde los guardaba. El mapa indicaba que estábamos cerca de un archipiélago, quizás habían llevado a Raven allí, pero parte de la marea había tragado las islas en la zona oeste. No sabríamos cómo ir por nuestra cuenta por lo que buscar un barco era la mejor opción.
—Tajo —llamó Layla entrando al camarote. La miré por encima del hombro—. ¿Qué sucede?
—¿A qué te refieres?
—A Baker. —Silencio—. No puedes pensar que no me doy cuenta que apenas se hablan. ¿Dime qué sucedió?
Tragué saliva tomando el arma.
—No sucedió nada.
—¿Entonces ya no es tu amigo?
Me detuve. No lo sabía, esa era una pregunta que me hacía todas las noches, me preocupaba pensar que había perdido a un amigo, que él bajaría del barco y no volvería a verlo, pero sabía que era lo correcto.
No respondí, no sabía qué decir. Demonios, ya no estaba seguro de nada además de mi padre, el refugio, los diarios. ¿Por qué hacíamos todo aquello?
Salí a cubierta sintiendo que el barco cambiaba de dirección y avanzaba en la corriente. Era un buen día, estaba soleado y el agua permanecía calma. Tomé una respiración, hace días que hacía un esfuerzo por salir a cubierta para perder el miedo, no quería que lo que sucedió con Raven vuelva a pasar. Miraba la oscuridad del mar, la profundidad no tenía final, no había un lugar donde huir de allí, y eso me hacía temblar. Por la noches era más difícil, el horizonte se desdibujaba y perdía la sensación de estar sobre algo, no había arriba o abajo, solo había olas, a veces tormentas, rayos, y otras veces la luna formaba un camino que despertaba criaturas que nadaban alrededor de barco como si nos acecharan.
Cerré los ojos un momento apoyando la mano sobre la madera, aferrado al metal, y agudicé mis sentidos para sentir el barco en el agua. Los crujidos, las pisadas, cada sonido se estaba volviendo cómodo y eso me calmaba un poco.
Comprobé la reserva de pólvora y municiones, Raven se había encargado de reabastecernos en la última isla y aunque había perdido su arma, que era mucho mejor que la que llevaba, aún tenía la escopeta que había traído de la taberna. Servirá, podía si acortabamos la distancia, solo necesitaba el catalejo.
Me volteé para ir por Sienna y me detuve. Oí un crujido a mis espaldas, fue fuerte, parecía que quería que lo oyera, y cuando me volteé vi a Baker parado a unos metros, mirándome con una soga en la mano.
—Ponte esto —dijo y se acercó. Estaba serio, carente de la emoción y la felicidad que lo hacían Baker. Me hacía sentir incómodo. Él pasó sus brazos alrededor de mi cintura enredando la soga y la ató por el frente, bajo mis axilas. Se apartó, miré el otro extremo atado al mástil y me sentí un poco mejor, con menos miedo. Baker apartó la mirada—. Si caes al agua tira de la soga para salir a la superficie.
Asentí fingiendo que seguía revisando las municiones aunque el cuerpo me temblaba, por el frío del mar, por el miedo a caer, al agua, o por su presencia, no lo sé.
—Necesitaré el catalejo —dije mirando el cañón como si fuera algo que no hubiera hecho ya.
Asintió y me lo tendió.
—Aquí tienes.
Lo tomé. Baker lo sostenía con toda la mano, sus dedos tocaron los míos por un momento y aunque no me atreví a mirarlo pude sentir el calor que salía de las yemas de sus dedos. Se me formó un nudo en el estómago, eso no era normal. Quemaba. Me hacía estremecer por recordar el último beso, como me ardía la piel donde él tocaba.
Era un error, tenía que recordarlo. Era un error, era un error.