El tesoro de un Duende

Un nuevo aliado

Capítulo 18

Narrador: Jarom Bradley

Encontrar a Rachel durmiendo en la misma cama que su enamorado no era algo que me esperaba y no fue de mi agrado. Sentí rabia en ese momento pero no tenía que demostrarlo, al fin y al cabo ella no me gusta y lo que haga con su vida no debería importarme. Tal vez, me sentí así porque aun cuando las costumbres han cambiado con el paso del tiempo para mí que soy de otra época el hecho de que una mujer y un hombre que no están casados duerman juntos es bastante comprometedor e indecente. 

Sentado sobre una cubeta enfrente del granero, miraba hacia mis árboles y recordaba la vez que encanté mis manzanas para que cada vez que Rachel las tocara se pudrieran. Todo era mejor sin su hermanastro, siento que ella le da mucha atención a él y no la culpo, está completamente enamorada… Pero preferiría que él no estuviera aquí y mucho menos que estuviera involucrado en nuestros problemas.

La voz de la roba manzanas me separó de mis pensamientos y me parece gracioso que quiera pedir su deseo. Por una parte si le cumplo su deseo ya no me veré en la obligación de estar con ella y de mucho menos venir cuando me invoque. Aunque ahora que lo pienso, el tiempo que he pasado con ella me ha agradado y no quiero volver a mi soledad, no quiero tener que alejarme de ella. 

Miedo.

Esto es lo que siento cuando me dice que quiere mi tesoro. ¿Cómo demonios pasó esto? Al principio sí tuve la idea de arriesgarme por última vez con tal de escapar de este castigo, pero saber que era la hija de Gabriel y el hecho de que Niebla me dijo que la protegiera, y todas las cosas que están pasando me llevaron a eliminar rotundamente esa idea. No quiero arriesgar la vida de Rachel, no me perdonaría si la asesino.

Mis ojos se humedecen con solo pensar en lo terrible de la situación. Contarle todo sería vergonzoso, no es fácil decirle a alguien que has asesinado a muchas personas inocentes incluyendo a su abuelo. Recuerdo cuando Gabriel se enteró y sentí como se desgarraba su corazón y se decepcionaba de mí. Él era mi amigo y pensaba que yo era bueno. Pero fue un golpe muy duro saber que su amigo asesinó personas y entre esas personas estaba su padre; yo lo dejé sin padre cuando apenas era un niño. 

La roba manzanas no merece saber todas estas cosas, ella confía en mí, cree que soy bueno y eso me gusta. Que ella crea que soy bueno me impulsa a tratar de serlo porque hace mucho que nadie veía algo bueno en mí. Algo muy dentro no quiere decepcionarla. 

Su mirada interrogativa me hace maquinar rápido una respuesta.

—¿Estás segura? Puedes pedir otra cosa mucho mejor y…

—Eso es lo que quiero —su respuesta me interrumpe—. ¿Por qué no quieres que tenga ese cofre? Primero me ocultaste sobre tu tesoro y cuando propuse abrirlo te negaste. ¿Qué es lo que yo no sé?

—Lo que pasa —pronuncio lentamente—… es que todos los duendes somos avaros y cuando alguien quiere nuestro tesoro simplemente no es algo que nos agrade. 

—Pero, puedes estar tranquilo, yo realmente no quiero tu tesoro —aclara, mientras sostiene sus manos detrás de ella—. Solo quiero estar segura de que la llave de mi madre no es la misma. 

—¿Perderás la oportunidad de desear otra cosa solo por comprobar si esa es la llave del cofre? —Pregunto, lleno de confusión.

—Sí, no me importaría desperdiciar mi deseo, si a eso te refieres.

Trago con fuerza. 

No creo hallar una forma de persuadirla a hacer lo contrario y sospecharía si no le permito hacer según su voluntad. 

—Bien —murmuro, mientras me rasco la nuca—, te concederé tener mi tesoro, pero…

—¿Pero qué? —Se impacienta.

—Pero todavía no… Déjame prepararme, por favor —le suplico—. Solo dame un tiempo y créeme que te concederé obtener ese cofre. 

—¿Prepararte? —Frunce el ceño—. ¿Tan difícil es entregar tu tesoro? —Deja escapar un soplido—. Te daré un par de días, ¿está bien?

—Sí —respondo, apesadumbrado. 

Se da la vuelta con la intención de marcharse pero se detiene al dar el primer paso y gira nuevamente para verme. 

—¿Cuando pida el deseo tú mismo me entregarás el tesoro? ¿O cómo será ese momento?

Su pregunta me toma por sorpresa. 

—Eh, no —niego con mi cabeza—. Al pedir mi tesoro como un deseo un arcoíris aparecerá y te guiará al lugar en donde está escondido. 

—Parece a los cuentos infantiles y me recuerda a una película en donde el duende malvado asesina a quien encuentre su tesoro —comenta, jocosa. 

Su comentario me hace ahogarme con mi propia saliva y luego intento reír como si me hubiese contado un chiste.

Ella me observa sin entender mucho.

—De verdad me preocupa tu comportamiento —levanta una ceja—. Eres raro, Jarom. 

Sonríe y luego se marcha con dirección a la casa. 

¿Qué demonios acabo de hacer? ¿Acaso quiero que ella se de cuenta?

A veces actúo como un completo idiota cuando estoy nervioso. 

Reflexiono en cuanto a lo que voy a hacer para proteger a Rachel de mí mismo. Si no puedo hacer que cambie de opinión, quizás pueda idear un plan para que ella logre tomar mi tesoro sin sufrir ningún daño. La imagen de mi madre viene a mi mente recordándome que ella siempre estará conmigo. Me dirijo al lugar en donde reposan sus restos y me arrodillo delante de la tumba. 

—Te extraño mamá —pronuncio en voz baja. 

Un nudo se hace en mi garganta y lucho para retener las lágrimas. 

—Debes estar muy decepcionada de tu hijo… no pude cumplirte mi promesa —mi voz se quebranta y un par de lágrimas recorren mis mejillas y llegan hasta la comisura de mis labios haciendo que pruebe su inconfundible sabor—. Y aquí estoy, sin haber cumplido ninguno de mis sueños… Sin ser feliz. Por un momento he sentido nuevamente alegría en mi vida gracias a Rachel a pesar de todos los ataques que he sufrido por parte de los otros duendes, pero todo se vuelve a nublar por culpa de mi estúpido castigo. Si ella muere en mis manos, mi vida será aún peor de lo que es —me limpio las lágrimas—. Prefiero convertirme completamente en un duende y tener que morir de la forma más cruel y dolorosa en las garras de los otros duendes, que arriesgar la vida de Rachel. Ella ha sido esa pequeña luz en toda la oscuridad que me rodea y si muere quedaré nuevamente arropado por esa oscuridad que tanto odio. A la que aún le temo. 




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