—¿Qué hacía mi madre aquí? —pregunté incómodo por la persona que caminaba a mi lado por esos limpios y brillantes pasillos. Lancé una mirada a Raven, parecía muy molesto por cada pared, espejo, pintura y ventana por la que pasamos. George caminaba a mi otro lado con las manos en la espalda y el mentón en alto, no se había cambiado de vestimenta y a la luz de las ventanas y el día parecía más elegante que antes, como el príncipe que vi cuando estaba en mi isla.
—Investigaciones —soltó sin apenas mirarme y la frustración me hizo suspirar.
—¿Por qué aquí?
George me miró con una ceja alzada y una sonrisa apretada, curiosa.
—Porqué aquí están todos los libros del mundo, hasta aquellos que el rey que la contrató prohibió —respondió y al final del pasillo dobló a la derecha. Miré a Raven rodar los ojos y bufar, también tenía las manos detrás de la espalda y caminaba más recto que nunca. No parecía él, parecía un imbécil…
George había ido por mí junto a un médico para Jet y Raven (bien, el pirata que no era pirata) me había aconsejado no seguirlo, pero era más mi curiosidad. Pensé en mi madre, en ese lugar y en George y solo asentí y salí. Y a pesar de que a Raven no le había gustado mi elección y gruñó algo sobre hablar luego, lo ignoré y salí de la habitación.
Lo oí soltar una grosería, miraba a Jet recostado en la cama más lujosa y adinerada que jamás vi y al médico inclinado sobre él con frascos y hierbas. El marino le decía algo. Raven odiaba las órdenes, pero lo que sea que le dijo le sirvió para levantarse y seguirme en silencio.
—Conocí a tu madre hace muchos años en una misión —dijo George al cabo de un tiempo. Los tres llegamos a un enorme salón con alfombras rosa y estantes repletos de libros que llegaban hasta el techo—. Mi padre, en paz descanse, buscaba explorar un archipiélago que le habíamos quitado a unos bandidos que lo usaban de comercio, y para eso envió un navío y a mí como su capitán. Yo apenas había cumplido diecisiete, era un hijo prometedor, no como… —hizo una pausa y le quitó importancia con la mano, pero sonrió hacia Raven, aunque esté apenas prestaba atención—. Al llegar desplegamos una campaña donde haríamos la primera colonia, había cartógrafos, guardias, había muchos hombres y todo fue fácil, al menos los primeros días. Pero… —hizo una pausa y rio—, no imaginas la sorpresa que tuvimos cuando una mujer apareció a gritarnos y regañarnos. Dijo que estropeamos su investigación.
—¿Era mi madre? —pregunté tímido, titubeando, y él asintió, caminó hacia el centro, giró dejando caer los hombros y continuó hacia la otra parte del lugar.
—Había llegado unos meses antes en un naufragio donde sobrevivió la mitad de la tripulación. La escuche e invite a todos a la colonia, le dimos comida, agua y abrigo, pero ella no quería eso. Aún recuerdo cómo me miró molesta, parecía a punto de darme un sermón y un puñetazo. En esa época era un imbécil, quizás me lo merecía. —Raven asintió—. Al cabo de unos días ella habló con los cartógrafos y los convenció de robar uno de mis botes. Tu madre nunca pedía permiso para hacer las cosas, era muy imprudente e impulsiva. Por suerte los oí cuando escapaban y logré seguirlos. Subí al bote sin que lo supieran y caímos en una cueva tras una cascada que ella estaba buscando. —Hizo una pausa y sacudió la cabeza—. Recuerdo que le grité y dije cosas horribles, pensé que moriría, solo que a ella no le importó. Se levantó, tomó una lámpara que también me había robado y se adentro con los cartógrafos, indicando qué notas tomar, usando la latitud y una vieja brújula de su padre y más papel que me había robado.
“Fueron cuatro días los que estuvimos allí y ella nunca entró en pánico, ni siquiera cuando no descubrimos cómo salir por un derrumbe que mi colonia hacía para instalarse. Mis cartógrafos comenzaron a ignorarme, yo era un niño malcriado y lleno de caprichos y ese lugar… no era para mí. Pero Noelia se quedó a mi lado en todo momento, me compartió su comida y habló conmigo para que no me sienta un tontó llorón. —Hizo una pausa, tomó una respiración y me miró—. Ella me salvó la vida más de una vez en esa ocasión. Cuando salimos encontré un barco de mi país en muelle y a Atticus buscándome por ordenes de mi padre, había desplegado hombres en todo el archipiélago y tomó de rehén a los hombres que naufragaron con Noelia. Aunque ella ni siquiera lo miró, subió al barco con las notas que hicieron mis cartógrafos y no la volví a ver hasta unos años después. Se había robado esa investigación también.
Raven puso cara de idiota.
—Solo recuerdo que me embriagué hasta que este tonto aparecio —murmuró y me reí, él tampoco había mirado a mi madre.
George lo ignoró y continuó caminando entre los enormes muros de libros.
Se detuvo al final y apoyó la mano en uno de los muros, empujando hasta que se movió y reveló otro pasillo.
Entró primero.
—Cuando vino hace unos años supe que era porque quería saber dónde se metía, ella no hubiera aceptado trabajar para el rey luego de tantas cosas que pasó, me pidió una mano y no lo dude. Es una buena amiga, nunca le negaría nada a ella. Le asigné una habitación de seguridad y pudo quedarse cuanto quiso porque el reino la protegería si algo sucedía, pero al cabo de unos meses desperté y ya no estaba. Leí que había visto a la reina unos días después y… —encogió los hombros—, es algo que ella hace, solo desaparecer. ¿No, Atticus?
Lanzó una mirada divertida a Raven, parecía querer hacer una broma o algo, pero esté ni siquiera se inmuto.
—¿Conocías a mi madre? —pregunté al pirata por lo bajo y él arrugó la nariz.
—No recuerdo nada de esa época —admitió rascándose el mentón—, me embriagaba en una taberna de mala muerte del otro lado de la isla y si no enviaban por mí ni siquiera volvía. El rey llegó una noche a regañarme porque George había desaparecido en una expedición y me obligó a ir por él. —Rió—. Ordené que llenaran el barco de barriles de aguardiente por si debíamos pasar meses en el mar y me embriague hasta que desembarcamos.