—¿Qué sucedió allá afuera? —preguntó Tajo cuando Layla, Raven y Eric se presentaron por la noche. Tres mujeres menudas y de traje entraron detrás con carritos de plata con platos, cubiertos y mucha comida.
Era algo de todas las noches, un ritual diría mi padre. Cenábamos todos juntos en la habitación de Tajo ya que él aún no podía moverse, y al terminar cada uno volvía a su cuarto. Al menos, Raven y Eric, yo dormía en el sillón junto a la cama por si él necesitaba algo o para cambiar sus vendas y a veces Layla se ofrecía a pasar la noche para que descanse mejor o para hacer compañía.
—Mi madre —dijo Raven y se sentó en la punta de la cama con un plato en las manos, Eric tomó asiento en una silla junto al sillón y Layla junto a Tajo, con la espalda contra la cabecera de la cama.
Las mujeres comenzaron a repartir la comida y al terminar se retiraron.
—¿Qué sucede con tu madre? —preguntó Tajo.
—Quiere que nos vayamos y que liberemos a George porque, según ella, él es el rey —bufó el pirata con una hogaza de pan en la mano y la boca llena. Nos miró con una expresión divertida y traviesa—. Así que ordené que la lleven con él.
—¿La encerraste? —pregunté asombrado y él sonrió, pero al cabo de un momento se estiró por una botella de vino, la abrió y bebió, bufando al terminar:
—Ordené que la retengan unas horas, ya deben haberla liberado.
—Oh, eso es muy dulce de tu parte —dijo Eric a mi lado y Raven casi escupe al responder con la boca llena que se vaya al mierda. Pero el historiador lo ignoró y se giró hacia la cama—. ¿Y tú Tajo, cómo te sientes?
Di un bocado a la pata de pollo que había en mi plato y mastique el salado, los jugos, sentí el estómago dolerme por el hambre, o quizás por lo delicioso que estaba, y tomé una respiración profunda. Raven se estiró para tenderme el vino y bebí varios tragos antes de percatarme del silencio.
Lo miré, luego a Layla y por último a Tajo, cabizbajo y con la comida intacta sobre su regazo. No la había tocado, aún tenía las manos a pocos centímetros cerradas en puños blancos.
—¿Cómo está Jet? —soltó de repente mirando a Eric.
—Recuperándose —respondió éste intercambiando miradas con Raven, quien había sacado otra botella del carro de las mujeres y bebía con los ojos apretados.
—¿Aún no despierta?
—Es complicado, él…
—Lo sé, lo torturaron, lo vi, solo… —gruñó Tajo apretando los ojos, y al abrirlos miró a Eric con frialdad y algo más, algo extraño que apenas se coló entre su máscara y que hizo brillar sus ojos—. Quiero saber cuando despierte.
Eric asintió.
—Serás el primero en saberlo, lo prometo.
Continuamos con la cena en silencio, pasando la botella de vino, tomando de la bandeja de plata más comida, más verduras, más carne, más de lo que sea, hasta que los restos no fueron más que huesos medio masticados, botellas, copas limpias y algunas hojas de lechuga que sirvieron para decorar pero ninguno tuvo apetito para comer. Todo estaba delicioso. Layla salió de la habitación y volvió con las mujeres de traje que, luego de juntar y limpiar todo, se despidieron con una inclinación hacia Raven. Todos en el palacio tenían por costumbre hacerlo, él era el rey y como tal le debían ese respeto. Lo dijo una vez su madre, también un guardia y alguna que otra mujer que logró colarse en su habitación. Él odiaba que hagan eso, siempre gruñía o los ignoraba, sacudía la mano con desdén, rodaba los ojos o les decía que simplemente se vayan a la mierda.
Esa noche eligió ignorarlas. Nos quedamos en silencio con los estómago llenos, respirando la calma y la paz antes de lo que podría pasar. Porque algo siempre pasaba, ¿no? Algo siempre iba a suceder, ¿no?
—¿Cuándo volveremos al mar? —preguntó Raven entusiasmado, sacando la carne de los dientes con un hueso fino.
—Cuando nos hayamos recuperado por completo —dijo Layla y él río.
—Bah, son unos debiluchos...
—¿Y tú qué piensas hacer cuando vuelvas al mar? —preguntó Eric con una sonrisa extraña y los ojos brillantes, aunque somnolientos—. Aquí tienes todo…
—No quiero todo —dijo Raven encogiendo los hombros—, quiero aventuras.
—¿Oh si? —La sonrisa del historiador se agrandó—. Oí que por fin estás haciendo cosas de rey…
Raven lo miró molesto.
—Cierra la boca.
—¿Cómo lo supiste? —preguntó Layla y Eric encogió los hombros, pero no respondió, sino que fingió mirar al pirata como si no estuviera por lanzarse sobre su cuello.
—¿Qué haces? —preguntó Tajo al fin hablando desde lo de Jet, y Raven sonrió como cuando hablaba de su madre, con cierta travesura.
—Convencí a unos viejos amigos para que el próximo rey sea alguien elegido por el pueblo —dijo recostándose con las manos detrás de la cabeza y una sonrisa satisfecha—. Y se está corriendo la voz de que habrá una rebelión para desterrar a la familia Rosewood por los años de abuso e impunidad...
—Tu familia —aclaró Eric chasqueando la lengua.
—Pero tú eres el legítimo rey —insistió Layla—, ¿no vendrán por tí?
—Niña, yo quiero volver al mar y quiero que la decisión de traerme de vuelta en contra de mis deseos sea pagada. Fue un grave error. Cuando se desate toda la rebelión espero estar lejos, en un barco, de camino al refugio.
—Sabes, hay un pueblo que una vez se rebeló en contra de sus reyes y todo terminó mal para ellos —dijo Eric y Raven le quitó importancia con la mano.
—Estarán bien.
—Les cortaron la cabeza —agregó el historiador con una mueca.
Raven sonrió.
—Estarán mejor que bien.
—¿No te sentirás mal por perder esto? —preguntó Layla y él negó.
—Ya no hay nada que me importe aquí.
Cerró los ojos con una sonrisa satisfecha, divertida y algo traviesa, y respiró profundo como si estuviera quitándose un enorme peso de encima. Y quizás si era así. Recordé a April, su relación, la amenaza de que su madre podría usarla en su contra. Él también se volvió rey por ella, porque era su hija y aunque fingía que no importaba sabía que quería protegerla.