El tesoro de un Duende

Hada Elina

Capítulo 2
 

Narrador: Jarom Bradley

Poco a poco abro mis ojos, la luz que traspasa los grandes árboles me hace cerrarlos de nuevo y el ardor que antes corría por mi cuerpo ahora se concentra en la herida de mi brazo que, como cosa extraña, también está desapareciendo.

Una especie de polvo se introduce en mis fosas nasales causando que, de un estornudo logre despertar completamente.

¡No lo puedo creer! La pequeña hada está cerca de mi brazo herido rociando una especie de polvo brillante y de pronto otro estornudo se hizo presente y otro y otro... Mis ojos se humedecen y mi abdomen se contrae por causa de los muchos estornudos.

—Parece que el polvo de hadas te dio alergia —musita, elevando una de sus diminutas cejas—. Ya casi está, solo resiste unos minutos.

Estoy atónito, necesito que alguien me pellizque porque en serio creo que estoy soñando y quizás mi obsesión por las hadas me está jugando una mala pasada.

—¿Eres real? —Busco una respuesta concreta que disipe mis dudas.

Ella me mira con cierto recelo.

—Sí, soy un hada de los bosques —declara con aires de superioridad.

—¡Esto es grandioso! —Exclamo de emoción—. No sabes lo mucho que ansiaba este momento, tantos años viniendo al bosque y por fin... ¡Por fin logro ver a un hada!

—Lo sé, llevo años esquivándote —frunce el ceño—, y si no fuera por ti, esos odiosos duendes no me hubieran atrapado; debo entrar al bosque en mi forma humana por si acaso me veías no te alarmaras y me siguieras —me señala y aprieta sus labios haciendo una línea—. Tú..., tú eres el culpable de muchas de mis penurias.

Estoy tan confundido, ¿cómo se supone que yo sea el culpable? Acabo de salvarle la vida y tiene el descaro de culparme; ya entiendo por qué he escuchado que las hadas tienen un genio del demonio.

—¿De qué hablas? ¡Acabo de salvar tu vida! —Le muestro mi herida con cierto drama—. Y casi muero en el intento...

—¡Y yo acabo de salvarte de una dolorosa muerte! Las garras de un duende envenenan tu cuerpo, ¿acaso no sabes eso? —Hace un mohín.

—No, yo no sé mucho de esos horribles duendes, mi obsesión siempre han sido las hadas. Sé que esas cosas existen, pero no me interesaba tanto conocerlos... Solo quería conocer un hada —confieso encogiéndome de hombros.

Ella me mira con cierta lástima y de pronto su diminuto cuerpo se transforma en el de aquella mujer que estuvo a punto de morir a manos de los duendes.

—Y acabas de conocer a una en sus dos formas —comenta soltando un suspiro. Se sienta a mi lado—. Gracias por salvarme.

La miro a los ojos mostrando confusión: hace un momento parecía estar enojada conmigo y ahora se ve inofensiva; es extraño, pero en su forma humana se ve más inofensiva que en el diminuto cuerpo.

Me quedo en silencio admirando todo de ella, no por morbo, sino porque quiero conservar el recuerdo de algo que añoraba. Su piel blanca se ve tan perfecta, su larga cabellera negra adorna muy bien su cabeza y tiene hermosos ojos color verde.

Voltea a verme, sus ojos se encuentran con los míos y enarca sus cejas de inmediato.

—¿Ya terminaste de admirarme o necesitas ver más? —Se pone de pie y cruza sus brazos.

Me levanto sacudiendo las hojas que se quedaron pegadas a mi pantalón y me pongo delante de ella.

—Lo siento —mojo mis labios—. No quise incomodarte, es solo— vacilo antes de continuar—... Es la primera vez que veo un hada y quiero recordarte para poder dar una descripción detallada de ti.

Al escuchar lo último, toma una bocanada de aire y me mira con reproche.

—Todos los humanos son iguales: siempre quieren ser especiales a costa de otros, por culpa de eso ya casi no nos mostramos a ustedes, porque enseguida van a contarle a otros, y vienen a infestar nuestro bosque en la búsqueda del hada —me mira con el entrecejo fruncido—. ¿Sabes lo horrible que es que muchos humanos te estén asechando y no poder salir libremente por el bosque? Ya me veo anunciando que no podremos salir porque un humano me vio y ahora avisará a otros.

Vaya, no sabía lo mal que era para las hadas que nosotros las buscáramos; ahora entiendo por qué no había tenido la oportunidad de ver a una: ellas se esconden de nosotros.

—No sabía que era tan malo querer verlas —hago un gesto de tristeza.

—El problema no es que nos vean, sino su ambición de querer tener un hada para que sea su sirviente o cambie su repulsivo estado.

Para nadie es un secreto que las hadas son hermosas, poderosas y poseen una gran fortuna que pueden compartir con el hombre que ellas elijan para formar una familia; muchos hombres ansían ser escogidos en algún momento por una hermosa hada, pero en mi caso, solo deseaba tener la oportunidad de conocer una como lo estoy haciendo en este momento. Este pequeño acontecimiento es grande para mí, porque en toda mi vida nunca hubo un antecedente tan maravilloso y peculiar y sé que ahora todo será diferente para mí... Este será un recuerdo que voy a atesorar en mi corazón para siempre.

—Entiendo y quiero que sepas que mi intención no es esa, yo..., yo solo quería conocer un hada y gracias a ti lo he conseguido —le brindo una cálida sonrisa.

—Eres afortunado, joven Bradley —sonríe sin despegar sus labios.

—¿Cómo sabes mi...

—Todas las hadas de este bosque conocen al joven que a diario viene al bosque en busca de una de nosotras —su voz delgada y con cierto cantar combina con sus delicados movimientos, como si estuviera danzando entre las nubes.

Me quedo impresionado con su respuesta, ¡las hadas me conocen, saben de mi existencia! Mi corazón rebosa de tanta alegría y lo más probable es que mis mejillas estén coloradas de tanta emoción.

—¡Mi padre no me va a creer cuando le cuente!

Ella me mira con el entrecejo fruncido y aprieta sus labios; al parecer lo que acabo de decir no fue de su agrado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.