—¿Ahora eres amigo de un marino? —bufó Baker cuando llegamos a la habitación de Raven y abrí la puerta para arrastrarlo dentro, a la cama vacía.
April nos había seguido cabizbaja y con los hombros tensos. Parecía nerviosa mirando a todos los rincones con recelo, pero lo cierto era que apenas nos habíamos percatado de su presencia hasta que carraspeó y nos dijo que volvería luego.
Yo apenas le presté atención, asentí, entré cerrando la puerta detrás y miré alrededor en busca de Jet.
No estaba, mierda.
Baker se tumbó con el ceño fruncido y me apresuré a buscar los ungüentos que el médico preparó para las heridas de Jet. Tomé algunas telas, algo de agua y acerqué una silla. Volví a la vieja y sucia chimenea para lanzar dos maderas dentro y me senté junto a él intentando pensar en lo que sucedió, hasta que Baker apartó mi mano.
—¿Qué sucede? —pregunté intentando de nuevo.
—¿Eres amigo de ese marino? —repitió y recordé la discusión en el barco con una sonrisa agradable y una sensación cálida en el estómago.
—¿Estás celoso?
Me incliné para volver a intentarlo, la poca luz que había era suficiente para descubrir sus heridas y la sangre en su ropa. Me quité el chaleco del atuendo junto con el arnés de las armas, lo lancé a un lado y mojé algunas telas en agua para limpiarlo. Primero se resistió, apretó los dientes con fuerza mientras quitaba los jirones de su camisa y limpiaba con suavidad la sangre. Quiso tomarme de la muñeca en varias ocasiones, le dolía, podía verlo, pero no lo hizo y solo bufó hasta que terminé.
—Debemos hacer aliados —dije al comprender su silencio—, y Samuel es un buen aliado.
Apretó los dientes cuando comencé a pasar el ungüento por sus heridas.
—Yo también.
—No, tú eres mi amigo, no mi aliado.
—¿Cuál es la diferencia? —Magulló y me reí.
—Que no sentiré culpa si debo dispararle.
Se apartó molesto.
—Tajo, hablo en serio, estoy muy confundido. ¿De qué lado estás?
Parpadeé.
—¿Lado?
—Si, ¿De qué lado estás? —repitió y se sentó con una mueca, apoyando la espalda en la cabecera de la cama—. ¿Estás con la marina que asesinó a mi padre o estás conmigo?
—No lo entiendo, ¿por qué siempre tiene que haber un lado?
—Porque así funciona la vida —bufó—, siempre debes elegir y saber a quien quieres a tu lado…
—Te quiero a mi lado, ¿eso querías oír?
Hizo una pausa para observarme, sus ojos brillaban por el fuego y apretaba los labios en una línea fina.
—¿Me quieres a tu lado y a ese marino también? —preguntó con todo bajo y algo se revolvió en mi estómago al oírlo.
—Baker, no digo que me unire a la marina, sino que permitiré que un viejo amigo me acompañe a hacer algo que ambos consideramos que está mal…
—¿Y cómo sabes que no te traicionara?
—No lo sé, pero no importa, sino Raven. Hay que liberar a Raven, no importa con qué medios ni si está bien o mal, solo importa él y el hecho de que lo asesinaran si no hacemos algo.
Volví a tomar el ungüento y a pasarlo sobre sus heridas. Eran muchas líneas rojas que cruzaban su torso desde los hombros hasta la cintura, algunas tenían mucha sangre, otras no, algunas eran solo cardenales o otras raspones. Pero con solo mirarlas me enfurecía. Recordaba al marino que lo atacaba mientras estaba encadenado, la manera en que se regodeaba, cómo hacía chasquear el arma en el suelo y dejaba marcas con la sangre de Baker. Debería haberlo mutilado. Ambas manos me parecían justas por cada herida que Baker tenía. Ambas manos y la lengua, para que no vuelva a dirigirle la palabra, para que piense antes de lastimarlo.
Cuando terminé con el ungüento vendé como pude su torso.
—Inclínate —pedí, para rodearlo con las tiras de tela limpia.
Obedeció con una mueca.
—Tajo —dijo al cabo de un momento, tragando saliva—, no puedo pelear del lado de quienes asesinaron a mi padre. Lo siento.
—Nunca te pediría que hagas eso —dije rodeándolo para ajustar los nudos. Pasé las manos sobre su piel, no estaba caliente sino fría. Había cicatrices en sus hombros y en su cintura y a pesar de que parecía maltratado su cabello seguía suave y brilloso. Quería tocarlo, me hubiera gustado hacerlo. Volví a pasar la venda hacia su frente y crucé otra herida para cubrirla pensando en lo que acababa de decir—. ¿Baker, por qué no me dijiste lo de tu padre?
Silencio.
Pasé la venda hacia atrás y vi su cuerpo tensarse cuando suspiró.
—Porque quería que me siguieras viendo como Baker Lain —confesó y un nudo se me apretó en el pecho—. Quería… quería que nada cambiara y creí que si no me veías como Baker Lain pensarías que era un niño tonto y débil que no debería estar a tu lado.
Me aparté para mirarlo, asombrado.
—¿Por qué pensaste eso?
Encogió los hombros con los ojos brillantes en mí.
—Porque siempre fuiste tú. Cada vez que volvía a la taberna te veía como un hombre nuevo, valiente, fuerte, rodeado de los mejores piratas de la historia. Mi padre te consideraba un gran hombre, peleas mejor que nadie que haya visto, lees toda clase de libros en todos los idiomas, tenias mujeres intentando llevarte a la cama todas noches y manejabas tu solo un barco que cada noche se llenaba de idiotas…
Sacudí la cabeza riendo.
—La taberna no era un barco…
—Si lo era, solo que no viajaba por el mar, el mar viajaba por ella. Y cuando te veía sentía que tenía que ser el hombre más grande del mundo para ser tu amigo. —Cerró los ojos con fuerza, soltó una mueca y murmuró—. Hasta que mi padre murió y pensé que todo lo que era fue gracias a él y que tú…
Tragué duro volviendo a la silla y lo interrumpí:
—Baker. —Apretó los labios—. Eres un gran hombre —dije y me miró asombrado—. Yo siempre lo creí y lo seguiré creyendo, porque lo eres y me inspiras. —Baje la mirada con el rostro acalorado—. Siempre lo hiciste. Y admito que quería lo mismo, realmente quería volver a la taberna para que nada cambie, quería volver a ese pequeño mundo que tenía, que teníamos, porque allí podíamos ser quienes queriamos, pero…creo que nada va a volver ser lo que era.