Caminamos por el largo pasillo de alfombras, puertas y cuadros de viejos horribles con dos hombres a nuestras espaldas, serios como estatuas. Habían revisado a Tajo y a mí por si llevábamos armas, aunque claramente no podría tenerlas con las manos atadas, y lo comenté, pero igual no escucharon razones y luego de comprobar que estaba todo en orden, nos permitieron entrar para guiarnos por la mansión más ostentosa que jamás vi. Y era cierto, quizás debería haber saqueado más mansiones y palacios, pero nunca tuve particular interés.
Aunque todo cambió luego de mirar los tesoros que había en ese lugar. Es decir, se notaba que el mercado no era más que una tapadera, que el verdadero valor de todo estaba allí, en los cuadros con marcos de oro, en los libros nuevos en estantes, en las espadas brillosas y valiosas en las paredes. Era como un museo de cosas valiosas y brillantes, con joyas, diamantes y prendas que a la vista eran de reyes o reinas.
—¡Baker Lain! —dijo una voz amigable y efusiva y me obligué a arrancar la mirada de aquellos valiosos tesoros para buscar al hombre al final del pasillo. Estaba sentado en el sillón de cuero y llevaba las manos al frente, unidas en la punta de sus dedos, sonriendo. Intercambié miradas con Tajo, ese debía ser Dave.
Caminamos hacia él con pasos cautelosos. Si Cliffort tenía razón, ese hombre era peligroso, aunque a simple vista no lo parecía y cuando llegamos a la habitación y lo vimos levantarse con las manos abiertas a cada lado y los brazos llenos de tatuajes… bien, siguió sin parecerlo.
—¡Hace años que tenía la ilusión de volver verte! —dijo acercándose a mí y abrazándome por los hombros.
—¿A mí? —pregunté asombrado y él volvió a reír mientras se apartaba.
—¿No me recuerdas?
—No, ¿debería? —dije, observando como su sonrisa vacilaba—. Lo lamento, siento que debería… Demonios, no, soy pésimo con los rostros, ¿y tu Taj…? —Sacudí la cabeza rascándome la nuca y miré a mi compañero riendo con inocencia, pero él no estaba prestando atención sino que miraba boquiabierto a la persona parada junto a la puerta. Algo frío se cerró en mi estómago, quería vomitar. Abrí la boca y lo que salió no fue lo esperado—. ¡Pero mira a quién tenemos aquí! Es el Marino, y no cualquier marino—dije sin poder contenerme. Hubo algo en su presencia que me llenó de amargura y no pude evitar forzar una risa mientras lo miraba—. Es… Espera, no lo digas. Tú eres…Demonios, no lo recuerdo, ¿Cuál es tu nombre?¿Salmón? ¿Santa?
—Samuel —gruñó el marino dando un paso al centro de la habitación sin dejar de mirarme como si fuera un insecto al que había que aplastar.
—¡Samuel! —chillé con falsa felicidad—. Ha pasado tanto tiempo que creí que no volvería a verte.
—¿No sabes cuándo cerrar la boca? —gruñó de vuelta y chasqueé la lengua negando.
—No, no lo sé, quieres decirme tú.
—Este es uno de esos momentos.
—Oh, mira que interesante, y yo que tenía muchas cosas que decirte.
Tomó una respiración profunda cerrando los ojos, los agujeros de su nariz se volvieron enormes y cuando apretó los puños no pude evitar sonreír con satisfacción, pero luego abrió los ojos y lo miró a él.
Quería darle un puñetazo.
—¿James, podemos hablar? —preguntó con voz grave y me obligué a no mirar a la persona a mi lado a pesar de que sentía cómo sus dedos se enterraban en mi piel con fuerza.
—Primero, quiero mi recompensa —dijo el anfitrión dando un paso entre ambos y tomándome del otro codo.
—Oh cierto, yo debo irme contigo —solté volteandome hacia él, pero Tajo no me soltó y al girar él miraba al marino, no a mí. Me quite su mano de encima irritado—. ¿Quieres un momento a solas con él? Ve, yo tengo cosas importantes que hacer.
Me miró apretando los dientes y me volteé hacia Dave, ignorándolo.
—No sabes cuanto espere por volver a verte —exclamó éste con voz suave y yo sonreí tanto como pude mientras lo seguía hasta el escritorio.
—Oh sí, yo también, si…
—¿En serio? —preguntó con demasiada ilusión y asentí.
—Claro claro.
Sonrió de oreja a oreja con los ojos brillantes, satisfecho consigo mismo y se inclinó sobre uno de los cajones, sacó un habano y se sentó.
—¿Quieres? —preguntó enseñándome qué era con orgullo.
Sacudí la cabeza.
—No fumo en luna llena, gracias. —Me miró un momento, parpadeando sin comprender, miró a las personas detrás mío y se dio por vencido encendiendo el habano sin mucho cuidado. El humo comenzó a salir y a inundar la habitación, era un aroma fuerte y dejaba la garganta seca a quien lo sienta, algunos tosían como el Marino, pero por el silencio de Tajo comprendí que él también estaba acostumbrado. Esperé que calé y luego volví a sonreír—. De hecho, creo que puedes ayudarme con algo.
Dejó salir el humo y me miró con una ceja alzada.
—¿Ayudarte?
Asentí.
—Tengo un amigo, tú lo conoces, se llama Clifford Orlo, debes recordarlo, ¿no es así? Bien. Él fue quien me envió aquí, es decir la recompensa es él no de…—Señalé en dirección a Tajo con ambas manos unidas—. Él me ha enviado a cambio de su familia y esperaba que los liberes en cuanto me tuvieras aquí. ¿Qué dices?
—Comprendo —dijo al cabo de un momento—. ¿Solo eso? —Asentí—. ¿Y tú qué quieres exactamente? ¿Qué los libere? —Asentí y él estalló en carcajadas—. Oh no, no puedes estar hablando en serio. Mira, en primer lugar no puedo hacerlo porque sino él no trabajará más para mí y es un buen ladrón, el primero en la lista, sabes de qué hablo—. Me guiñó el ojo y luego se inclinó sobre el escritorio en mi dirección—, Y en segundo lugar, no es asunto tuyo y no deberías meterte donde no te llaman, Lain.
Se apartó y de la misma manera que él, sonreí. Había fuego en mi interior, un fuego que no tenía su nombre, que ni siquiera era dirigido hacia él, pero que me hizo reaccionar con más fuerza de la que pretendía y tomarlo del cuello con fuerza. Lo levanté sin esfuerzo, lanzando todo lo que había sobre el escritorio al suelo, y lo golpeé contra la pared.