El tesoro de un Duende

El castigo máximo

Capítulo 7
 

Narrador: Jarom Bradley

Despierto suavemente y recordando lo que estaba haciendo antes de desmayarme me apresuro para seguir adelante pero al intentar levantarme algo no me lo permite. Mis ojos se acostumbran a la luz y diviso la silueta de Elina que me mira decepcionada. Observo mis manos atadas a los lados de un gran tronco y no comprendo lo que pasa. 

—Yo confiaba en ti, humano —masculló, acercándose un poco. 

—Elina, perdóname. Yo…

—¡Cállate! —Gritó enfurecida—. Jamás creí que harías semejante cosa, yo pensé que eras un buen hombre pero resultaste ser el peor. ¿Cómo pudiste traicionarme de esta manera? —Lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

—Estaba desesperado, no pensé bien las cosas solo pensaba en mi madre y que si no volvía con el dinero ella va a morir —confesé sollozando.

—Eres un canalla. Te di mi confianza y mañana ibas a tener todo el dinero que quisieras. ¿Te costaba esperar un día? —Limpió con rabia sus lágrimas—. La traición hacia un hada es algo que se debe pagar y lo sabes. 

—Por favor, perdóname. No quería traicionarte… Yo te quiero. 

—Lo siento, se escapa de mis manos las consecuencias de tus actos. Yo creía en ti, te elegí como digno para ser mi esposo y prometimos cuidar nuestros corazones. Las promesas se deben cumplir, Jarom —pronunció mi nombre con desdén—. Robarle a un hada es un crimen fatal pero romper su corazón es mucho peor y tendrás que pagar —las palabras salían de su boca como afiladas cuchillas. 

—Nunca quise tu fortuna, créeme. Siempre fui sincero con lo que siento y por eso jamás te comenté de nuestra difícil situación familiar —mi voz se quebraba—. No me dejaste opción… Pensé que suplicarte haría que me ayudaras pero no conseguí nada de ti. Me duele herirte pero me dolerá más ver morir a mi madre. 

—¡Cállate! —profirió apuntándome con su dedo índice—. No trates de culparme por tus actos. Eres igual a otros, solo querías mi fortuna y si no te hubiese puesto a prueba, mañana habrías obtenido la mitad de todo. 

En mi mente un oscuro pensamiento se hizo presente. «Si no te hubiese puesto a prueba...». ¿Eso quiere decir que Elina me colocó en esta situación para probarme? O sea, ¿ella quizás fue la causante de la pérdida de la cosecha? Eso tendría mucho sentido porque no encuentro otra forma lógica de explicar lo que pasó con las manzanas. 

—¿Tú dañaste nuestra cosecha? —Pregunté apretando mis dientes. 

—¿De qué estás hablando? —Inquirió el hada. 

—¿Acaso no te había demostrado que no quería tu fortuna, que tuviste que dañar nuestra cosecha para ponerme en una situación tan difícil? —Mi enojo opacó la tristeza que siento—. ¿Cómo pudiste? Siempre pensé que traías buena suerte a mi vida pero me equivoqué, eres cruel y no te importó hacer tal daño para hacer una estúpida prueba —escupí las palabras con cierto odio.

—¿Cruel? —Cruzó sus brazos sobre su estómago y jadeó un poco—. Me acusas sin tener pruebas y después de todo lo que hiciste te atreves a insultarme llamándome cruel —sus verdes ojos enfurecidos se clavaron en los míos—. Mañana sabrás lo que es ser cruel —se dio la vuelta y se marchó.

Estoy temblando de impotencia. Elina me acusa de haber traicionado su confianza cuando ella no me dejó otra salida. Desconozco al hada que se fue, ¿cómo pudo hacerme esto? Nunca quise su fortuna porque con todo el esfuerzo saldría con mi familia adelante, y ella… Ella fue capaz de dañar lo único que teníamos para salvar a mi madre solo para ponerme a prueba. Si no me hubiese puesto en esta situación y además no me hubiese negado su ayuda, jamás robaría su dinero y mucho menos rompería su corazón. Siempre pensé que las hadas eran creaturas de buen corazón incapaces de hacer daño pero me equivoqué en eso también. Y ahora tengo que sufrir consecuencias que no merezco.

La noche cayó y el tiempo parecía pasar muy lento. Mi cuerpo estaba agotado por estar de pie atado a un tronco en medio del bosque y lo que me causaba más dolor era pensar en mi madre; se supone que debía volver con el dinero y mi padre estaría esperándome para dirigirnos a Iowa. ¿Qué va a pasar conmigo? ¿Cómo le diré a mi padre que no pude conseguir el dinero? ¿Cómo le confesaré a mi madre que le fallé?

Entre muchos pensamientos la fría noche fue avanzando y no pude dormir ni un minuto. 

Al amanecer dos mujeres vestidas con lo que parece uniformes verde oscuro vinieron por mí y me llevaron a rastras por el bosque. Aunque intenté zafarme no lo conseguí; me llevan atado con fuertes cuerdas y ellas poseen gran fuerza. Al llegar a una pequeña cascada un hada aparece y rocía sobre mí una especie de polvo mágico y enseguida pierdo el conocimiento. 

Abro mis ojos lentamente y la luz hace que los cierre nuevamente hasta que mis ojos logran adaptarse a la claridad. Estoy atado a una silla dorada enfrente de un púlpito rodeado de grandes enredaderas repletas de flores multicolores. Estamos rodeados por asientos a semejanza de un anfiteatro en donde muchas hadas reposan en sus pequeños asientos. En el púlpito veo a Elina y un hada con una corona en su cabeza; presumo que se trata de su madre. Varias hadas con uniformes verde oscuro sobrevuelan cerca de ellas. 

—Estamos hoy reunidos para presenciar el juicio de este humano —vociferó con mucha energía. Un grito de júbilo retumbó en todo el lugar como respuesta—. Todas sabemos lo importante que somos para conservar la naturaleza y durante siglos hemos convivido con los humanos a quienes muchas veces le concedemos deseos y aun escogemos hombres dignos para crear familias. Y es aberrante que ciertos humanos se aprovechen de nuestra buena labor para saciar su codicia. No se perdona a ningún humano que hurte a un hada y mucho menos que rompa sus promesas —muchas hadas gritaron al unísono «castigo»—. Así es… Deben ser castigados por sus malos actos. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.