—¡Aún no comenzó la hora feliz! ¡Largo! —gritó la anciana sacudiendo un trapo sucio en el aire. No era amable ni lo parecía, era tosca y por las arrugas de su rostro supe que era común el buen trato a los visitantes.
Peter dio un paso al frente con las manos alzadas, era delgado y encorvado, lo que le daba mucho mejor aspecto a su imagen general, pero aún así mantenía un tono relajado, divertido.
—Gertrud —dijo como si fueran amigos de toda la vida—, no hables así, ellos vienen a ver a Seamus.
La mujer volvió a sacudir el trapo en nuestra dirección.
—¡No me importa, largo!
—Será un momento, hazlo por un viejo amigo.
—Si eres mi amigo paga tu deuda —espetó ella con el mentón alzado, y me dio la sensación de que se lanzaría sobre el pobre hombre. Nos miró, o más bien a él, bufó algo y continuó limpiando y murmurando por lo bajo—. Además, aunque viniera el mismísimo rey diría lo mismo. ¡Largo!
Layla y yo reímos mirando a Raven gruñir. Nos miró por encima del hombro bufando que éramos unos idiotas, y tomó una respiración profunda dando un paso adelante hacia el banco frente a la mujer.
—Oiga, nos iremos pero antes debe algo de ron —dijo y la mujer lo miró con recelo.
—¿Y tú quién eres? Te veo rostro conocido.
—El mismísimo rey —bufó él—. Que le importa quien soy, debe una botella.
La mujer sacó una del otro lado de la barra, la apoyó y dudo.
—No le sirvo a visitantes…
—No soy un visitante, vieja…
—Es el polluelo Raven —intervino Peter—, ¿recuerdas al viejo?
—¿Qué viejo? —gruñó la mujer tomando lo que Raven dejó en la barra y tendiéndole la botella. Alzó una moneda, la pagó, y la mordió antes de bufar—. Aquí todos son viejos
—El viejo, el corsario del rey.
—¿El gordo? —preguntó confundida, mirando al viejo y a Raven, quien bebía sin darle mucha importancia a la situación.
—¡Si, ese! —gritó Peter y tomó al pirata de los hombros para sacudirlo con efusividad—. Este es el polluelo Raven.
—¿Tú eres ese Raven? —preguntó la mujer con tono asombrado, mirando con ojos brillantes, con el trapo sucio cubriéndose la boca, y luego tomó a Raven de la cabeza y lo abrazó contra su voluminoso pecho. Sonrió feliz, alegre, y gritó mientras lo sacudía—. ¡Mi pequeño polluelo, estás vivo! ¡¿Cuánto tiempo pasó?! Oí que ese viejo cascarrabias te dejo ir. El emperador nos enviaba noticias tuyas los primeros años, eran para él no para nosotros, pero igual nos enterabamos porque el viejo nos venía a presumir tus hazañas. Eres una sabandija. ¡Oh dios, estás tan viejo y asqueroso, te extrañe tanto!
—También un gusto, Señora G—dijo por fin Raven cuando ella lo soltó, estaba ruborizado y con una sonrisa extraña, avergonzada y dulce. Se aclaró la garganta y la tomó de las manos—. Vengó por un asunto importante. ¿Sabe dónde está Seamus?
La mujer no podía dejar de sonreír, sus mejillas regordetas estaban rojas y había cierto brillo de orgullo en su mirada. Se tomó un momento y cuando se alejó sacudió la mano por encima del hombro.
—Junto a los escupideros, durmiendo —bufó y caminó detrás de la barra, se inclinó para tomar algo y luego le tendió a Raven un balde con algo sucio dentro—. Despiertalo con esto, ten. Le hará bien un baño. —Nos miró, soltó una mueca y se inclinó por algo más—. Y si no funciona, dale esto —sacó una pequeña guitarra, instrumento de músicos y marinos talentosos. Pero cuando Raven hizo ademán de tomarla ella retrocedió—. Tú no, la jovencita de allá. A Seamus le gustan las de su clase.
Layla se tensó.
—¿Y qué clase sería esa?
—Gracias, señora G —dijo Raven poniéndose de pie con el balde y una botella de ron en la otra mano. Le sonrió tan amable como era posible, que no era mucho, y se acercó a nosotros—. Vamos. La he visto lanzar personas por los aires y odiaría tener que dispararle para defender tu honor, niña.
—No necesito que defiendas mi honor, yo misma puedo…
Pero el pirata apenas la oyó, se volteó con el balde y comenzó a caminar hacia el fondo de la taberna, un lugar muy iluminado con aroma extraño y aspecto descuidado. La taberna no era ni tan limpia ni tan cuidada. Había conocido muchas, papá siempre frecuentaba las más populares y las no tan populares, todo dependiendo de su humor y el dinero que hayamos robado. Vi tabernas elegantes, lujosas, vi algunas que parecían salidas del pozo más asqueroso de mierda y vomito, estuve en otras que apenas se sostenían entre palos y que moverse provocaba que todo cruja y en una que fue instalada bajo la tierra, entre las raíces de los árboles más grandes del mundo. Y esa taberna era un punto medio… medio casi como un pozo de vomito y mierda. El aroma era lo más insoportable. Era azufre, orina, vómito y algo que no quería identificar. Estaba seguro de que cualquier chispa haría volar todo por los aires y por un momento fantaseé con la idea de chasquear los dedos. A aquello le seguía al aspecto descuidado y sucio, había insectos, ratas muertas, alimañas que desconocía, vi botellas, sangre, personas y heces. Todo conviviendo en un lugar reducido que parecía cerrarse a pesar de que había ventanas. Aunque más que ventanas parecían agujeros abiertos de manera descuidada y violenta.
Era obvio que el lugar tuvo sus años dorados, aunque ya habían quedado atrás hace mucho y en ese momento solo era un rincón olvidado y marginado.
Caminamos hacia el final de un diminuto salón de baile, entre mesas volcadas y sillas cubiertas de telarañas. Raven parecía saber dónde iba y Peter lo seguía de cerca frunciendo el ceño cada vez que una ráfaga del exterior levantaba otra oleada de aromas nauseabundos. Nos acercamos a una ventana que parecía una puerta por lo grande que era y Raven miró algo en el suelo.
—Que asco —soltó con la manga sobre el rostro. Nos miró alzando el balde con agua sucia y lo derramó sobre el hombre que descansaba bajo la ventana. Un tipo diminuto, viejo y con peor aroma que la taberna. Esperamos, estaba sucio, olía horrible y estaba empapado de pies a cabeza, pero no despertó.