El tesoro al final del mundo

Capítulo 57

A la mañana siguiente desembarcamos en un mercado para comprar fruta, agua y algo de comida. Aun no me sentía del todo bien, el dolor de cabeza era constante aunque más leve que antes y podía caminar sin vomitar, lo que era todo un logro.

Me había levantado de la bodega con mejor ánimo y subí a la habitación con la manta y la boca seca, revisando alrededor por si Sienna decidía aparecer, pero la oscuridad de nuevo me hizo compañía. Me recosté sobre la cama con un suspiro, cerré los ojos y descanse tanto como pude sin volver a oír esa extraña voz que parecía perseguirme entre sueños. Tomé una respiración profunda y dormí hasta que alguien golpeó la puerta.

—¡Te digo que no está! —dijo Sienna mientras la puerta se abría y él y Layla entraban con una taza en la mano. Se detuvieron al verme en la cama muy molesto, parpadearon y luego Sienna se acercó con la mirada irritada—. ¿Se puede saber dónde estaba? Estuve toda la noche buscándote.

—Hui de ti —gruñí cubriéndome la cabeza con la manta—. Eres insufrible.

La oí enfurecer, sabía que se había puesto roja de pies a cabeza y que apretaba los dientes con tanta fuerza que le hacían ruido. Chillo, siempre lo hacía, agudo, molesto y algo divertido, y salió dando pasos fuertes.

Alguien suspiró.

—Estás siendo desagradecido —dijo Layla con voz paciente y por sus pasos supe que se acercaba. No respondí, sólo respiré. Él estaba ahí. ¿Había sido verdad? Lo que oí, lo dijo en la bodega, sería lo que sentía, o lo había soñado. Había algo en mi interior que tenía curiosidad, quería preguntarle, quería mirarlo a los ojos y saber si era él. Era como si hubiera encendido algo que no sabía controlar y si me quitaba la manta, si lo miraba, podría terminar en desgracia. Layla se sentó a mi lado y tocó mi frente con la mano—. Creo que la fiebre ya bajó. ¿Cómo te sientes?

Tragué duro.

—Bien. Tengo sed.

—Lo sé, aquí te trajimos algo de té para beber.

—Gracias —dije con una mueca por la tercera presencia. Hubo un momento de silencio y luego apartó su mano hasta mi brazo, apretó los dedos para llamar mi atención y preguntó si necesitaba algo más. Me humedecí los labios—. No, solo necesito descansar.

—Bien —dijo y oí otro suspiro que no le pertenecía—. Nosotros estaremos en cubierta si necesitas algo.

Me moví, creo que asentí, y ella se levantó. Caminó a la salida con pasos ligeros y luego salió, cerrando la puerta detrás. Dudé un momento en quitar la manta, no quería que me vea, no quería verlo, pero al final lo hice y comprobé que estaba solo.

. . .

Oí golpes en la puerta y luego se abrió de par en par.

—¡Baker! —Sienna entró con un estrépito y me miró con los ojos brillantes. Corrió hacia la cama y se lanzó sobre mí saltando—. ¡Llegamos, al fin llegamos!

La sujeté para que no caiga y suspiré al oír su risa eufórica. Eso nunca presagiaba nada bueno.

—¿Dónde llegamos?

—A un mercado —dijo con las manos en mis hombros, respirando agitada y hablando con una enorme sonrisa—. ¡Vamos, levántate! ¡Hay que ir de compras!

—No tenemos dinero —dije apartándola y ella se arrodilló a mi lado, rió y metió la mano en la falda de su vestido para sacar una bolsa con monedas.

—Si tenemos —dijo y me lo tendió.

Parpadeé.

—¿De donde lo sacaste?

—Son nuestros ahorros —dijo como si fuera obvio, y rió—. Cuando quedaste congelado y decidimos subirte al barco lo busqué entre las tablas. Sabía que lo necesitariamos…

Chasqueé la lengua.

—No estoy seguro de “necesitar” sea lo que estabas pensando al tomar la bolsa.

Me miró con falsa inocencia y se acomodó el cabello detrás de la oreja.

—¿Qué dices? ¿Vamos de compras?

—No estoy de ánimo —bufé volviendo a recostarme y a cubrirme con la manta—, vé con Layla.

—Ella dijo que te diga que vengas así no ahorramos problemas con los mercaderes. —La miré. Layla podría protegerse muy bien sin mi ayuda, de eso estaba seguro, pero Sienna… bien, ella aún no sabía defenderse sin hacer un escándalo. Tomé una respiración y me dispuse a decirselo, pero ella soltó una mueca—. Y Tajo no puede acompañarnos porque dijo que irá a hacer otra cosa.

—¿Qué cosa?

Encogió los hombros.

—No lo sé. Por favor, hazlo por mí, quiero algo decente para usar y…

Suspiré.

—No me vendría mal comprar una espada… —Su sonrisa se ensanchó y rodé los ojos—. Bien, iré.

Soltó un chillido de alegría y se lanzó sobre mí riendo. También reí, era contagioso y lo necesitaba, pero cuando se apartó arrugó la nariz y se la apretó con dos dedos.

—Y también te compraras ropa, hueles horrible.

—Aja, si —bufé ante su sonrisa divertida—. Vete o me arrepentiré.

Se levantó de un saltó, corrió a la puerta de Layla y gritó a todo pulmón que había accedido a acompañarla, haciendo que me ría, que niegue y que, por primera vez en días, tenga ganas de salir de la cama.

. . .

Aquel mercado no era una isla en sí, más bien eran pedazos de tierra tan pequeños que no podían ser reclamadas por ningún gobernante y donde personas de todo el mar podían ir a comprar, vender o regatear sin reglas ni leyes de impuestos. Era el paraíso de todos los navegantes que traficaban cosas ilegales o, como papá decía, alimentos para idiotas desesperados y perdidos en el mar.

Era irónico recordar eso, cuando pisé el primer mercado con la tripulación de mi padre me reí por esos navegantes desesperados y perdidos que se habían lanzado al mar sin nada más que un bote o un barco. Al bajar por la rampilla casi pude oír la risa de Brighton al decirme que siempre había una primera vez.

Le tendí la mano a Layla y a Sienna para ayudarlas a bajar y me detuve en las maderas del muelle improvisado para oír los gritos de los vendedores.

—Nos vemos aquí en una hora, no llamen la atención —dijo Layla al grupo y todos asentimos. Sienna, ella y yo nos fuimos por un lado, él por el otro y Raven se quedó en el barco a dormir para pasar la resaca.



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En el texto hay: boylove, piratas y tesoros, friends to lovers

Editado: 08.01.2025

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